miércoles, 14 de octubre de 2009

XLII ANIVERSARIO LUCTUOSO
LA MUERTE DEL “CHE” GUEVARA Y SUS ENSEÑANZAS

El pasado 8 de octubre se conmemoró el XLII Aniversario de la muerte del “Ché Guevara. Múltiples han sido los homenajes póstumos que se han tributado en todo el mundo, pero en forma más destacada en América Latina donde transcurrió su existencia. Celebraciones las hubo en Bolivia, Ecuador y Venezuela Y México, entre otros, pero a mi juicio, la más relevante fue la que se llevó a cabo en la Plaza Ernesto Ché Guevara, en Santa Clara, a 270 kilómetros al este de la Habana, Cuba. Ahí se encuentra un monumento y el mausoleo con los restos del guerrillero caído en Bolivia.
El desarrollo de estas celebraciones póstumas dedicadas a rendirle homenaje al guerrillero de origen argentino, se empatan con las actuales acciones guerrilleras que están llevando a cabo algunos grupos subversivos en México como el Ejército Popular Revolucionario (EPR), entre otros, los que misteriosamente pidieron un dialogo con los industriales y empresarios para que intercedan por ellos ante el gobierno de derecha y la respuesta positiva inmediata de los mismos, nos dan argumentos para sostener que los actos de sabotaje realizados por estos grupos subversivos han sido acciones orquestadas desde la derecha en el poder, para tender una cortina de humo capaz de desviar y distraer la atención del pueblo sobre la grave crisis política y económica que afronta el calderonato; así como para justificar la creciente militarización de la vida pública del país. Ante éstas circunstancias, y en el marco del aniversario luctuoso del guerrillero, es que considero propicio el momento para traer a este espacio algunos párrafos substanciales del ensayo escrito por el maestro Vicente Lombardo Toledano en diciembre de 1967, justo unas semanas después de su muerte, titulado “La Muerte del Ché Guevara y sus Enseñanzas”, con el propósito de contribuir al debate de las ideas y al esclarecimiento de la estrategia y táctica que deben guiar a los que luchan por el progreso social en México.
El maestro Lombardo escribió en ese ensayo: “ La muerte del Ché Guevara fue dramática, porque no contó con el apoyo real de las masas rurales y de la población indígena; no tuvo la cooperación del proletariado; no logró movilizar a ningún sector social importante, e ignoraron su presencia en la selva de Bolivia. La guerrilla que dirigía era una pequeña fuerza compuesta por extranjeros y solo por algunos bolivianos, en un ambiente físico duro y agobiante. Llegó un momento en que careció de alimentos y medicinas. Enfermo y aislado del pueblo al que quiso servir, fracasó. Y como lo empiezan a revelar algunos hechos y circunstancias ligadas a su empeño, fue traicionado por algunos de los que lo acompañaban. Es muy lamentable que los hombres dispuestos a dar su vida por una causa justa caigan de esa manera.
“En este período de transición histórica, nuestros pueblos no necesitan mártires, sino cuadros políticos de alto nivel, de acuerdo con la teoría revolucionaria de la clase obrera, para que fortalezcan al partido del proletariado; eduquen políticamente a las masas populares, luchen avanzando y no retrocediendo; prevean los posibles fracasos y los eviten. Sin cuadros capaces la lucha es muy difícil. Por eso hay que cuidarlos para que su vida sirva al máximo, y la entreguen cuando sea preciso; pero no en empresas individuales por heroicas que sean. Creer que las masas rurales o de la clase obrera son fuerzas revolucionarias sólo porque están integradas por hombres y mujeres que sufren la explotación, es un grave error. Porque mientras no se politicen no pueden ganarse para la causa del socialismo. No comprenden que no pueden alcanzar su liberación sin cambiar el régimen social en que vivimos. En esas condiciones están condenadas a ser, de hecho, reservas de la burguesía y no de la construcción de la nueva sociedad, la sociedad socialista.
“Una de las cuestiones que plantea la formación de guerrillas, es la de saber si las guerrillas pueden tener éxito sin la dirección política de un organismo representativo del pueblo o de un partido político, porque la tesis de Debray es puramente dogmática. La historia de México da una respuesta a este problema. José María Morelos no sólo fue un genio militar, sino también político. Cuando asumió la responsabilidad de conducir la Revolución de Independencia, después del sacrificio de Miguel Hidalgo y Costilla, su principal preocupación consistió en darle a la Revolución un programa y una dirección política. Con ese propósito formuló sus célebres “Sentimientos de la Nación”, que sirvieron de base para la Constitución de Apatzingán, de 1814, e integró un Congreso con diputados de las provincias que se habían levantado en armas, para que a este cuerpo se sometieran las guerrillas y todos los grupos armados.
“La historia de la Revolución de Independencia, tan rica en direcciones para el porvenir, debe examinarse atentamente por todos los que hoy luchan en nuestro país por la transformación del régimen social en que vivimos. Sin este estudio se corre el riesgo de creer que la historia de nuestra patria comienza desde que quienes la ignoran comienzan a actuar, olvidando que cada generación recibe el valioso patrimonio de las luchas anteriores del pueblo. Morelos, el guerrillero por excelencia, que pudo haber luchado sólo, haciendo de las guerrillas fuerzas armadas y políticas, sin una dirección unificada al servicio de una teoría política nacional que apoyaran las grandes masas populares, siguió el camino de someterse al Congreso, que tenía un programa, que señalaba objetivos inmediatos y futuros, y que fue el punto de partida para la formación de la gran corriente liberal del siglo XIX.
“Cuando en torno al Plan de Ayutla se unifican todas las fracciones y grupos de la corriente liberal, los reformadores triunfan, lo mismo en el campo político que en el de las armas. Los guerrilleros son liberales armados, sujetos a la dirección de su partido, el partido de los “puros”, como se llamaron entonces a los intransigentes con la herencia colonial, que se propusieron realizar cambios esenciales en la organización económica, social, política, educativa y cultural. No obstante que en el Congreso Constituyente de 1857 la mayoría de los diputados pertenecían a los liberales moderados, los debates son reveladores de que, en cuanto a la estrategia y táctica a seguir, todos tenían la misma opinión.
“Pero no solo el movimiento guerrillero de los once años que duró la Revolución de Independencia, y de los treinta y cinco años de la lucha entre liberales y conservadores, de 1821 a 1857, tuvo esa fisonomía, sino que aún tratándose de la lucha contra el invasor extranjero las guerrillas fueron un simple auxiliar de la dirección política del gobierno presidido por Benito Juárez. Se dirá que este caso no es semejante al que hoy se plantea; pero opinar así sería superficial. En aquel tiempo la lucha contra el imperialismo no era contra el imperialismo norteamericano, sino contra el imperialismo de Napoleón III, que quería hacer de México “una nueva Argelia”. Invadido nuestro país por el ejército más famoso del mundo, las guerrillas fueron auxiliares muy eficaces de las fuerzas armadas del gobierno de la República.
“Uno de los problemas en relación con las guerrillas, es el de saber qué éxito pueden tener sin el apoyo real y activo de las masas populares. Porque si las condiciones objetivas y subjetivas para el levantamiento político y armado no existen, el fracaso es seguro. Sería muy larga y prolija la narración del apoyo dado por nuestras masas populares a los guerrilleros en cada uno de los períodos de nuestra historia; pero algunos de los ejemplos de la Revolución de 1910 a 1917 bastan para afirmar que si a las guerrillas no las alimenta en todos sentidos el pueblo, o mueren por inanición o son destruidas por el enemigo. Porque no son las guerrillas las que levantan la revolución, sino la revolución la que levanta y dirige a las guerrillas. Las guerrillas son instrumentos del movimiento popular y no el movimiento popular instrumentos de las guerrillas.
“El zapatismo, el gran movimiento encabezado por Emiliano Zapata contra el gobierno de facto de Victoriano Huerta, asesino del Presidente Francisco I. Madero, es un ejemplo acabado del movimiento guerrillero victorioso. Las tropas federales, dirigidas por el gobierno de la usurpación, que era el mismo ejército profesional de la dictadura de Porfirio Díaz, perseguían a los guerrilleros de día y de noche; pero casi nunca los encontraban. Los jefes militares preguntaban a los campesinos que trabajaban la tierra si habían visto a los guerrilleros, y les contestaban invariablemente que no habían aparecido en esa región. Pero cuando las patrullas del ejército eran poco numerosas, los campesinos sacaban el fusil de los surcos y disparaban sobre ellas. Los campesinos servían de enlace a los grupos guerrilleros; sus mujeres hacían la comida que llevaban a su destino evadiendo los caminos y las veredas; curaban a los enfermos o heridos en la montaña, en lugares inaccesibles. Así, las guerrillas, convertidas más tarde en el Ejército del Sur, pudieron movilizarse con éxito.
“Estas guerrillas tenían una dirección política; la de los jefes que habían redactado el Plan de Ayala, con las reivindicaciones inmediatas y futuras de las masas rurales, y que después se unificaría con la dirección de las guerrillas que llegaron a transformarse en la imponente División del Norte. La historia del pueblo mexicano enseña, en consecuencia, que las guerrillas aparecen como fruto de una revolución en marcha.
“Si cae un gobierno antipopular y antinacional en cualquiera de nuestros países, sin que cambie la correlación de las fuerzas sociales y políticas, el gobierno será reemplazado por otro de la misma calidad, al servicio de los intereses del extranjero. En otros términos, para que un gobierno dictatorial o tiránico sea reemplazado por otro de tipo democrático, se necesita una revolución que reemplace no sólo a los hombres, sino a la clase social que detenta el poder. Porque una revolución es el cambio del régimen de propiedad establecido para proteger una forma determinada de la producción, por otro sistema de propiedad que no levante obstáculos al progreso social. Una revolución es el antagonismo inconciliable entre el incremento del producto nacional y la forma injusta en que se distribuye. Y para que la revolución se produzca, las condiciones objetivas y subjetivas deben ser propicias. Sólo así podrá establecerse un gobierno democrático, progresista, que realice cambios substanciales a la estructura económica y social de un país y tenga la fuerza suficiente para anular a los reaccionarios del interior y a la presión del imperialismo.
“La consigna de la revolución simultánea contra los gobiernos de América Latina carece de bases teóricas válidas a la luz del materialismo histórico y es inoperante, lo mismo que las concepciones idealistas y románticas, porque son tesis que no tienen nada que ver con el marxismo leninismo. También el llamamiento de Bertrand Russell, en su “Mensaje al Tercer Mundo”, que publicó el periódico Marcha, de Montevideo, Uruguay, en su número 1330 del 18 de noviembre de 1966: “La respuesta efectiva al imperialismo norteamericano es un Vietnam en cada Continente”, que equivale a la del Ché Guevara sobre la necesidad de fomentar dos o más Vietnams en nuestro Hemisferio. Todas esas palabras de orden ignoran a las masas, rechazan al proletariado y glorifican la espontaneidad”. Hasta aquí termino de citar algunos párrafos substanciales del ensayo “La Muerte del Ché Guevara y sus Enseñanzas”, escrito por el maestro Vicente Lombardo Toledano en el mes de diciembre de 1967.

Así pues, quienes han depositado su fe en la espontaneidad de las masas han fracasado una y otra vez a lo largo de nuestra historia, la muerte del Ché Guevara es uno de los ejemplos de esta realidad. La equivocación en la línea estratégica y táctica a seguir por cualquier movimiento social, político o guerrillero sólo conduce a la derrota. En el México actual podemos ver las acciones de dos tipos de estrategias; la que encabezan los grupos guerrilleros que operan en el país, que según las fuentes militares de inteligencia son alrededor de 23 grupos armados, y por otro lado, el movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, particularmente durante la sucesión presidencial del 2006; dos estrategias diferentes, dos caminos diferentes con un solo propósito, el liberar al pueblo de la explotación y la miseria.

Mientras los grupos armados luchan de manera aislada y sin programa, o si lo tienen el pueblo lo desconoce; el obradorismo y su programa político ampliamente conocido, encarnó las demandas del pueblo agobiado por una larga dictadura neoliberal que lo ha sometido a una brutal desigualdad social, con alarmantes niveles de pobreza, marginación y miseria, y constituyó (por lo menos durante el año de 2006) una verdadera rebelión popular, con programa y dirección política e ideológica. Se organizó alrededor de Obrador una verdadera acumulación de fuerzas, con potencialidad transformadora. Una fuerza que fue capaz de movilizar y reunir a millones de mexicanos bajo un solo programa político. Las multitudinarias concentraciones humanas realizadas en el Zócalo capitalino demandaban con coraje un cambio verdadero y estuvieron a punto de lograrlo. Ese sigue siendo el camino a seguir para afrontar la sucesión presidencial de 2012, esa es la estrategia y la táctica validada por nuestro proceso revolucionario, y cuyo valor sigue siendo inalterable: la unidad de las fuerzas democráticas, patrióticas y nacionalistas para derrotar a los enemigos de México.

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