sábado, 12 de diciembre de 2009

BOLIVIA SIGUE CONSTRUYENDO EL SOCIALISMO
EVO MORALES DESATO LA FUERZA DE SU PUEBLO

El pueblo de Bolivia se alzó con la victoria nuevamente bajo la conducción de su comandante en jefe, el presidente Evo Morales, quien acaba de ganar su reelección el pasado 6 de diciembre por abrumadora mayoría asegurando por cinco años más el proceso en marcha de la construcción del socialismo en la patria que lo vio nacer. El mandatario indígena surgido de las masas oscuras desató la fuerza de su pueblo; la contundencia de la victoria popular alcanzada, con una participación en las urnas del 95 por ciento del padrón electoral y obteniendo el respaldo en más del 63 por ciento, es una aportación del pueblo boliviano a la experiencia histórica universal que nos muestra que el pueblo unificado es invencible ante las acechanzas de las fuerzas que sirven al capital financiero internacional y la reacción interior, mismas que no han podido levantar cabeza en un pueblo conducido con firmeza por un comandante de esclarecida conciencia y sólida formación ideológica, como lo es el presidente Evo Morales.
En cualquier parte del mundo el pueblo es quien forja sus propios conductores. Revisemos brevemente lo que ha sido la trayectoria social y política del hombre que conduce este proceso revolucionario, engendrado en la circunstancia particular de su pueblo: Juan Evo Morales Ayma, nacido en Isallavi en 1959, Político y líder del movimiento cocalero boliviano. Presidente electo de la república desde el 18 de diciembre de 2005, es el primer indígena en la historia de Bolivia que ha alcanzado la jefatura del estado, en un país en el que más de la mitad de la población es indígena.
Su victoria coincidió con un momento de giro a la izquierda en numerosos gobiernos de América Latina (lo que refuerza su protagonismo en el contexto histórico regional) y se produjo tras una serie de movilizaciones populares que tuvieron como objetivo reclamar el derecho histórico al cultivo de coca de los indígenas y promover un mayor beneficio de los recursos naturales del país para los bolivianos.
Nacido en la pobreza. Evo Morales fue el segundo de tres hermanos en una humilde familia aymara que residía en una pequeña aldea rural del altiplano boliviano. Dionisio Morales, María Aymara y sus hijos subsistían en condiciones de extrema penuria, con los pocos recursos que extraían de las labores agrícolas y ganaderas, en una vivienda minúscula de adobe y paja. El pequeño Evo compaginaba sus primeros años de formación escolar con las tareas de labranza y pastoreo. Entre los cinco y los siete años no estuvo escolarizado porque la familia se trasladó a Jujuy (Argentina) para trabajar en los cañaverales azucareros.
De vuelta en su pueblo natal, Evo retomó los estudios, aunque la miseria obligaba a sus padres a emprender viajes ocasionales en busca de sustento y el chico se ausentaba habitualmente de la escuela. Para cursar la secundaria se desplazó hasta Oruro, la capital del departamento, e ingresó en un colegio de estudiantes sin recursos. Logró pagar sus clases y su estancia en la ciudad con trabajos diversos como albañil, panadero e incluso trompetista, y en 1977 se graduó como bachiller. Aquel día fue, según testimonio del propio Morales, el último de su vida en que se vistió con el traje y la corbata de la clase dominante.
Cumplió el servicio militar en La Paz, donde sufrió episodios de discriminación manifiesta por su doble condición de indígena y pobre, y en 1980 regresó a Isallavi. Dos años después, la familia al completo abandonó la aldea y, junto a miles de emigrantes del altiplano, viajó hacia Cochabamba, huyendo de la precariedad y la miseria. Los Morales se instalaron en Puerto San Francisco (Chapare) y buscaron oficio en labores hortofrutícolas, primero como arroceros y después como cocaleros.
La familia logró cierta estabilidad laboral con el cultivo de la hoja de coca, uno de los más estables en la región por la demanda creciente del narcotráfico, y Evo comenzó a adquirir notoriedad como líder local entre el campesinado indígena. Desde muy joven había demostrado preocupación por la realidad social y política de su pueblo y por la lucha de los más desfavorecidos, así que decidió encauzar su activismo en las filas del sindicalismo agrario. Con la obra del intelectual marxista Fausto Reinaga (fundador del Partido Indio Boliviano) en el bolsillo, y la creencia de que había llegado el momento de implicarse en el indigenismo militante, Evo Morales ingresó en 1983 en el sindicato agrícola de San Francisco.
Su carrera sindical fue rápida. Primero asumió la secretaría de deportes; en 1985 ya ocupaba la secretaría general, y en 1988 fue elegido secretario ejecutivo de la Federación del Trópico de Cochabamba. Precisamente aquel mismo año, el gobierno conservador de Paz Estenssoro sucumbió a las presiones de la Administración estadounidense y logró sacar adelante en el congreso la ley que restringía la producción de hoja de coca.
La sustitución gradual de las cosechas por cultivos alternativos de dudosa rentabilidad y la destrucción forzosa de siembras sin derecho a indemnización, previstas en la ley, encendieron las protestas del movimiento cocalero que no estaba dispuesto a que los poderes públicos internacionales buscaran soluciones al narcotráfico criminalizando la labor del agricultor.
En 1989 y ya con el socialdemócrata Paz Zamora en la presidencia, la Federación del Trópico de Cochabamba, liderada por Morales, se movilizó contra los planes gubernamentales de reducir la superficie agrícola destinada al cultivo de coca y amenazó con responder de forma violenta si las fuerzas de seguridad del Estado trataban de imponer la ley en Chapare.
La lucha del movimiento cocalero por mantener su única fuente de recursos arreció en 1993 con la llegada de Sánchez de Lozada al palacio presidencial. El nuevo líder conservador, ferviente defensor de los planes de erradicación de cultivos de coca, encontró en los sindicatos agrícolas una fuente permanente de contestación. El verano de 1994 fue testigo de uno de los enfrentamientos más relevantes entre el gobierno del MNR (Movimiento Nacional Revolucionario) y el gremio cocalero.
Apoyado por la DEA (Agencia Antidroga) estadounidense, Sánchez de Lozada ordenó la ejecución del llamado plan "Nuevo Amanecer" con el objetivo de destruir un 10% de las cosechas de cocales en Chapare. La protesta de los agricultores fue masiva y la represión militar se cobró la vida de un joven campesino. Evo Morales, que por entonces presidía el Consejo Andino de Productores de Coca (CAPHC) y la Confederación de Productores de Coca del Trópico de Cochabamba, convocó una marcha multitudinaria hacía La Paz y, después de tres semanas de movilización, llegó a la capital con 4.000 campesinos para forzar una negociación con el Ejecutivo.
Las demandas del gremio cocalero traspasaron las fronteras de Bolivia en 1995 con la gira que su líder emprendió por diversos países europeos. Entretanto, las protestas campesinas continuaban convulsionando la vida política del país y, desde algunos despachos políticos, se impulsaba una campaña de desprestigio contra Morales.
El movimiento sindical entendió entonces que había llegado el momento de dar el salto a la arena política y participar en primera línea en la toma de decisiones para transformar Bolivia. Así, el 27 de marzo de 1995, un nutrido grupo de asociaciones indígenas y campesinas constituyeron la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP) y el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP). Alejo Véliz, un indio quechua, asumió la jefatura orgánica de la nueva formación.
La ASP-IPSP no logró el visto bueno de la Corte Electoral para inscribirse como partido, así que decidió concurrir a la primera cita electoral, las municipales de diciembre, integrada en las listas de Izquierda Unida (IU); una coalición progresista liderada por el Partido Comunista. En las generales de 1997, que devolvieron el poder al ex general golpista Hugo Bánzer, IU logró cuatro escaños en el Parlamento boliviano. Evo Morales ocupó uno de ellos.
Los problemas de liderazgo enfrentaron a partir de entonces a Véliz (ASP) y Morales (IPSP) y el pacto fundacional se rompió. Como el IPSP no conseguía el permiso oficial para registrarse como formación política, el líder cocalero buscó una marca electoral en la cual integrar su proyecto. Negoció con David Añez, jefe del Movimiento Al Socialismo-Unzaguista (MAS-U), y en enero de 1999 Morales fue elegido presidente del nuevo IPSP-MAS, que simplificó de inmediato sus siglas y quedó reducido a MAS.
Evo Morales, primer presidente indígena. Durante el nuevo mandato banzerista se recrudecieron los enfrentamientos con el campesinado cocalero que, de forma general, respaldó las candidaturas del MAS en las municipales de diciembre de 1999. No en vano Evo Morales había incrementado su popularidad al frente de las masivas marchas, movilizaciones, paros, cortes de carretera y demás medidas de protesta emprendidas contra el llamado "Plan Dignidad" del gobierno que contemplaba la destrucción de 90.000 hectáreas de cocales, tipificadas como excedentarias. Morales denunció los episodios de represión militar y, desde su escaño, animó a los cocaleros a resistir frente a las fuerzas del Gobierno.
Pese a las advertencias de la Cámara, el líder aymara continuó defendiendo con vehemencia las reivindicaciones del campesinado cocalero. Durante 2001 las protestas en Cochabamba fueron continuas, más aún cuando el Ejecutivo decidió privatizar el agua e incrementar el precio de algunos productos básicos, y Morales amenazó con provocar el estallido de una guerra civil en el Chapare.
Finalmente en enero de 2002, días después de otra oleada de violentos enfrentamientos en la región, el Parlamento acusó a Morales de instigador e inició un proceso disciplinario contra el jefe del MAS. Evo Morales perdió su escaño con el voto favorable de una mayoría de diputados de las fuerzas políticas tradicionales, pero su popularidad subió como la espuma.
Hacia la presidencia. Con la certeza de que su líder había sido injustamente represaliado, el 5 de marzo de 2002, el movimiento indígena y campesino designó a Evo Morales candidato del MAS a las presidenciales. Celebradas las elecciones el 30 de junio y, a pesar de que los pronósticos aventuraban el triunfo del capitán retirado Manfred Reyes Villa, ex alcalde de Cochabamba y líder de la Nueva Fuerza Republicana (NFR), el candidato del MNR y ex presidente del país Sánchez de Lozada logró la victoria con el 22,4% de los sufragios.
Por detrás, y a escasa distancia, el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales se convirtió en la segunda fuerza más votada (20,9%). Como ninguno de los aspirantes logró la mayoría suficiente, la elección presidencial quedó aplazada a la votación del congreso y, después de algunas semanas de incertidumbre política, Sánchez de Lozada se aseguró la elección parlamentaria merced al acuerdo alcanzado entre su partido, el MNR, y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) del también ex presidente Jaime Paz Zamora. Ambas formaciones políticas suscribieron el llamado Plan Bolivia de Responsabilidad Nacional.
Los masistas, que también lograron convertirse en la segunda fuerza política en el congreso tras las legislativas, anunciaron una dura oposición. Junto a la tradicional reivindicación del mantenimiento del cultivo de cocales, la nacionalización del negocio del gas y la reforma del sistema político configuraron el trío de demandas esenciales en el ideario político de Morales.
En febrero de 2003, apenas cumplidos seis meses de mandato, Sánchez de Lozada ya tuvo que enfrentarse con una primera crisis política cuando el anuncio de la entrada en vigor de un impuesto sobre los salarios provocó una oleada de violentas protestas en las calles del país.
La policía boliviana, declarada en rebeldía, se sumó a las reivindicaciones ciudadanas y la intervención del Ejército derivó en enfrentamientos armados que se cobraron una treintena de víctimas en varias jornadas consecutivas de disturbios, saqueos y actos vandálicos. Presionado por la gravedad de los incidentes, el presidente retiró las medidas económicas que desataron la crisis, anunció un reajuste de su gobierno, con la incorporación de miembros del opositor NFR, y se comprometió a reducir el gasto público.
Las medidas presidenciales para apaciguar la crisis no surtieron efecto entre sus adversarios políticos que, con Evo Morales a la cabeza, exigieron su renuncia. Sindicatos, movimientos sociales y fuerzas de izquierda continuaron en pie de guerra con llamamientos diarios a la insurrección. Además, Sánchez de Lozada recibía advertencias directas de Washington. Los Estados Unidos, para evitar cualquier concesión a las demandas del MAS, condicionaban las cuantiosas ayudas económicas al mantenimiento de los planes de erradicación de los cultivos de coca.
Por si los problemas en el Palacio Quemado fueran pocos, la herida abierta en muchos sectores de la sociedad boliviana, desde que en la guerra de 1879 Chile arrebatara al país del altiplano su acceso al mar, se situó de nuevo en primera línea de la actualidad política en el otoño de 2003. La decisión del ejecutivo de exportar gas, principal recurso del país, a Estados Unidos, a través de un puerto chileno, actuó como catalizador de un nuevo estallido del descontento social. La represión de las asonadas callejeras se cobró la vida de más de setenta personas y precipitó, en pocas semanas, la caída de Sánchez de Lozada.
Abandonado por sus socios de gobierno y sin el apoyo de sus aliados exteriores, el 17 de octubre de 2003 el presidente huyó de La Paz y buscó refugio en Miami. Con el liderazgo de Morales ampliamente reforzado, el vicepresidente Carlos Mesa asumió la sucesión y anunció la formación de un nuevo ejecutivo independiente que instaurara la paz civil. Sin embargo, y tras algunos meses de tregua en los que Morales fue ratificado en la presidencia ejecutiva del MAS y en la candidatura a las presidenciales, regresaron las protestas a los escenarios habituales de confrontación.
Poco después de que las elecciones municipales de diciembre de 2004 colocaran al MAS como la fuerza política más votada del país, Mesa tuvo que afrontar el creciente desafío de las reivindicaciones autonomistas procedentes de la provincia de Santa Cruz y de los movimientos indígenas y cocaleros que reclamaban la nacionalización energética.
En el mes de marzo de 2005, el Parlamento aprobó la polémica Ley de Hidrocarburos; una medida que sólo paralizó las protestas de forma temporal. Las compañías petroleras, perjudicadas por la nueva norma, amenazaron con reducir sus inversiones al tiempo que los movimientos indígenas, campesinos y mineros reclamaban un endurecimiento de la ley que revertiera en beneficio de las arcas públicas.
Con este escenario y ante el temor de un rebrote de la violencia, políticos, empresarios y analistas coincidieron en señalar el adelanto electoral como la única salida a la crisis. Antes de concluir el mes de mayo, los trabajadores bolivianos tomaban diariamente las calles de la capital y ganaban credibilidad los rumores de asonadas en los cuarteles. Entretanto, los poderes ejecutivo y legislativo permanecían inmóviles ante el derrumbe de la economía boliviana que, con cada día de huelga y bloqueo, perdía alrededor de ocho millones de dólares. En un intento de apaciguar las protestas, el presidente Mesa anunció convocatorias electorales para elegir Asamblea constituyente y votar el referéndum autonómico, pero los líderes indigenistas rechazaron la propuesta y endurecieron las movilizaciones por todo el país.
En los primeros días de junio, Carlos Mesa presentó su renuncia y pidió a los representantes del Senado y de la Cámara de Representantes que facilitaran el adelanto electoral para evitar el más que previsible estallido de violencia en el país. El Parlamento aceptó la dimisión del jefe del estado y nombró sucesor, de forma interina, al presidente del Tribunal Supremo, Eduardo Rodríguez, quien, de inmediato, anunció la convocatoria de elecciones anticipadas.
Los bolivianos acudieron a las urnas el 18 de diciembre de 2005 y de forma mayoritaria respaldaron el marcado programa antiimperialista, anticapitalista y antineoliberal de Evo Morales. Dentro y fuera del país, la campaña electoral concentró una atención sin precedentes y discurrió de forma altamente polarizada entre la euforia de los adeptos al masismo, que auguraban para Bolivia una profunda transformación social, y el pesimismo de sus detractores, que intuían en el nuevo líder posiciones políticas muy cercanas a los postulados castristas y chavistas.
Con el lema "¡Somos pueblo, somos MAS!", Morales superó todos los pronósticos y ganó las elecciones con un triunfo histórico; más del 84% de los bolivianos con derecho a voto acudió a las urnas y, de ellos, el 53,7% eligió al líder aymara. El ex presidente Tuto Quiroga y su nueva formación Podemos (Poder Democrático y Social) reunió el 28,6% del escrutinio. La victoria en las legislativas tampoco dejó lugar a dudas y el MAS obtuvo la mayoría absoluta en la Cámara de los Diputados. Su rendimiento electoral fue menor en el Senado y en las prefecturas departamentales.
El 22 de enero de 2006 Evo Morales tomó posesión de la más alta magistratura del país. Un día antes, había sido investido como Jacha Mallku [Gran Cóndor], máxima autoridad de los pueblos indígenas, en una ceremonia celebrada en Tiwanaku, la capital aymara. La llegada al poder de Morales no ha estado exenta de dificultades porque ha tenido que enfrentar la resistencia de la oligarquía criolla aliada al imperialismo, la cual dispone de todo el dinero necesario para desinformar al pueblo y tratar de frenar su avance, pero una cosa es innegable, ha roto los códigos de exclusión social vigentes en Bolivia. Hoy con la reciente victoria electoral que lo reelige, el proceso revolucionario en ese país sigue su avance en la conquista de un porvenir luminoso bajo la conducción de su Comandante en jefe, el presidente Evo Morales.

sábado, 5 de diciembre de 2009

EL CARDENISMO REVOLUCIONARIO
Y EL MOVIMIENTO OBRERO VICTORIOSO

En la época aciaga en que vivimos, caracterizada por la catástrofe total en todos los ámbitos de la vida nacional, donde pareciera que el pueblo nunca acabará por salir del negro túnel al que nos condujo la actual dictadura neoliberal, es de valiosa utilidad releer al menos los pasajes más importantes de lo que ha sido la experiencia histórica de nuestro pueblo y sus conductores más notables. Lázaro Cárdenas y Vicente Lombardo Toledano, dos figuras señeras hermanadas en el tiempo y el espacio, nos enseñaron la forma en que el pueblo debe enfrentar a los enemigos de su progreso social. Un gobierno patriótico y un movimiento obrero practicando el sindicalismo revolucionario fueron la garantía para avanzar en el cumplimiento de los preceptos más avanzados que se propuso la Revolución Mexicana y sus más claros conductores.
Por esta razón quiero compartir con quienes me hacen el honor de leer estas líneas un Fragmento del libro “México visto en el siglo XX: entrevistas con Vicente Lombardo Toledano”, de James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilki, sabiendo de antemano que la lectura de estos conceptos lombardistas pueden ayudar en mucho a la conciencia de la clase trabajadora y sus instrumentos de lucha, hoy tan golpeados por la política antisindical del gobierno espurio de Felipe Calderón.

Esta parte de la entrevista se desarrolla de la siguiente manera: Wilkie: Usted acaba de decir que Cárdenas era el único candidato posible en esos momentos, y también que había un gran número de huelgas. Según la estadística en 1923 hubo 7 huelgas, y en 1935 hubo 642. ¿Quiere esto decir que Cárdenas fomentó las huelgas?
Lombardo: Cárdenas lo único que dijo durante su gira electoral, fue que haría cumplir la Constitución, el artículo 27 impulsando la Reforma Agraria; reconocer los derechos de la clase obrera, etcétera; cumplir la Constitución, que en muchos sentidos sólo existía jurídicamente, pero que en la práctica era un cuerpo inoperante y muerto. En otras palabras, el general Cárdenas ofreció que la Revolución continuaría, y claro, al oír la clase obrera y campesina esas promesas, al llegar Cárdenas al poder todo el mundo se puso inmediatamente en marcha. Eso fue lo que ocurrió. No había huelgas, en efecto. ¿Por qué? Porque no había justicia. Los tribunales del trabajo no reconocían los derechos de la clase obrera. Había muchas vacilaciones y dudas. Y cuando llegó Cárdenas, por supuesto, la clase obrera empezó a exigir mejores salarios condiciones de existencia, y por eso fuimos a las huelgas. No porque Cárdenas hubiera prometido nada, sino simplemente porque prometió cumplir con la Constitución e impulsar adelante la Revolución.
Wilkie: ¿Y eso les permitió actuar? Lombardo: Sí, creó un clima favorable y actuamos. Wilkie: ¿Usted cree que es posible hacer un gran número de huelgas satisfactorias, si el gobierno no les permite actuar dentro de sus derechos?
Lombardo: Si el gobierno viola la ley y con cualquier pretexto declara las huelgas ilegales, es muy difícil que las huelgas triunfen. Pero, por otra parte también, si la clase obrera está dividida no logra nada. En aquellos momentos, al crearse la CTM, nosotros éramos una fuerza importante en la República, muy importante. Claro que por esa fuerza que representábamos también el gobierno se veía obligado a reconocer nuestros derechos. Era una cosa recíproca: es decir, el gobierno bien orientado, bien intencionado, y nosotros muy fuertes.
Wilkie: Parece que en 1928 no había oportunidad de lanzar una huelga. Lombardo: No, al contrario. El general Abelardo L. Rodríguez había dicho que las huelgas eran antipatrióticas en tiempo de crisis, y como estábamos en la crisis económica internacional que había surgido en Estados Unidos, produciendo la Depresión que se inició en 1929-1930, entonces yo le contesté diciendo que en tiempos de crisis, si las huelgas son antipatrióticas, había que reconocer que desapareciera el régimen capitalista para que hubiera huelgas buenas…

Wilkie: Cárdenas después de 1938 lanzó un manifiesto para advertir que era un peligro ya admitir las huelgas, ¿no? Lombardo: No fue así. El general Cárdenas dijo que todas las huelgas eran útiles en tanto se realizaran dentro del marco de la ley, y que no había ninguna huelga ilegal que pudiera ser útil tampoco a los trabajadores. Pero el hecho es que las grandes huelgas de la historia de México fueron en aquella época. Yo personalmente las dirigí, y no perdimos una sola huelga. Todas las huelgas fueron bien fundadas legalmente, bien preparadas, bien dirigidas y alcanzamos la victoria.
… Al llegar Cárdenas al gobierno y durante su campaña electoral, la clase trabajadora se movilizó con gran fuerza y esperando que su victoria electoral permitiese que se cumpliera con algunos ofrecimientos hechos a los trabajadores, y así ocurrió. Las huelgas más importantes que ha habido en México hasta hoy, desde que la Revolución triunfó, fueron justamente las huelgas de la etapa de Cárdenas. ¿Por qué razón? En primer lugar porque la clase obrera se unificó. Formamos la CTM en el año de 1936. En segundo lugar, porque le dimos a la CTM el carácter de organismo de combate, de lucha, que nunca había tenido. Y en tercer término porque unificada la clase obrera tratamos de conseguir contratos colectivos de trabajo en las ramas industriales más importantes del país: electricidad, petróleo y otras más.
La primera huelga de verdadera resonancia en México fue la huelga de los obreros electricistas, al iniciarse el gobierno de Cárdenas, agrupados en el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Por la primera vez la ciudad de México quedó a oscuras durante una semana aproximadamente y se suspendieron todos los servicios, excepto los de emergencia: el bombeo de agua potable, los servicios de hospitales, etcétera. Preparamos muy bien la huelga. La compañía afirmaba que no tenía recursos para poder aceptar las demandas de los trabajadores; pero nosotros demostramos que la compañía había recobrado su capital invertido varias veces y que había logrado grandes ganancias. El movimiento fue cuidadosamente preparado no sólo en el sentido de la suspensión de labores, sino del apoyo solidario que debían recibir los huelguistas, porque una suspensión de labores en un servicio público molesta a la gente si se la priva del servicio. Entonces nosotros hicimos una gran campaña entre la población del Distrito Federal, demostrando que la compañía tenía una actitud injusta y, en cierta forma, rebelde en contra de los derechos de la clase trabajadora establecidos en la Constitución del país. Además como al suspenderse la energía eléctrica tenían que paralizarse todas las fábricas, conseguimos la solidaridad de los obreros.
Cuando se produjo la huelga había una gran simpatía para la causa de los trabajadores electricistas. Recuerdo que nuestra preparación fue tan firme, tan sólida, que yo convoqué a todos los extranjeros que se hallaban en la ciudad de México –turistas norteamericanos en su gran mayoría— para explicarles por qué íbamos a suspender el servicio eléctrico, y se realizó el acto en el cine de la Avenida Madero. Fueron más de trescientos norteamericanos y les explicamos, les enseñamos los libros de la empresa, sus ganancias, la forma en que habían recobrado su capital y aún de ellos recibimos el apoyo de carácter moral.
Nunca antes se había suspendido el servicio eléctrico en la capital de la República, y el general Cárdenas estaba, por supuesto, un poco inquieto y le sugerí: váyase usted de la ciudad de México, y déjenos solos aquí, porque de otro modo usted va a recibir muchas presiones de todas partes. Y se fue. Entonces quedamos solos y resolvimos el conflicto obligando a la empresa a aceptar las demandas de los trabajadores.
La otra gran huelga, ya se sabe, fue la que preparamos en 1937, en las empresas del petróleo. Durante más de medio año estuvimos conversando con los representantes de la Compañía Royal Dutch Shell y de las compañías norteamericanas, hasta que fue imposible llegar a un convenio y después estalló la huelga. También esta huelga fue cuidadosamente preparada no sólo desde el punto de vista de nuestros documentos y pruebas de la recuperación del capital invertido por las empresas, sino también con el apoyo solidario de los trabajadores de todo el país y de muchos sectores de la sociedad mexicana”. Hasta aquí llega la parte de la entrevista en torno al tema del sindicalismo y el derecho de huelga.
Si usted que lee éstas líneas es un integrante de la clase trabajadora, podrá usted concluir junto con este servidor, que del cardenismo revolucionario al calderonismo reaccionario hay un enorme abismo. El primero hacia cumplir la Constitución y respetaba los derechos elementales de la clase trabajadora; el segundo no cumple la Carta Magna y atropella y difama a las masas laboriosas. ¿Hasta cuando? Hasta que el pueblo se organice y lleve al poder a un gobierno patriótico y nacionalista como el que encabezó Lázaro Cárdenas. Ése día México se pondrá de pie y abrirá sus brazos al porvenir.