sábado, 20 de septiembre de 2008

LA CLASE EMPRESARIAL...

LA DERECHA EMPRESARIAL EN LA POLITICA
EL ARRIBO DE LAS “OPORTUNIDADES”
Y EL SEPELIO DE LA JUSTICIA SOCIAL

Como resultado del progreso en la investigación científica y su aplicación en la industria, a partir de los años ochentas del siglo XX irrumpe en el escenario mundial la Revolución Científico –Técnica. Un fenómeno equiparable en importancia a la Revolución Industrial del siglo XVIII, cuyas consecuencias económicas y políticas habrían de dar como resultado la instauración de la etapa de la globalización; un hecho objetivo e irreversible porque es producto del desarrollo del capitalismo en su última fase y el progreso de la ciencia y la tecnología.


En lo económico, la globalización adquirió el apellido neoliberal porque rescata para su causa las tesis del liberalismo económico del siglo XVIII, válidas para aquél tiempo porque se trataba de superar las trabas que imponía el modo de producción feudal contra el desarrollo del libre mercado y la naciente clase social de la burguesía. La libertad de comercio fue para su tiempo una teoría revolucionaria porque dio muerte al feudalismo; sin embargo, engendró a la vez el origen de los monopolios, mismos que, al fortalecerse e imponer su dominio, sacrificaron la misma libertad que les dio origen. La misma doctrina de libre comercio, de haber surgido con carácter revolucionario, se convirtió en contrarrevolucionaria en la época actual marcada por el dominio de los monopolios. Quienes defienden hoy en día esa “libertad”, convalidan consciente o inconscientemente la hegemonía y el dominio que imponen sobre el mundo globalizado; lo que resulta en una dictadura económica que nada tiene que ver con la hoy inexistente libertad de comercio.

En lo político, la globalización neoliberal dio como resultado un mundo unipolar dominado por los Estados Unidos. Con la desaparición de la Unión Soviética el campo socialista se vio reducido a su mínima expresión, y los partidos obreros y comunistas sufrieron los embates del capitalismo salvaje fortalecido y sus personeros; algunas organizaciones involucionaron hacia la socialdemocracia y otros desaparecieron. La enorme capacidad adquirida de la industria para producir bienes y servicios, gracias a los progresos de la ciencia y la tecnología, resultó en un fortalecimiento de los partidos de la derecha en todo el mundo. Este fue el hecho que les suministró oxigeno y los catapultó a tomar el poder en la mayor parte del mundo. El péndulo de la historia abandonaba la izquierda, los movimientos progresistas y los “centros” ideológicos y se encaminó a derechizar al mundo bajo el mismo manto doctrinario; lo fue unificando con las mismas reglas e intereses, las del capital financiero y los monopolios transnacionales, fortalecidos exponencialmente a raíz del aumento de la capacidad productiva de las tecnologías de punta aportadas por la revolución científico-técnica.

Los cambios operados en el mundo llegan también a México y se lleva a cabo el desplazamiento de las fuerzas políticas que detentan el poder. El proceso revolucionario y el hilo conductor que lo conduce concluyeron en 1982, al llegar al poder una nueva casta de políticos formados como cuadros dirigentes en las altas escuelas del imperialismo norteamericano. Llegan empapados de la doctrina monopolista y decididos a modificar el modelo de desarrollo imperante en la época, con el fin de entregar la conducción del país de manera franca y abierta a la derecha tradicional, hecho que sucedió finalmente en el año 2000 con el arribo de Vicente Fox y la camarilla reaccionaria de la derecha empresarial.

Un largo camino tuvo que recorrer la derecha empresarial para tomar el poder, pues la mayor parte del siglo XX tuvieron que luchar en oposición a un vigoroso Estado que imponía en sus programas de gobierno el proyecto social surgido de la Revolución Mexicana. Como una primera reacción de la clase adinerada contra el Constituyente de Querétaro, surgió en 1917 la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (CONCANACO), y la Confederación de Cámaras Industriales (CONCAMIN) en 1918. Después, los industriales de Monterrey, más consolidados e independientes, fundaron en 1929 la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX). Nuevas reacciones frente al gobierno progresista del Presidente Adolfo López Mateos los llevaron a crear el Consejo Nacional de la Publicidad, el 24 de noviembre de 1959, y el Consejo Mexicano de Relaciones Públicas, en 1962, que más tarde sería el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN). El disgusto empresarial por la nacionalización de la industria eléctrica en 1960 era patente; redactaron un documento y lo suscribieron la CONCAMIN, la CONCANACO, la COPARMEX y lo hicieron público para preguntar “¿por cuál camino señor presidente?” De esa manera plantearon su disgusto y protestaron por la política económica de López Mateos de clara tendencia patriótica y nacionalista.

Sin embargo, a pesar de haberse organizado varios sindicatos empresariales para hacer efectiva la lucha de clases y hacerle frente a la política estatal de nacionalizaciones, desde el interior del CMHN surgió la idea de organizarse en una cúpula de cúpulas, en un Estado Mayor representativo de toda la iniciativa privada y sus intereses clasistas, con capacidad suficiente para ofrecer la mayor resistencia a la política social y económica, tutelar y paternalista del Estado surgido de un proceso revolucionario victorioso. Necesitaban ese Estado Mayor para alinear en un solo ejército a los empresarios más poderosos y al conjunto de organizaciones sectoriales dispersas de los hombres de negocios; así surgió el Consejo Coordinador Empresarial (CEE) en 1975.

El último campanazo del nacionalismo revolucionario fue la nacionalización de la banca el primero de septiembre de 1982, por el Presidente José López Portillo, durante su sexto Informe de Gobierno; hecho que causó la histeria de las clases privilegiadas aglutinadas por el Consejo Coordinador Empresarial. Se sintieron heridos en lo más profundo de sus intereses y en su desahogo organizaron un golpe de estado mediático a nivel nacional e internacional para condenar al régimen que -decían- se encaminaba al comunismo.

Ese descontento que se vivía en las filas empresariales y su continua guerra contra el poder público, fue uno de los factores determinantes que obligaron a Miguel de la Madrid a realizar concesiones en su favor, desde el momento mismo en que organizó la composición de su gabinete. Con el fin de dar gusto a la IP incluyó en su equipo a Carlos Salinas de Gortari, como cabeza visible de un grupo de tecnócratas neoliberales educados en los Estados Unidos. Tales concesiones fueron las que abrieron la puerta a otra clase de políticos que llegaron al poder con la finalidad de aplicar las recetas fondo monetaristas globalizadoras, y combatir al mismo tiempo a nuestro proceso revolucionario y su vía nacionalista de desarrollo. Mediante esa intervención fue cambiando el carácter del Estado posrevolucionario para transformarse en una herramienta al servicio exclusivo de la clase empresarial del país.

La nacionalización bancaria y las concesiones obtenidas de la mano de Miguel de la Madrid, representaron un parteaguas de la historia contemporánea del país; con la nacionalización terminó la preponderancia del Estado posrevolucionario y comienza la actitud obsequiosa y proclive con la reacción. Los empresarios en esa coyuntura favorable comenzaron a mostrar ánimo por incursionar en la vida política del país, ya no sólo desde afuera, sino desde adentro. Con la postulación de Manuel Clouthier en 1988, apareció el primer empresario en contender por la presidencia de la república bajo las siglas del PAN. En ese camino la COPARMEX y la CONCANACO se constituyeron como los principales semilleros de empresarios con miras a ocupar algún cargo en el aparato gubernamental.

En 1991 ya los empresarios habían llegado hasta la cocina en el desplazamiento de la clase política. A invitación de Carlos Salinas, en ese año se creó la Coordinadora de Organismos Empresariales para el Comercio Exterior (COECE), con la encomienda de crear el proyecto y asesorar directamente al gobierno en las negociaciones de la apertura comercial y la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Cada vez es mayor el número de empresarios que participan en los procesos electorales mediante las siglas del PAN y del PRI; desde presidentes municipales, diputaciones locales, gobernadores, diputados federales y senadores. Los hombres de empresa también participan en la función pública por designación. Por ejemplo, secretarios de finanzas, de fomento económico y de otras secretarías de gobiernos estatales y municipales. El momento cúspide de la participación del sector privado se presentó durante la administración del presidente Vicente Fox, en donde gran parte de las secretarías de estado quedaron en manos de empresarios o de funcionarios de empresas. Entre ellos, figuró Raúl Muñoz Leos como Director General de PEMEX ; Fernando Canales Clariond en la Secretaría de Economía; Javier Usabiaga en la Sagarpa; Pedro Cerisola en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes; Ernesto Martens en la Secretaría de Energía; y Carlos Abascal Carranza en la Secretaría del Trabajo y posteriormente en la de Gobernación.

En el 2006, ante la alta posibilidad de que las fuerzas patrióticas y nacionalistas llegaran a la presidencia de México mediante la postulación de Andrés Manuel López Obrador, la virulenta y agresiva participación del empresariado en el proceso electoral alcanzó su mayor clímax. De esta forma, ante la posibilidad real de que arribara un gobierno con tesis distintas a las suyas, el Consejo Coordinador Empresarial atacó desde sus posiciones lanzando una campaña negra de desprestigio contra el candidato que representaba “un peligro para México”…y sus bolsillos. Los empresarios colocándose en la primera línea de combate, en defensa de sus “sagrados” intereses, lograron evitar el arribo de un régimen con un modelo económico diferente a la dictadura del capital que ellos han sostenido en su beneficio por varios sexenios.

En la actualidad, el 10 por ciento de la composición de la LX Legislatura del Congreso de la Unión son o tienen antecedentes empresariales. Ocupa una curul, por ejemplo, Gerardo Aranda ex líder de la COPARMEX; Raúl Padilla Orozco expresidente de la CONCANACO; Edmundo Javier Bolaños, vicepresidente de la Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento de México; Carlos Augusto Bracho González, de la Cámara de Comercio de Torreón, y Gerardo Buganza Salmerón, de la Asociación de Industriales del estado de Veracruz. También son diputados, Beatriz Collado Lara, de la CANACO de Altamira Tamaulipas; Cristian Castaño Contreras, de Jóvenes Empresarios por México; Martha Margarita García Muller, de la Asociación de Mujeres Mexicanas Jefas de Empresas; Ángel Rafael Deschamps Falcón, de la CANACINTRA, sólo por citar algunos.

A pesar de que durante los últimos cuatro sexenios los gobiernos neoliberales han trabajado solo para ellos, aún no están conformes, su avaricia es insaciable. El Presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Luis Antonio Mahbub, afirmó que, pese a la “importante colocación estratégica de empresarios en el aparato gubernamental, es necesario agrandar más ese espectro, a fin de que las voces de los empresarios sean escuchadas. Es muy importante que el sector empresarial se involucre en la actividad política, sin duda uno de los actores importantes de este país en la actividad productiva. Los empresarios son los que sufren, los que arriesgan, entonces tener gente dentro de la política que conozcan la actividad empresarial es importante para alcanzar los equilibrios, por ello decimos que es positivo”.

Tal es pues la ideología que se apropió del Estado mexicano a partir de 1982, y tales son sus resultados. Impusieron en el pueblo la idea de que los cuadros políticos que se forjaron a lo largo del régimen posrevolucionario no sabían gobernar; que el gobierno es malo para administrar, y por tanto, la salvación del pueblo sería la participación de los empresarios en la conducción política del país. El Estado benefactor y paternalista contra el cual dirigieron sus baterías desapareció para dar paso a un Estado con otro carácter, igual de benefactor y paternalista pero ahora en beneficio de los empresarios. Se instituyó el principio rector del neoliberalismo: sacrificar los bienes públicos en aras del interés privado y socializar las pérdidas para privatizar las ganancias. Ejemplos hay muchos, pero los podemos ilustrar de manera sobrada con los siguientes: el rescate bancario llamado FOBAPROA; el rescate carretero; la privatización del ejido y la privatización de la banca.

Como era de esperarse, al cambiar el modelo de desarrollo se concentró la riqueza en pocas manos y aumentó la pobreza; la desigualdad social se disparó haciendo más profundo el abismo que separa a ricos y pobres. Tenemos en México al hombre más rico del mundo, Carlos Slim, y sumidos en la miseria a 60 millones de mexicanos, de los cuales se alimenta el caudaloso río de emigrantes que escapan del infierno que les ofrece el paraíso de las “oportunidades”, yéndose a buscar trabajo a los Estados Unidos. Estos son los resultados del “cambio”, de la transformación profunda que opera en nuestro país desde hace cuatro sexenios.

En la conducción del pueblo cambió la ideología, cambiaron los principios, los conceptos y las formas; cambió todo pero en sentido involutivo. Los programas gubernamentales del período posrevolucionario fueron inspirados en la búsqueda de la justicia social, cuando el país crecía a un ritmo promedio anual del 6 por ciento del PIB; al llegar al poder los empresarios de derecha se inspiraron en el concepto “oportunidades”, lo cual es diametralmente opuesto a la justicia social. Oportunidad es un término propio en los juegos de azar, no en la política, pero a la derecha le pareció perfecto asociarlo a la realidad que vive el país. Para que un obrero tenga un buen nivel de vida con empleo digno y bien remunerado, es necesario tener suerte en el sorteo de las “oportunidades” que nos ofrece la derecha empresarial en el gobierno.

Tal es el degradante concepto que permea entre la clase política neoliberal; la caridad, la dádiva y las migajas, no lo que en justicia corresponde a quienes generan la riqueza en base a su esfuerzo diario. Porque las convicciones empresariales que hoy dirigen al país no saben de demandas sociales sino de ganancia, avaricia, lucro y especulación. Lo que la clase trabajadora exige es justicia económica, no la ruleta de las “oportunidades”. Hay que ponerle fin a esa degradación aberrante de la ciencia social que se encarga de dirigir el desarrollo de la sociedad; pongámosle fin a la bisutería de la política.

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