sábado, 29 de agosto de 2009

(IV entrega)
CONVULSION SOCIAL O EMANCIPACION PACIFICA
¿COMO SE RESOLVERAN LAS CONTRADICCIONES SOCIALES EN MÉXICO?
Las relaciones de producción en contradicción insalvable frente al desarrollo de las fuerzas productivas. El salario y su poder adquisitivo en la peor etapa de su historia. Es indiscutible que en materia salarial se requiere de la organización de una política integral que atienda todas las capas de la sociedad. Uno de los pasos significativos en ese sentido debe ser la derogación tanto de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, por obsoleta, unilateral –en los hechos- e injusta, como de la recién aprobada Ley de Salarios Máximos, que se ocupa únicamente de reglamentar los salarios de la burocracia del país, por tratarse de una norma que sanciona los privilegios salariales de un sector minoritario de la sociedad. Se necesita una ley general de salarios, reglamentaria del Artículo 123 Constitucional para “que nadie gane más que el presidente”, incluida la iniciativa privada. El pueblo demanda ya una normatividad revolucionaria a la altura del Constituyente de Querétaro, que distribuya la justicia social y combata la desigualdad económica para que el desarrollo de las fuerzas productivas se de en consonancia con las relaciones de producción.
En plena campaña electoral, en el promocional de una candidata a diputada federal por el PRI se le escuchaba decir que “no permitiremos que la política divida al país”; las víctimas de la criminal política salarial le responden con categoría a esos politicastros: la política no puede unir lo que la economía divide.
Angustia, desesperación e impotencia, es el estado de ánimo de por lo menos 10 millones de mexicanos que perciben de un salario mínimo hacia abajo, incluyendo a los parias que sobreviven con menos de dos dólares diarios, porque para ellos no hay esperanza de un mañana mejor. Tampoco para aquellos que tienen la suerte de recibir entre uno y cinco salarios mínimos diarios, ni en general, para todo el conglomerado de 60 millones de mexicanos que se consideran en el rango de pobreza. La esperanza se consume ante la completa indefensión de este sector mayoritario del pueblo que es entregado con las manos amarradas, año con año, a los intereses del gran capital, por el apego irrestricto a la política salarial del Estado neoliberal.
Desesperanza ante tal estado de indefensión sí, porque por lo menos en el corto plazo no se avizora un horizonte diferente, que le de entrada a un cambio radical en la política salarial por la vía institucional. El “aumento” de 4 por ciento vigente desde el primero de enero, que constituye un promedio de dos pesos por jornada, no fue protestado en su momento, ni siquiera por la representación obrera que integra la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos. Es grave que en ninguna de las fracciones parlamentarias, ni las que se van ni las que vienen, tengan contemplado en su agenda algún proyecto de ley que elimine esa Comisión legitimadora de las agresiones a la clase trabajadora. Sus agendas no contemplan en modo alguno la cancelación de la política de las contenciones salariales, lo que comprueba la total ausencia en el Congreso de la Unión de diputados que defiendan y sirvan a los intereses de la clase obrera.
Tampoco figura el tema salarial en el proyecto de la Reforma del Estado, presidida por el senador neoliberal Manlio Fabio Beltrones; mucho menos es tema de preocupación para la Suprema Corte de Justicia, la institución que se promociona como garantía de que la Constitución se cumpla cabalmente. Ningún órgano del Estado, ninguna institución escucha el clamor de los descamisados. El horizonte está nublado y no permite ver un cambio en la precaria situación de la clase trabajadora por la vía institucional a corto plazo. Esa actitud de cerrazón, de insensibilidad, pero más que nada, de radicalización de la lucha de clases, está empujando peligrosamente a que, nuevamente, (parafraseando a José María Morelos en los célebres Sentimientos de la Nación) “la nación abra sus labios y empuñe la espada para ser oída”.
En los años setentas el gobierno federal suscribió el Convenio 131 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para regular los salarios mínimos, el cual señala que las necesidades de la población, y no la inflación, deben determinar los aumentos salariales. En el artículo tercero, dicho convenio que México ratificó, señala: “Entre los elementos que deben tenerse en cuenta para determinar el nivel de los salarios mínimos, deberán incluirse (…) I.- las necesidades de los trabajadores y de sus familias habida cuenta del nivel general de salarios en el país, el costo de vida, de las prestaciones de seguridad social y del nivel de vida relativo de otros grupos sociales; II.- los factores económicos, incluidos los requerimientos del desarrollo económico, los niveles de productividad y la conveniencia de alcanzar y mantener un alto nivel de empleo”. Sin embargo, la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, en lugar de hacer los cálculos para recuperar lo perdido mantiene amarrado el crecimiento salarial a la expectativa inflacionaria
La agresiva política salarial violenta flagrantemente la Constitución General de la República, la cual establece, en su artículo 123: “los salarios mínimos deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural”. Sin embargo, en vez de apegarse al mandato constitucional, la estrategia económica neoliberal ha agrandado dramáticamente la brecha entre el salario mínimo real y el que ordena nuestra Constitución.
Hemos vivido ya un cuarto de siglo bajo la dictadura impuesta por los mercados financieros, y en este largo túnel oscuro de “ajustes estructurales y disciplinas macroeconómicas”, los salarios mínimos han sido reducidos a menos de la tercera parte del poder adquisitivo que tenían en 1982, al descender de $ 32.72 en ese año, a $ 9.74 en 2007, a precios de 1994. Más aún, la política salarial retrógrada situó estas percepciones por debajo de las prevalentes en 1946, cuando el salario mínimo fue de $ 13.37, a precio de 1994; de modo que acumulamos una regresión de más de medio siglo en la mejora del bienestar de los asalariados más desvalidos. Puesto que los incrementos de los salarios mínimos han servido de guía para las negociaciones contractuales, los trabajadores del sector formal de la economía han sufrido también un agresivo deterioro de su poder adquisitivo: los salarios contractuales de las ramas de jurisdicción federal perdieron el 62.2 por ciento de su poder de compra durante el período de 1983-2007, acumulando también una regresión mayor de medio siglo.
Ese es el tan ponderado “Bien Común”, y por sus frutos los conoceréis. En vez de utilizar la política salarial como herramienta para elevar paulatinamente el nivel de vida de los trabajadores y mejorar la distribución del ingreso y la justicia social, la tecnocracia neoliberal la ha utilizado como ancla antiinflacionario: los incrementos del salario mínimo han sido iguales a las tasas de inflación proyectadas, casi siempre superadas por la inflación realmente observada, de manera que se ha provocado un deterioro ininterrumpido del poder de compra del salario. Así es como dicen combatir a la pobreza, sacrificando el bienestar de las clases proletarias para mantener a la plutocracia y sus signos de valor.
La ideología de la desigualdad que ha inspirado esta política salarial afirma: incrementos salariales superiores a la inflación esperada provocaría una carrera entre precios y salarios que acabaría deteriorando aun más al salario real. Desde luego, este dogma no está validado por la experiencia histórica. Hay que recordarlo: durante la época del desarrollo estabilizador (1959-1970), los incrementos nominales del salario mínimo (9 por ciento en promedio anual), fueron siempre superiores a las tasas de inflación (2.5 por ciento anual). Además, los aumentos salariales superaron también la suma de la tasa de inflación más la tasa de incremento de la productividad, la cual creció 4.3 por ciento anual. Como resultado, el salario real se incrementó a una tasa media de 6.3 por ciento anual. No obstante los incrementos salariales jamás desencadenaron una escalada inflacionaria.
Lo anterior ocurrió porque la política de Estado era todavía congruente con el proyecto social de la Revolución Mexicana, consistente en buscar el abatimiento de la desigualdad. Entre los propósitos del desarrollo estabilizador figuraron: “aumentar los salarios reales y mejorar la participación de los asalariados en el ingreso nacional disponible” (Ortiz MENA, el desarrollo estabilizador, FCE, México, 1998). Con firmeza y congruencia, ambos propósitos fueron cumplidos: la participación de los salarios en el ingreso nacional disponible (IND) pasó del 26.3 por ciento en 1950-1958, al 35.2 por ciento en 1959-1967 y al 38.3 por ciento en 1970.
Cabe destacar que, aunque los salarios reales y la distribución del ingreso entre los factores de la producción mejoraron considerablemente, la masa de ganancias empresariales creció aceleradamente, debido al crecimiento también acelerado del PIB, que se incrementó a una tasa media del 6.8 por ciento anual durante el período 1959-1970, sustentado precisamente en un pujante mercado interno. En contraste, el modelo neoliberal ha traído consigo un círculo perverso: empobrecimiento de los asalariados y drástico deterioro de la distribución del ingreso. La participación de los salarios en el ingreso nacional disminuyó del 41.7 por ciento del IND en el período de 1970-1982, al 35.1 por ciento en el período de 1983—2004, e incluso al 33.4 por ciento del IND sólo en 2004, según el último dato disponible del INEGI, lo cual ha provocado un severo achicamiento del mercado interno, derivando en un raquítico crecimiento del PIB, cuyo incremento apenas ascendió al 2.5 por ciento anual durante el período de 1983-2007; y el presente año 2009 terminará decreciendo el 9 por ciento.
Mientras sigan gobernando al país los ideólogos de la derecha neoliberal no hay esperanzas para el trabajador de mejorar su situación, porque ellos trabajan sólo para los intereses del gran capital. A lo más que llegan, en afán de engañar las expectativas del pueblo, es a implementar una política de reparto de dádivas y migajas. Los trabajadores de México rechazan totalmente las políticas generadoras de “oportunidades”, ¡lo que exigen es justicia! Sin justicia laboral no hay democracia ni país viable; si los trabajadores y sus instrumentos de lucha no se ponen de pie difícilmente se podrá preservar la paz social.

sábado, 22 de agosto de 2009

(Tercera entrega)
CONVULSION SOCIAL O EMANCIPACION PACIFICA
¿COMO SE RESOLVERAN LAS CONTRADICCIONES SOCIALES EN MEXICO?

La guerra por el reparto del erario público se incrementa día a día, haciendo evidentes las profundas contradicciones entre los tres niveles de gobierno por la distribución del presupuesto. El caos financiero generado a nivel mundial por las recetas neoliberales dictadas por los centros financieros y el capital monopolista repercute obligadamente en los presupuestos de los Estados nacionales; las cúpulas gobernantes en cada país, de manera irresponsable y sin prever las consecuencias sociales en que puedan derivar, trasladan en automático el terremoto financiero a las entidades federativas y municipios, endosándoles el costo de un problema que ellos no generaron ni fueron consultados a la hora de acatar con docilidad los dictados financieros extranjeros.
De esta forma, el modelo de la economía implantado por los “Chicago Boys”, en una larga cadena de fracasos, eslabón por eslabón y en concatenación perfecta arrastran a los pueblos a la peor crisis de la historia, México no es la excepción. Las bases falsas sobre las que se sostiene el paraíso de la economía de mercado se desmoronan una a una y no hay quién pueda detener su estrepitosa caída.
El calderonismo sabía perfectamente desde inicios del año la magnitud del problema económico que el país afrontaba, sólo que, por cuestión de estrategia política no le convenía darlo a conocer antes de la jornada electoral porque repercutiría sobre su partido, el PAN. Si el pueblo hubiera conocido la noticia que dio el secretario de hacienda, Agustín Cartens, en su comparecencia reciente ante los senadores, un día antes de los comicios, la derecha no habría ganado ni un solo distrito electoral en el país.
Ahora se alega que no es responsabilidad única del ejecutivo sacar al país del problema, quieren los fundamentalistas la concurrencia de todos los órdenes de gobierno y las fuerzas políticas para hacerle frente al problema; lo que se busca en verdad son cómplices que le avalen los nuevos impuestos, recortes del presupuesto en áreas prioritarias del desarrollo, eliminación de subsidios y programas sociales.
Hay contradicciones entre la misma clase social reaccionaria que gobierna al país. Esa misma capa de la sociedad que demostró homogeneidad de intereses para arrebatar y luego sostenerse en el poder, hoy se declara dividida ante la proximidad de nuevos impuestos. La IP reclama del gobierno calderonista impunidad total en materia de contribuciones, no quiere que se le toque con nuevos impuestos, le pasan la factura y le recuerdan que el sitial que ocupa el espurio se los debe a ellos. A través de declaraciones de prensa le mandan un recado a su peón advirtiéndole que “el sector privado rechazará tajante cualquier intento de la autoridad para aumentar los ingresos a través de los contribuyentes cautivos, por lo que el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) analiza la posibilidad de crear un frente común para no avalar la imposición de nuevos gravámenes”.
Por su lado, Salomón Presburger, presidente de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), recordó que “los 12 millones de mexicanos que operan en la informalidad representan un enorme potencial de recursos públicos, pues actualmente no pagan impuestos pero sí utilizan servicios públicos” El sector acaudalado, integrado y dirigido por una minoría rapaz y sin escrúpulos, presiona al ejecutivo en el afán de salvar de manos del fisco sus morrales de dinero. Vuelven a exhibir su vieja bandera, que se eche mano de los impuestos al hambre, quieren “formalizar a la economía informal” para exprimir más el bolsillo de quienes no gozan de ninguna prestación social.
La economía informal crece exponencialmente ante la falta de plazas de empleo, crece ante la irresponsabilidad gubernamental y de los empresarios, no porque represente una alternativa en la “feria de las oportunidades”. Los parias que ganan el sostén de su familia limpiando vidrios en los cruceros, vendiendo tacos en la vía pública, o dándole bola al calzado, son los obreros lanzados a la calle por la industria “que no pudo competir en el paradigma del TLCAN”, y todavía se les quiere sangrar con un impuesto para sostener un estado de privilegios del cual ellos no gozan ni participan. En el estatus actual, el fisco y todas las instituciones, el Estado mismo, son propiedad de la oligarquía, de la plutocracia, aquí no se entienden los principios de solidaridad entre las clases sociales, el “bien común” es una falacia. Sólo cambiando al actual régimen se podrá lograr que pague más quien más tenga, menos el que menos tenga, y el que nada tenga que no se le quite, por el contrario, que se le dé.
Las clases medias se proletarizan. La crisis económica golpea también a la pequeña y mediana burguesía. Ese sector de la sociedad que se desarrolla y crece numéricamente cuando hay estabilidad y crecimiento económico, está ahora sufriendo su mayor contracción en décadas. La actual crisis financiera amenaza con desaparecer ese sector, sólo un reducido número ha logrado salir adelante y colocarse codo con codo con la aristocracia, la gran mayoría sigue su descenso en picada, se están proletarizando.
Una sola nota de prensa nos ilustra ese hecho: México, 13 de agosto (OEM-Informex) “La venta de autos nuevos en México tuvo una caída de 33.8 por ciento en el mes de julio, comparado con el mismo mes de 2008, en tanto que la producción decreció 24.8 por ciento, y las importaciones disminuyeron 25.6 por ciento. Sin embargo, la caída en el mercado se desaceleró, ya que en meses previos el desplome llegó a rozar el 50 por ciento.
“Las proyecciones de la industria automotriz para el cierre del año, de acuerdo con el comportamiento del mercado y a la complicada situación económica que se presentará para los siguientes meses, contempla ventas de 770 mil unidades, el mismo nivel de 1999.” –hace diez años- Conclusión: la clase media está comprando menos, su capacidad para adquirir autos nuevos y viajar a Europa a disminuido sensiblemente. Por su capacidad de consumo, se entiende que las clases proletarias no pueden adquirir un auto nuevo, quedan descartados automáticamente como clientes de la industria. Se entiende también que los fabricantes de automóviles no sobrevivirían si su producción estuviera destinada únicamente a satisfacer la demanda de las clases poseedoras, en razón de ser un sector minoritario de la sociedad. Resulta obvio, pues, que son las clases medias donde se ubican la mayoría de los compradores de autos nuevos. Si los monopolios de la industria automotriz están en crisis no hay duda que es resultado directo de la crisis que afrontan las clases medias.
Pero sin duda la clase trabajadora es la más golpeada en la actual crisis sistémica. Si los clasemedieros sufren al no poder comprar un auto nuevo, las clases proletarias sufren más la pérdida de su empleo. Esto se convierte automáticamente en el detonante de todos los problemas del país, porque además de la angustia y la zozobra del desempleado por resolver la sobrevivencia propia y de la familia, tiene que ver con la contracción del consumo, con el mercado interno, con la salud del fisco, y con el aumento de la violencia social. Por ello se considera que los indicadores más efectivos para medir la salud de la economía es el estado que guardan los salarios, el poder adquisitivo y el empleo. Es en la mesa de los trabajadores donde mejor se puede calificar la efectividad de toda política pública, pues todo desarrollo que no se traduce en bienestar de la población resulta inmoral.
Según las cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), de octubre de 2008 a julio de 2009 se han perdido 667 mil 813 empleos. Aunque si bien es cierto que de manera acumulada en junio y julio se registró un incremento global de 33 mil 503 empleos, dicho aumento cacareado por la derecha gobernante, sólo benefició a los empleos eventuales urbanos, ya que en los empleos permanentes se registra una pérdida de 8 mil 397 empleos, durante dicho lapso de junio-julio.
Según el Instituto, en julio de 2009 había 13 millones 808 mil trabajadores, mientras que en octubre de 2008 se tenían registrados 14 millones 475 mil trabajadores, lo que da el balance negativo de 667 mil 813 empleos perdidos. Según la misma fuente, de octubre de 2008 a julio de 2009, el sector más afectado fue el de los empleos permanentes, que es este período ha registrado una pérdida de 579 mil 216 asegurados, al pasar de 12, 824 700 a 12, 245 484 trabajadores.
En el mismo renglón del desempleo, la Secretaría del Trabajo sostiene que, de enero a julio de este año, el rubro más afectado ha sido el de los trabajadores eventuales del campo, mismo que ha registrado una dramática pérdida del 57 por ciento, lo que no dice es que tal contracción del empleo en el campo es resultado del TLCAN, mismo que en los 15 años de operación ha desaparecido cinco millones de empleos rurales.
(Continuará en la IV entrega)

domingo, 16 de agosto de 2009

(segunda entrega)
CONVULSION SOCIAL O EMANCIPACION PACIFICA
¿COMO SE RESOLVERAN LAS CONTRADICCIONES SOCIALES EN MÉXICO?

El proceso revolucionario en nuestro país está plenamente vigente, sigue su marcha. La teoría de la armonía entre las clases sociales -entendidas éstas como categorías económicas en que se divide la sociedad- sólo será posible en la medida en que desaparezca la causa que les dio origen, la propiedad privada.
A pesar de quienes piensan que el hablar del proceso revolucionario es anticuado y fuera de moda, por el hecho de que la actual clase política gobernante sacó de su vocabulario habitual esas palabras profanas y obscenas que ofenden los oídos de las clases opulentas, no es así, todo el proceso histórico y nuestra vía nacionalista de desarrollo están hoy más vigentes que nunca.
Cada vez hay más mexicanos descontentos, las contradicciones sociales van en aumento; ésta realidad concreta está organizando el campo de batalla donde habrán de colisionar las fuerzas en pugna. Cuando el abismo que separa la sociedad es tan profundo que no deja lugar más que para muy pobres o muy ricos; cuando las clases medias se proletarizan y son obligadas por su precariedad a hacer causa común con los marginados, entonces hay que prepararnos y tomar posiciones, porque lo que viene no es precisamente la “armonía” entre las clases sociales que pregona muy seguido la derecha en el poder, ni los huecos y cursis promocionales de la H. Cámara de Diputados, que ofenden la inteligencia del pueblo con el estribillo que afirma que “todos somos México”; lo que viene es el rompimiento de lo que ya está roto y la separación de lo que ya está separado, porque con las contradicciones insalvables que se viven la política no puede unir lo que la economía divide.
Para resumir y sintetizar esta idea, podemos afirmar que vivimos la conmoción del presente, el cual dará su lugar al porvenir. Para nuestro país esto significa la construcción de la cuarta etapa del proceso revolucionario; una transformación social, política y económica de tal envergadura y profundidad como lo fueron las tres etapas que le precedieron, a saber: la Revolución de Independencia, La Reforma, y la Revolución Mexicana.
Por lo que escribo y sostengo en estas líneas, lo más probable es que se me descalifique con el grado de “catastrofista”, por lo regular así sucede siempre en estos tiempos cuando alguien fija su postura en oposición al régimen de la derecha. Por lo que a mí respecta no tengo inconveniente en que se me llame como se quiera, sólo quiero recordar en este espacio que no soy el único en advertir la maduración del proceso del desarrollo en el cual estamos inmersos. Carlos Slim Helú, el mayor exponente de la concentración de la riqueza en nuestro país, dueño de más de la mitad de las acciones bursátiles que se mueven en la Bolsa de Valores de México, el mayor contribuyente del fisco, y el mayor explotador con más de 350 mil empleados que le entregan su plusvalía diariamente, el segundo hombre más rico del mundo, es también el mayor “catastrofista” que se opone a las medidas económicas implementadas por el calderonato. Ha criticado y cuestionado las políticas gubernamentales no tanto porque esté a favor de los pobres, sino porque ha percibido con claridad que las medidas que sostiene la dictadura neoliberal llevan al país directo al despeñadero, y en ese caos y zozobra también sus altísimos intereses peligran.
Este singular empresario fue quemado en leña verde por los golpeadores a sueldo del régimen, en campaña mediática organizada y financiada desde Los Pinos, por lo que se atrevió a sentenciar durante su participación en el foro “México ante la crisis: ¿Qué hacer para crecer?, organizado por el Senado de la República en septiembre del año pasado. El hombre de negocios enumeró que entre los problemas que enfrentaría la economía del país por motivo de la crisis, estarían el decrecimiento del PIB, el desempleo masivo y la quiebra de empresas.
Carlos Slim, investido ya con el anatema de “catastrofista”, hace seis meses, sugirió al gobierno federal no utilizar lo que definió como “monopolios del Estado” para sustituir la recaudación fiscal. Dijo que compañías como Luz y Fuerza, Comisión Federal de Electricidad o Pemex, deben manejarse de manera autónoma y fuera de la constitución del presupuesto federal. Y agregó: que no se suba la energía para recaudar fiscalmente, que no se use la gasolina, eso debe ser aparte, deben ser empresas que se manejen con autonomía y fuera del presupuesto para evitar que cuando no se autorice un ingreso no se suban los precios y se obtenga esa recaudación”.
El 9 de febrero, al anticipar que el caos financiero mundial traería consigo gran desempleo y quiebra de empresas, Slim Helú llamó a volcarse a la economía interna para enfrentar la situación. Una posición contraria a los cánones establecidos por la dictadura neoliberal; nadie lo escucha, ponen oídos sordos a las sugerencias del empresario. Que lo hace en defensa de sus propias empresas es cierto, pero el pueblo es el mayor perjudicado. Los alimentos siguen al alza, el Pan y la azúcar acaban de subir, las cuotas de peaje en las autopistas, el costo de la energía eléctrica, y ya por ahí se habla otra vez de eliminar los subsidios a los combustibles como gas y gasolina y el cobro de IVA en alimentos y medicinas.
Un artículo anterior, escrito a principios del año, lo titulé “catarrientos y catastrofistas, las dos versiones sobre la realidad nacional”. En el mismo hablaba del optimismo gubernamental para tratar el tema de la crisis financiera; el secretario de Hacienda acostumbraba por ese entonces decir que nuestra economía si acaso le daría un simple “catarrito” como repercusión de la crisis mundial, era muy dado en sostener que la macroeconomía estaba sana y que no había de que preocuparse. Pues para sorpresa de muchos ese mismo funcionario se ha colocado ya del lado de los “catastrofistas” porque ya no pudo seguir sosteniendo la teoría de los catarros.
El titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Agustín Cartens, afirmó recientemente en su comparecencia ante los senadores que México está enfrentando actualmente el shock financiero más fuerte de los últimos 30 años. Durante el inicio de las audiencias públicas organizadas por el Senado de la República expuso asustado que hay una brecha de 480 mil millones de pesos respecto de la Ley de Ingresos aprobada para este año, la cual equivale a más del 4.0 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). De éstos recursos, refirió, 211 mil millones de pesos corresponden al impacto de la caída del precio del petróleo y la plataforma de producción (¿dónde quedaron los excedentes de los altos precios petrolíferos?), y casi 270 mil millones de pesos por el efecto de la caída en la actividad económica. ¿Pues no que no había de qué preocuparse? Por lo menos en los últimos 30 años nunca se había tenido una contingencia económica tan grande, como la que estamos enfrentando ahora, afirma el secretario. La pregunta es cómo se tapará ese enorme hueco y quién pagará las consecuencias; la respuesta es automática, sangrando al pueblo, es de la única manera que saben hacerlo los fundamentalistas neoliberales.
Diciendo y haciendo, con el hacha al lado el secretario de Hacienda ha comenzado a cercenar el presupuesto en perjuicio de los estados y municipios. Todas las entidades de la República Mexicana están en una situación de emergencia económica, la falta de recursos puede desencadenar una crisis en la gestión básica de servicios públicos, pues algunos de éstos se tendrán que suspender, al igual que obras prioritarias para la población. Marcelo Ebrard, el jefe del gobierno capitalino, puso el dedo en la llaga al afirmar que la caída de recursos estatales ya rebasó el 28 por ciento. En un pronunciamiento el mismo funcionario demandó a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, así como a los diputados de la próxima legislatura, “rescatar a los ayuntamientos con la utilización de fondos ociosos, porque algunos presidentes municipales se van a quedar con dos o tres empleados, ante la falta de dinero.
Rechazó abiertamente la propuesta planteada por las autoridades hacendarias, en el sentido de bursatilizar recursos, porque, señaló, sólo alcanzarían para menos de la mitad de lo que resta de 2009. Por eso digo que, -sigue señalando Ebrard-, estamos en una emergencia. Y debe ser la más absoluta prioridad resolver esto, a la brevedad posible, por los impactos que tiene en las entidades federativas. Si esto no se resuelve, se tendrán que suspender obras, reducir programas sociales, o ajustar de tal manera los programas que actualmente están en curso en materia de agua, en materia de transporte público, etcétera. Manifestó el gobernante que se pretende endosarles la factura a los gobiernos estatales, cuando las decisiones que llevaron al actual estado de cosas nunca les fueron consultadas a pesar de su grave impacto social”. Alertó Ebrard Casaubón. Los recortes presupuestales están profundizando las contradicciones entre los municipios, entidades federativas y la federación.
(Continuará en la tercera entrega)
CONVULSION SOCIAL O EMANCIPACION PACIFICA
¿COMO SE RESOLVERAN LAS CONTRADICCIONES SOCIALES EN MÉXICO?
(Primera entrega)

La única ley inconmovible es la ley del cambio. De la mano de las leyes de la dialéctica todos los pueblos de la tierra –unos más pronto y otros más tarde- transitan la ruta de los profundos cambios y transformaciones sociales; la rueda de la historia es imparable. Las generaciones actuales están sintiendo en carne propia la conmoción del presente que dará lugar al porvenir.
El detonante de esos cambios cualitativos en esta etapa de la evolución histórica, es sin lugar a dudas la explosión del modelo económico neoliberal en el orbe entero, mismo que derivó en la catástrofe financiera que sacude todos los basamentos teóricos que sostienen al caduco orden económico internacional. El desempleo y la hambruna crecen al mismo ritmo que la contracción de las economías, el comercio se reduce alrededor del mundo. Ha quedado demostrado a lo largo de la historia, que cuando las relaciones de producción entran en contradicción insalvable con el desarrollo de las fuerzas productivas se han desencadenado los procesos sociales de más grande envergadura.
Sin embargo, el camino de los pueblos hacia su liberación nunca ha sido libre de obstáculos y resistencias; una y otra vez se ha tenido la necesidad de vencer en fieras batallas a las fuerzas retardatarias que se oponen a la marcha de la historia. El pueblo de Honduras es un caso ilustrativo de esa aguda polarización de fuerzas encontradas por la conducción del mando en ese país. El presidente Manuel Zelaya, atendiendo su deber de gobernar para el pueblo se atrevió a tocar los intereses de la oligarquía, y ésta, engallada y con el apoyo de la ultraderecha norteamericana organizaron un golpe de Estado y lo derrocaron del poder. ¿Cuáles fueron los delitos que cometió el presidente Zelaya y que la oligarquía no le perdonó? Veamos sólo dos medidas que irritaron a los oligarcas.
Primera. Con la intención de favorecer al consumidor, al iniciar su mandato, en octubre de 2006, lanzó una licitación internacional para terminar con el monopolio que sobre la compra y distribución del combustible venían ejerciendo, desde hace 80 años, las compañías Chevron, Exxon Mobil, Shell, y la local Dippsa. Las transnacionales petroleras acostumbradas a que nadie interfiera en sus privilegios, argumentaron que “con la iniciativa del Ejecutivo afectaría drásticamente su rentabilidad en Honduras” Segunda. El Poder Ejecutivo, en el mes de diciembre de 2008, decidió aumentar el salario mínimo de 181 a 289 dólares, para que así al menos los trabajadores urbanos alcanzasen a cubrir sus necesidades alimentarias. Bajo este mismo concepto, el incremento en las zonas rurales alcanzó el 18 por ciento. Se optó por esta medida en vista que tanto patronos como sindicalistas no llegaron a ningún acuerdo, caso en el cual la ley faculta al ejecutivo para decidir unilateralmente el monto a incrementarse, teniendo como parámetro el costo de la canasta básica. Tales medidas bastaron para que la oligarquía criminal declarara al presidente Zelaya como enemigo de la humanidad; ese fue el caldo donde se cultivó el golpe de Estado en los laboratorios de la extrema derecha hondureña bajo la dirección de los intereses del imperio yanqui. Resultado: convulsión social, la resistencia del pueblo ha hecho de las calles su campo de batalla y el ejército golpista y represor atrincherado para defender la tiranía.
De hecho, estas resistencias a la liberación de los pueblos se manifiestan también en el corazón del imperialismo. El presidente Obama, mismo que ha mantenido una tendencia liberal en su discurso, ha sido víctima también de un golpe de Estado propiciado por la ultraderecha que sigue gobernando tras la silla a los estadunidenses y al mundo entero. Los intereses imperiales son manejados directamente por los altos círculos del Pentágono, el Partido Republicano y la Secretaría de Estado, en Manos de la pseudodemócrata Hilary Clinton, quienes han relegado al primer mandatario a la calidad de figura decorativa.
En nuestro país, la gran pregunta es cómo se resolverán las profundas contradicciones sociales que se han ido acumulando a lo largo del reinado de la dictadura neoliberal; no podemos saber si será a través de una convulsión social que abra el camino a los cambios cualitativos de manera súbita, o será mediante una emancipación pacífica institucionalizada. Hay que decirlo, resolver las contradicciones mediante los mecanismos de la democracia formal es una ruta que cada vez se ve más lejana, sobre todo después del fraude electoral del 2006 y con los hechos que observamos en Honduras. La oligarquía y sus partidos políticos han consagrado y defendido el derecho del “voto universal libre y secreto” a condición de que ese derecho no se convierta en fuerza capaz de cambiar el estatus actual; si la voluntad popular expresada en las urnas quiere cambiar en algún sentido que perjudique los privilegios de la oligarquía, entonces echan mano de los golpes de Estado.
El altísimo grado de abstencionismo electoral es una muestra de que el ciudadano no se siente representado en sus intereses por los partidos políticos actuales, y es claro que ese descontento popular está buscando otras vías para expresar su inconformidad. La idea de que con el voto se resolverán las contradicciones sociales se ha ido alejando cada vez más de la población; el acto de sufragar es percibido más como un acto para legitimar y conservar, no para cambiar.
Revisemos brevemente las contradicciones sociales que originaron el estallido social de 1910. ¿Qué fue la Revolución Mexicana? La vía de la violencia armada fue la única alternativa, porque todos los demás cauces se habían cerrado a la solución de contradicciones profundas que se acumularon en el seno de la sociedad mexicana. Contradicciones insalvables entre las comunidades indígenas y los campesinos que habían perdido todo, tierra y libertad, frente a los hacendados; contradicciones profundas entre el proletariado rural y los hacendados, porque los primeros carecían de todo derecho y vivían en constante zozobra ante la inestabilidad del trabajo y la brutal represión de las acordadas.
Contradicciones profundas entre los hacendados de mentalidad avanzada, partidarios de la agricultura moderna, frente a los señores feudales, dueños de la mayor parte del territorio nacional, que basaban su riqueza en la explotación inmisericorde de los campesinos y los trabajadores rurales; contradicciones entre los obreros, capa social todavía sin fuerza desde el punto de vista numérico, pero ya con claridad respecto del futuro de México, frente a los dueños de las industrias, que reconocían como única ley la obtención de altas utilidades, a costa del trabajo intensivo de sus trabajadores; y contradicciones insalvables entre una nación que quería desarrollar sus fuerzas productivas y la presencia de poderosas empresas monopólicas que aplicaban su propia ley en nuestras industrias o en los territorios que controlaban, y que nunca cedieron técnica alguna para el desarrollo del país.
El carácter de estas contradicciones fue lo que determinó el contenido de la revolución misma, y de la poderosa alianza de fuerzas que la hicieron posible. Por eso fue una revolución popular, porque respondía a los anhelos de justicia de millones de campesinos y del proletariado rural; por eso fue una revolución antifeudal, porque se orientó a destruir el monopolio de la tierra, obstáculo principal para el desarrollo de las fuerzas productivas; por eso fue una revolución democrática, porque se orientaba a la obtención de derechos democráticos elementales; y por eso fue una revolución nacionalista y antiimperialista, porque se propuso recuperar para la nación las riquezas nacionales que usufructuaban sin límites y sin normas los capitales extranjeros. Y por esas razones fue una fuerza incontrolable que aplastó toda resistencia, porque movilizó a los millones de mexicanos marginados y dispuestos a modernizar el país, en el sentido de ubicarlo al ritmo de las transformaciones técnicas que operaban en el mundo en esos días, en función fundamentalmente de los problemas principales de la nación.
Como lo afirmara el maestro Vicente Lombardo Toledano: “La Revolución Mexicana fue un movimiento parcial, unilateral, no un movimiento de todos los mexicanos, porque se hizo a pesar y contra las fuerzas que se beneficiaban de la tremenda injusticia que prevalecía en la sociedad mexicana. La Revolución no se hizo para contentar a todos los mexicanos sino que se hizo para descontentar a algunos, muy pocos, y para contentar a la mayoría. La Revolución no se hizo para contentar a la llamada iniciativa privada, ni al clero político, ni mucho menos al imperialismo norteamericano. Por esa razón, mientras no contentemos a la mayoría de los mexicanos, que la forman los obreros, los campesinos, los trabajadores del Estado, los intelectuales y otras capas de la sociedad mexicana, habrá movimiento revolucionario y el proceso seguirá plenamente vigente”. (Continuaremos en la segunda entrega.)

domingo, 2 de agosto de 2009

SÉPTIMO ANIVERSARIO DE ESTA COLUMNA
"El verdadero periodismo es intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Hablo, obviamente, del buen periodismo. Si leéis los escritos de los mejores periodistas, comprobaréis que se trata siempre de periodismo intencional. Están luchando por algo. Narran para alcanzar, para obtener algo. Esto es muy importante en nuestra profesión."Ryszard Kapuscinski, en "Los cínicos no sirven para este oficio"
Alabanza en boca propia es vituperio. Debemos evitar en lo posible la práctica de hablar en primera persona, no es saludable el egocentrismo ni el narcisismo porque son conductas propias del individualismo enfermizo que promueve el régimen imperante del modo de producción capitalista y la propiedad privada. Más sin embargo, por esta ocasión que considero especial, pido permiso a usted para referirme al séptimo aniversario de esta columna y del servidor que esto escribe.
Teniendo muy en cuenta que “las ideas dominantes en toda época han sido las de las clases dominantes”, hace ya siete años que por estas fechas comencé a escribir en este espacio que generosamente se me brindó, por la inquietud fundamental de participar en la intensa batalla de las ideas de nuestro tiempo. Alejado totalmente del pragmatismo neutral de los supuestos “librepensadores”, y provisto con las armas ideológicas de la trinchera en que milito inicié este espacio en busca de la agitación y la elevación de las conciencias, sobre todo de las masas trabajadoras.
A través de esta columna, y dada mi escasa capacidad teórica, hago un verdadero esfuerzo por comprender los cambios vertiginosos de nuestro tiempo y de alcanzar el ritmo inconmovible de las leyes de la dialéctica. El mundo corre a una velocidad impresionante; múltiples hechos se suceden uno tras otro que requieren de interpretación y enjuiciamiento objetivos para entender la realidad. La crítica constante que recibo en mi correo electrónico, lejos de anatemizarla, la agradezco y la contesto en términos cordiales, con el respeto que merecen los adversarios ideológicos.
Nunca he reclamado el hecho de que no se me invite a las celebraciones anuales con motivo de la libertad de expresión, esos ágapes que organizan las autoridades y la clase política para “agradecer” a los periodistas su labor informativa. Por lo que escribo, entiendo que soy una persona non grata en esos círculos donde muy a menudo se acostumbra medrar con lo que se escribe; algo que he aprendido durante estos años es que las plumas del pavo real se cotizan tan altas como el interés de sus compradores.
No soy como aquel periodista que reclamaba en su columna el hecho de no haber recibido la caja de galletas que otros comunicadores si recibieron de parte de un precandidato. El colega, profesor Jesús Payán Serrano, un priísta de la vieja guardia y claras convicciones, gusta decir en su columna que “se le murió una tía” cuando hay necesidad de justificar su ausencia en alguna comilona donde no haya sido invitado; yo digo, que si el precio que hay que pagar por mantener la independencia de nuestra opinión es el no ser invitado en donde mi presencia no es bienvenida, con gusto lo seguiré pagando, los días que me resten de vida. Mientras el director del periódico siga aceptando mis colaboraciones semanales, la Gaceta Proletaria seguirá siendo una humilde contribución a la batalla contemporánea de las ideas; una voz de los sin voz, y un espacio de denuncia permanente, siempre a favor de las fuerzas sociales que habrán de construir el porvenir.
Recuerdo que fue el día 8 de julio, verano del año 2002,
cuando decidí visitar las oficinas del periódico para entrevistarme con su
director, en aquel entonces era el periodista Luís Gómez Zamora, para
plantearle mis inquietudes y solicitarle un espacio para dar cabida a mis
colaboraciones periodísticas. Se portó atento y muy amable, accedió a mi
petición de manera inmediata, quedando de enviarle al día siguiente mi
primera colaboración; misma que fue publicada el 10 de julio de 2002. Tiempo después, se dio un cambio en la dirección del periódico y
fue el distinguido amigo Miguel Ángel Moreno Lago quien se hizo cargo como
Director del prestigiado diario hasta esta fecha, de quien sigo
recibiendo su trato amable y respetuoso para mis artículos, cosa que le
agradezco profundamente, pues todos mis artículos han sido publicados sin censura alguna.

No tengo como norma responder a las ofensas personales que llegan a mi
correo, sí respondo a la crítica seria y responsable. Alguien me preguntaba
muy ofendido ¿y tú quién eres, porqué lo haces, cuánto te pagan “maldito
comunista”? A él debo responderle: No soy un mercenario de la pluma,
tampoco un intelectual. No soy un cuadro académico ni profesionista, soy un
humilde obrero con conciencia clara de su clase y posición social, que ha
hecho de todo en la vida para su sobrevivencia. Mis pertenencias caben en una maleta, no soy afecto a las posesiones materiales, trato de ser fiel a la premisa “nada es para mí todo es para todos”

La formación clasista a la que aludo la he ido adquiriendo por los
caminos de la vida y en la militancia lombardista. Recuerdo que en 1976,
contando con 14 años de edad, acompañé a mi padre y mis hermanos al mitin de
cierre de campaña del PPS y su candidata, la profesora Petra Santos, en su
lucha por la Presidencia Municipal. La concentración se llevó a cabo en la
calle sexta, entre la avenida Zaragoza y Félix Contreras, sin lugar a
dudas, esa fue una de las mayores concentraciones políticas en la historia
de San Luís Río Colorado. Además de otros personajes, en el presídium del
mitin estaba en representación de la Dirección Nacional del PPS el compañero
Manuel Fernández Flores, mismo que hoy es nuestro dirigente nacional. Un
cierre de campaña apoteótico que dejó hondas huellas en la conciencia de mi
niñez; estoy seguro que la victoria electoral fue nuestra pero nos la
arrebataron.

Después en 1979, en la campaña de Fernando Peña Benítez, participé ya
de una manera más regular en los mítines, volanteando y haciendo pintas. A
resultas de esa campaña y de la entonces reciente Reforma Política de López
Portillo, Esteban Rojas Saldivar fue el primer diputado plurinominal surgido de San
Luis, y Juan García Terán, en ese tiempo dirigente municipal del PPS
(pariente de Nicolás Hernández Terán) fue Regidor del Ayuntamiento
encabezado por Rodolfo Rogel Villa en el trienio de 1979-1982. Después, el
servidor que esto escribe fue Regidor también en el trienio del presidente Jesús Bustamante Salcido de 1988-1991. Esas fueron mis primeras experiencias que marcaron la rebeldía de mi juventud y que me siguen dando aliento hasta hoy.

El sólo hecho de poder narrar esta pequeña historia en este espacio,
que dan cuenta de mi concepción del mundo y de la vida, demuestra que
nuestro periódico Tribuna de san Luís, que dirige atinadamente el
distinguido periodista Miguel Ángel Moreno Lago, no sólo le da cabida en sus
páginas a los politólogos e intelectuales de alto rango y elevada
preparación académica, sino también abre sus espacios a las opiniones de los
humildes trabajadores, como son los casos del compañero Nicolás Hernández Terán que escribe puntualmente la columna “Voces de la Calle”, y este servidor.

Esta columna puede leerse en el espacio que me brinda el periódico Tribuna de San Luis, de la Organización Editorial Mexicana (OEM); también es publicada por el semanario Alianza News, de San Francisco California, USA; en el periódico hecho especialmente para la internet, Diario Libertad, y en otros periódicos del país que reciben la colaboración y la publican esporádicamente. Si usted está interesado en leer artículos atrasados, puede usted acceder al blog de esta columna: gacetaproletaria.blogspot.com Ahí encontrará publicado el artículo que usted le interese. A todos los que me han dispensado su tiempo para leer la columna durante estos años, reciban de mi parte un fraternal y caluroso saludo. Gracias.