sábado, 7 de noviembre de 2009

CON EL PAQUETAZO FISCAL
LOS PARTIDOS DE LA OLIGARQUIA AFIRMAN SU DICTADURA

La democracia de los ricos está a salvo. Nuevamente la simbiosis perfecta del prianato desempeñando el papel que le corresponde como órgano legitimador de la dictadura económica que impone una minoría rapaz, misma que se ha convertido en la mejor expresión de la delincuencia organizada elevada al máximo nivel. Queda demostrado pues que el Congreso de la Unión está secuestrado por el Estado Mayor de la oligarquía y las fuerzas políticas de su propiedad; los diputados tricolores y albicelestes, los mismos que en 1996 elevaron el IVA del 10 al 15 por ciento y se burlaron del pueblo con la Roque señal ahora lo elevan al 16 por ciento, además de la cascada de gravámenes que van directo contra la mermada economía popular. Todo ello, mientras la injusta distribución de la riqueza y el conjunto de la política económica no es tocada ni con el pétalo de una rosa.
Es cierto que sin la participación de los diputados del PRIAN no se puede entender la prevalencia del estatus actual, mismo que equivale, si lo apreciamos con justeza, a una dictadura que somete sin piedad a 60 millones de pobresl, a los cuales no se les deja otra alternativa que la de rebelarse contra la injusticia. Sin embargo, hay que entender también que los diputados del neoliberalismo no son dueños de sus actos, no tienen voz ni voto conscientes, actúan como simples marionetas, como la servidumbre doméstica que atiende fielmente los intereses de la dictadura oligárquica que domina al país.
Generalmente el pueblo desinformado acusa a los diputados como únicos culpables de las cargas impositivas que castigarán su mesa y su bolsillo, porque son la parte más visible, son ellos los que levantan la mano para aprobar y legitimar. Eso es precisamente lo que conviene a las clases privilegiadas, que los diputados como empleados a su servicio carguen con las culpas, para que el fondo del asunto tras el cual se organizaron los acuerdos de la nomenclatura para dar el golpe no sea del conocimiento público.
Un pueblo despolitizado culpa a los diputados de su desgracia, pensando que sus “representantes populares” no hacen bien la tarea a la hora de discutir y analizar los presupuestos de la federación, porque la mayoría de ellos carece del conocimiento de los temas fiscales, esto es como si la solución al problema fuera tan simple como hacer del Congreso de la Unión una junta de notables y sabios en materia fiscal. Esa es una idea absurda que invierte los papeles, porque despoja al Poder Legislativo de la teoría de la representación popular, en la cual los sabios y técnicos en materia fiscal sólo tienen cabida para auxiliar y asesorar a los representantes populares, quienes finalmente debieran decidir apegados al interés de sus representados. No es en modo alguno, el conocimiento calificado en aspectos fiscales en el cerebro de cada legislador la garantía de un paquete fiscal justo y equilibrado para promover el desarrollo del país, sino la formación, el interés y la sensibilidad clasista de cada uno de ellos, la que decide –en teoría- el resultado de los presupuestos de la federación.
Tales ideas permean en la sociedad porque el pueblo está en manos de críticos de pacotilla que actúan en la prensa escrita, radio y televisión -algunos que son servidores gratuitos y otros que están en la nómina- que forman con sus argumentaciones la conciencia de la llamada “opinión Pública”, los que generalmente abordan los temas de interés nacional desde un punto de vista superficial, lo que su corta vista puede ver. Salvo honrosas excepciones, creen saber cuáles son las soluciones a las demandas del pueblo y proponen hasta donde su inteligencia les alcanza: Que hay que acabar con el sindicalismo corrupto; que los diputados plurinominales deben desaparecer porque le cuestan mucho al pueblo; que la alta burocracia deje de percibir los exorbitantes salarios de que disfruta; que los gobernantes ganen menos; que hay que cambiar el presidencialismo por el parlamentarismo, etc., etc. Ocupándose de la servidumbre y olvidándose del amo, van saltando de rama en rama, sin mirar la raíz y el tallo hacen de las formas de gobierno su mayor preocupación; son profesionales en la discusión de las formas pero miopes a la hora de descubrir el fondo de los problemas. Atrás de esos “formadores de opinión” va la sociedad sumida en su desesperación dando palos de ciego, sin encontrar la piñata. De esta forma, el verdadero problema queda oculto bajo diversos ropajes; la insultante concentración de la riqueza y los inmorales privilegios y utilidades de las cúpulas empresariales., constituida en una dictadura tiránica, quedan a salvo de los ojos del pueblo.
Desafiando una vez más al rencor social, los diputados del prianato, constituidos en el Estado Mayor de la oligarquía, confeccionaron el golpe fiscal bajo la premisa rectora de dar más a los que más tienen y menos a los que menos tienen. El arduo trabajo de las bancadas legislativas neoliberales consistió en asegurar que el mundo de las altas ganancias no sufriera daño alguno. Los grandes evasores fiscales seguirán gozando de sus privilegios; México seguirá siendo el paraíso terrenal cuya propiedad exclusiva está patentada a favor de 400 grandes grupos empresariales, que en efecto, son los dueños de la renta nacional.
Ese grupo minoritario de empresarios acumularon ingresos por 4 billones 960 mil millones de pesos en 2008, con todo y crisis, y tendrán que pagar un ISR de apenas 1.7 por ciento. Para entender mejor ése descomunal ingreso hay que decir que, la Ley de Ingresos aprobada para 2010 contempla una recaudación copeteada de 3.17 billones, suma que, al ser cotejada con el ingreso de los 400 grupos empresariales, resulta menor en casi 2 billones de pesos. Dicho en otros términos, el ingreso de esa élite empresarial es mucho mayor a la captación proyectada en todo el país para el próximo año.
El usurpador y su secretario de Hacienda los defienden sosteniendo que sí pagan impuestos, pues claro que sí, pero no lo que corresponde en virtud de sus ganancias. Todas las propuestas hechas por las fuerzas progresistas y sus bancadas legislativas, en el sentido de gravar el nicho de las altísimas ganancias que perciben tales grupos empresariales, fueron aplastadas por el peso numérico de la diputación del PRIAN.
Es este grupo empresarial, que no paga impuestos y defiende sus privilegios, el autor, organizador y financiador, del fraude electoral de 2006 perpetrado contra las fuerzas progresistas del país. Con el poder económico de que dispone alineó y atrincheró a todas las instituciones de la República para torcer la voluntad popular expresada en las urnas. Es un grupo económico minoritario que se apropió del Estado y sus instituciones, a los que cambió su carácter para ponerlos a su servicio.
Es precisamente a este escenario adverso en que sobrevive el pueblo, al que he caracterizado en las últimas colaboraciones bajo la denominación de dictadura oligárquica; que no es en modo alguno la que algunos llaman “normalidad democrática”. No se le puede llamar de otra forma al sometimiento y dominación brutal de un pueblo que se debate en la más espantosa miseria por parte de las fuerzas del capital. No esperemos pues que las conquistas se obtengan como concesiones graciosas de buena voluntad; la política salarial justa y equitativa, así como el bienestar general de la población, no se darán por obra y gracia de los mismos actores que sostienen el estatus actual, pues su papel es el de velar por el cumplimiento de las leyes de la concentración del capital.
Esta es la realidad concreta que vivimos hoy en día, y así seguirá hasta que el pueblo logre ponerse de pie y acumule la fuerza suficiente para rescatar al país de esta oprobiosa dictadura. La idea de los cambios súbitos que van ganado terreno en el campo de la desesperación, lo mismo que el proceso electoral de 2012 y la sucesión presidencial, requieren urgentemente de la organización y el fortalecimiento del Frente Nacional Democrático y Patriótico. La soberanía popular recuperada puede abrir las puertas que estime convenientes para su liberación, antes de ahogarse en las insalvables contradicciones sociales.

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