domingo, 16 de agosto de 2009

CONVULSION SOCIAL O EMANCIPACION PACIFICA
¿COMO SE RESOLVERAN LAS CONTRADICCIONES SOCIALES EN MÉXICO?
(Primera entrega)

La única ley inconmovible es la ley del cambio. De la mano de las leyes de la dialéctica todos los pueblos de la tierra –unos más pronto y otros más tarde- transitan la ruta de los profundos cambios y transformaciones sociales; la rueda de la historia es imparable. Las generaciones actuales están sintiendo en carne propia la conmoción del presente que dará lugar al porvenir.
El detonante de esos cambios cualitativos en esta etapa de la evolución histórica, es sin lugar a dudas la explosión del modelo económico neoliberal en el orbe entero, mismo que derivó en la catástrofe financiera que sacude todos los basamentos teóricos que sostienen al caduco orden económico internacional. El desempleo y la hambruna crecen al mismo ritmo que la contracción de las economías, el comercio se reduce alrededor del mundo. Ha quedado demostrado a lo largo de la historia, que cuando las relaciones de producción entran en contradicción insalvable con el desarrollo de las fuerzas productivas se han desencadenado los procesos sociales de más grande envergadura.
Sin embargo, el camino de los pueblos hacia su liberación nunca ha sido libre de obstáculos y resistencias; una y otra vez se ha tenido la necesidad de vencer en fieras batallas a las fuerzas retardatarias que se oponen a la marcha de la historia. El pueblo de Honduras es un caso ilustrativo de esa aguda polarización de fuerzas encontradas por la conducción del mando en ese país. El presidente Manuel Zelaya, atendiendo su deber de gobernar para el pueblo se atrevió a tocar los intereses de la oligarquía, y ésta, engallada y con el apoyo de la ultraderecha norteamericana organizaron un golpe de Estado y lo derrocaron del poder. ¿Cuáles fueron los delitos que cometió el presidente Zelaya y que la oligarquía no le perdonó? Veamos sólo dos medidas que irritaron a los oligarcas.
Primera. Con la intención de favorecer al consumidor, al iniciar su mandato, en octubre de 2006, lanzó una licitación internacional para terminar con el monopolio que sobre la compra y distribución del combustible venían ejerciendo, desde hace 80 años, las compañías Chevron, Exxon Mobil, Shell, y la local Dippsa. Las transnacionales petroleras acostumbradas a que nadie interfiera en sus privilegios, argumentaron que “con la iniciativa del Ejecutivo afectaría drásticamente su rentabilidad en Honduras” Segunda. El Poder Ejecutivo, en el mes de diciembre de 2008, decidió aumentar el salario mínimo de 181 a 289 dólares, para que así al menos los trabajadores urbanos alcanzasen a cubrir sus necesidades alimentarias. Bajo este mismo concepto, el incremento en las zonas rurales alcanzó el 18 por ciento. Se optó por esta medida en vista que tanto patronos como sindicalistas no llegaron a ningún acuerdo, caso en el cual la ley faculta al ejecutivo para decidir unilateralmente el monto a incrementarse, teniendo como parámetro el costo de la canasta básica. Tales medidas bastaron para que la oligarquía criminal declarara al presidente Zelaya como enemigo de la humanidad; ese fue el caldo donde se cultivó el golpe de Estado en los laboratorios de la extrema derecha hondureña bajo la dirección de los intereses del imperio yanqui. Resultado: convulsión social, la resistencia del pueblo ha hecho de las calles su campo de batalla y el ejército golpista y represor atrincherado para defender la tiranía.
De hecho, estas resistencias a la liberación de los pueblos se manifiestan también en el corazón del imperialismo. El presidente Obama, mismo que ha mantenido una tendencia liberal en su discurso, ha sido víctima también de un golpe de Estado propiciado por la ultraderecha que sigue gobernando tras la silla a los estadunidenses y al mundo entero. Los intereses imperiales son manejados directamente por los altos círculos del Pentágono, el Partido Republicano y la Secretaría de Estado, en Manos de la pseudodemócrata Hilary Clinton, quienes han relegado al primer mandatario a la calidad de figura decorativa.
En nuestro país, la gran pregunta es cómo se resolverán las profundas contradicciones sociales que se han ido acumulando a lo largo del reinado de la dictadura neoliberal; no podemos saber si será a través de una convulsión social que abra el camino a los cambios cualitativos de manera súbita, o será mediante una emancipación pacífica institucionalizada. Hay que decirlo, resolver las contradicciones mediante los mecanismos de la democracia formal es una ruta que cada vez se ve más lejana, sobre todo después del fraude electoral del 2006 y con los hechos que observamos en Honduras. La oligarquía y sus partidos políticos han consagrado y defendido el derecho del “voto universal libre y secreto” a condición de que ese derecho no se convierta en fuerza capaz de cambiar el estatus actual; si la voluntad popular expresada en las urnas quiere cambiar en algún sentido que perjudique los privilegios de la oligarquía, entonces echan mano de los golpes de Estado.
El altísimo grado de abstencionismo electoral es una muestra de que el ciudadano no se siente representado en sus intereses por los partidos políticos actuales, y es claro que ese descontento popular está buscando otras vías para expresar su inconformidad. La idea de que con el voto se resolverán las contradicciones sociales se ha ido alejando cada vez más de la población; el acto de sufragar es percibido más como un acto para legitimar y conservar, no para cambiar.
Revisemos brevemente las contradicciones sociales que originaron el estallido social de 1910. ¿Qué fue la Revolución Mexicana? La vía de la violencia armada fue la única alternativa, porque todos los demás cauces se habían cerrado a la solución de contradicciones profundas que se acumularon en el seno de la sociedad mexicana. Contradicciones insalvables entre las comunidades indígenas y los campesinos que habían perdido todo, tierra y libertad, frente a los hacendados; contradicciones profundas entre el proletariado rural y los hacendados, porque los primeros carecían de todo derecho y vivían en constante zozobra ante la inestabilidad del trabajo y la brutal represión de las acordadas.
Contradicciones profundas entre los hacendados de mentalidad avanzada, partidarios de la agricultura moderna, frente a los señores feudales, dueños de la mayor parte del territorio nacional, que basaban su riqueza en la explotación inmisericorde de los campesinos y los trabajadores rurales; contradicciones entre los obreros, capa social todavía sin fuerza desde el punto de vista numérico, pero ya con claridad respecto del futuro de México, frente a los dueños de las industrias, que reconocían como única ley la obtención de altas utilidades, a costa del trabajo intensivo de sus trabajadores; y contradicciones insalvables entre una nación que quería desarrollar sus fuerzas productivas y la presencia de poderosas empresas monopólicas que aplicaban su propia ley en nuestras industrias o en los territorios que controlaban, y que nunca cedieron técnica alguna para el desarrollo del país.
El carácter de estas contradicciones fue lo que determinó el contenido de la revolución misma, y de la poderosa alianza de fuerzas que la hicieron posible. Por eso fue una revolución popular, porque respondía a los anhelos de justicia de millones de campesinos y del proletariado rural; por eso fue una revolución antifeudal, porque se orientó a destruir el monopolio de la tierra, obstáculo principal para el desarrollo de las fuerzas productivas; por eso fue una revolución democrática, porque se orientaba a la obtención de derechos democráticos elementales; y por eso fue una revolución nacionalista y antiimperialista, porque se propuso recuperar para la nación las riquezas nacionales que usufructuaban sin límites y sin normas los capitales extranjeros. Y por esas razones fue una fuerza incontrolable que aplastó toda resistencia, porque movilizó a los millones de mexicanos marginados y dispuestos a modernizar el país, en el sentido de ubicarlo al ritmo de las transformaciones técnicas que operaban en el mundo en esos días, en función fundamentalmente de los problemas principales de la nación.
Como lo afirmara el maestro Vicente Lombardo Toledano: “La Revolución Mexicana fue un movimiento parcial, unilateral, no un movimiento de todos los mexicanos, porque se hizo a pesar y contra las fuerzas que se beneficiaban de la tremenda injusticia que prevalecía en la sociedad mexicana. La Revolución no se hizo para contentar a todos los mexicanos sino que se hizo para descontentar a algunos, muy pocos, y para contentar a la mayoría. La Revolución no se hizo para contentar a la llamada iniciativa privada, ni al clero político, ni mucho menos al imperialismo norteamericano. Por esa razón, mientras no contentemos a la mayoría de los mexicanos, que la forman los obreros, los campesinos, los trabajadores del Estado, los intelectuales y otras capas de la sociedad mexicana, habrá movimiento revolucionario y el proceso seguirá plenamente vigente”. (Continuaremos en la segunda entrega.)

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