lunes, 13 de abril de 2009

EMILIANO ZAPATA VIVE EN LA CONCIENCIA NACIONAL



El pueblo de México y en particular el agrarismo del país recuerdan un
aniversario luctuoso más de la muerte del General Emiliano Zapata, producto
de una artera traición en la hacienda Chinameca, Morelos, el 10 de abril
de 1919.

La presente colaboración la dedicaremos para recordar el rompimiento
de Emiliano Zapata con el presidente Francisco I. Madero. Dos personajes
centrales de la Revolución Mexicana que combatieron por intereses
distintos. Madero, siendo miembro de una de las familias más ricas de
México, latifundistas por excelencia, representaba a la burguesía descontenta con la dictadura de Porfirio Díaz, quienes por medio de la revolución
exigían un cambio político, sí, pero sin tocar la estructura económica que
imperaba al momento. Por su parte, Emiliano Zapata, representaba el dolor
del pueblo mancillado y explotado por los hacendados y la propia dictadura
porfirista; deseaban obtener de la revolución, además de un cambio político
un cambio económico, por ello demandaban el reparto inmediato de tierras a
los campesinos. Dos posiciones distintas que chocaron inevitablemente
cuando Zapata le exigió al Presidente Madero el reparto de tierras.

El 7 de junio de 1911, Emiliano Zapata es de los primeros
revolucionarios en entrevistarse con Madero. La comida a la que acude
-llena de aduladores- le deja mal sabor de boca. Días más tarde, Madero
visita Morelos y Guerrero, zona que había soslayado en sus campañas
presidenciales. Su conducta, generosa por igual con hacendados y
revolucionarios, provoca en Zapata sentimientos de duda. No comprende por
qué presta oídos a quienes critican la violencia zapatista en la toma de
Cuautla. Había sido una revolución o no? Muy pronto, los periódicos de la
capital, azuzados, claro, por los hacendados, inician una campaña de
desprestigio contra el "bandido" Zapata, de quien se espera, en cualquier
momento, una sublevación. El periódico Nueva Era de Juan Sánchez Azcona lo
defiende.

Madero lo invita a México. La entrevista entre ambos caudillos tiene
lugar el 21 de junio en la casa de Madero, en la calle de Berlín. Gildardo
Magaña recordaría la forma -a un tiempo parabólica, cortés y terminante-
en que Zapata expuso las razones de su revolución. Había tensión en la
atmosfera. Zapata lo rompió acercándose a Madero. Señaló la cadena de oro
que éste traía en su chaleco y le dijo: Mire señor Madero, si yo, aprovechándome de que estoy armado, le quito su reloj y me lo guardo, y
andando el tiempo nos llegamos a encontrar, los dos armados con igual
fuerza, tendría derecho a exigirme su devolución?. Sin duda -le dijo
Madero-; incluso le pediría una indemnización. Pues eso, justamente
-terminó diciendo Zapata- es lo que nos ha pasado en el estado de Morelos,
en donde unos cuantos hacendados se han apoderado por la fuerza de las
tierras de los pueblos. Mis soldados (los campesinos armados y los pueblos
todos) me exigen diga a usted, con todo respeto, que desean se proceda
desde luego a la restitución de sus tierras.

Al día siguiente, Emiliano Zapata hizo unas declaraciones
conciliatorias al diario católico El País, que no antipatizaba con su
causa: "El General Zapata (manifestó) que si él se afilió al partido
revolucionario no fue guiado por la idea de lucro, sino por patriotismo...
el odio demostrado hacia mí por los hacendados morelenses no me lo explico,
como no sea porque arrebaté a la explotación que por parte de ellos eran
víctimas, los obreros que les enriquecían con el fruto de su sangre y de su
sudor; comprenderán que de ser ciertas las acusaciones que se me dirigían
no hubiera venido como lo he hecho a presentarme al Sr. Madero.

"Ahora voy a trabajar con el licenciamiento de los hombres que me
ayudaron, para después retirarme a la vida privada y volver a dedicarme al cultivo de mis campos, pues lo único que anhelaba cuando me lancé a la
revolución era derrotar al régimen dictatorial y esto se ha conseguido".
Aparte del endoso explícito a Madero, lo que llama la atención de las
declaraciones de zapata es su insistencia en desmentir a los que dudaban de
su desinterés. En ese momento cuando habla de sus "tierras de labor", nada
lo indigna más que la palabra "bandido".

Su deseo, en efecto,, era retirarse a la vida privada y disfrutar de
su inminente matrimonio con la que sería su única mujer legítima: Josefa
Espejo. Pero antes había que licenciar a las tropas y dejar Morelos bajo el
mando de Raúl Madero -o de cualquiera, menos de Ambrosio Figueroa, o de
los federales Blanquet y Huerta. El gobierno interino presiona para el
primer objetivo. Zapata cede, pero no por entero. A mediados de agosto
solicita al presidente De la Barra el retiro de las fuerzas federales a
cambio de la paz "en veinticuatro horas". Ese mismo día escribe -con la
ayuda de Otilio Montaño- a Madero: "Si la revolución no hubiera sido a
medias y hubiera seguido su corriente hasta realizar el establecimiento de
sus principios, no nos veríamos envueltos en este conflicto; ¿ por qué,
pues, por una petición justa, del pueblo y del ejército, se nos trata de
reos de grave delito, cuando no hemos tenido otro que el de haber sido
defensores de nuestras libertades? yo, ni por un momento he dudado de que
usted sostendrá los principios por los cuales el pueblo mexicano derramó su
sangre y en la cuestión a que en este momento me refiero, tengo fe y la he
tenido siempre, en que usted evitará el derramamiento de sangre que se
prepara contra nosotros, me reitero su fiel subordinado".

Estaban dados ya todos los elementos de la discordia, del choque entre
las dos clases sociales a las cuales representaban. Una y otra vez Zapata
repetía las palabras "fe" y "fidelidad" implicando ya, con ellas, su
contraria: traición. Madero lo comprende y escribe midiendo cada palabra: "
Comprendo muy bien los sentimientos que inspiran a ustedes y por eso vine a
México a exponer al Supremo Gobierno la situación, en vista de lo cual se
ha acordado solucionar el conflicto en esa, en forma que estoy seguro será
aceptada por ustedes y que les haré saber a mi llegada a ésa. Para lograr
mis vehementes deseos, la condición esencial es, que ustedes sigan teniendo
fe en mí, como yo la tengo en ustedes. En prueba de lo cual voy a ésa, a
pesar de que han venido noticias de que mi vida peligrará yendo allá. Pero
no creo nada de ello, porque tengo confianza en ustedes".

Al llegar a Morelos el 18 de agosto, en un discurso Madero llama a
Zapata "integérrimo General". Todavía creen uno en el otro, pero actúan en
un marco desfavorable creado por los hacendados, la histeria de la prensa
capitalina, las opiniones racistas de De la Barra y el celo del General
Victoriano Huerta -indio experto en combatir indios, veterano de las
guerras contra Yaquis y Mayas- que avanza sobre Yautepec para "reducir a
Zapata hasta ahorcarlo". A los cuatro días de su estancia, Madero comprende
que las autoridades centrales no le hacen el menor caso y se retira. Temen
con razón, que Zapata se llame a engaño, pero lo único que puede ofrecerle
es una promesa: "aprecio debidamente los servicios que usted prestó a la
Revolución... Cuando llegue al poder le aseguro que le recompensaré sus
servicios".

Durante todo el interinato Zapata sufrió el embate de los fusiles y
las palabras. Estas lo indignaban más que aquéllos. Le revolvía las
entrañas oír que los pelones federales gritaran a sus hombres "bandidos
come vacas". Acaso conoció zapata las alarmas del diputado José María
Lozano en la Cámara de Diputados? “Era el nuevo Atila, la reaparición
atávica de Manuel Lozada, un Espartaco, el libertador del esclavo, el
prometedor de riquezas para todos. Es todo un peligro social, es
sencillamente la aparición del subsuelo que quiere borrar la superficie...
Ya Zapata no es un hombre, es un símbolo"

Era natural que al llegar Madero a la presidencia las relaciones con
Zapata estuviesen irremediablemente deterioradas. Existió sin embargo un
último intento de avenencia por mediación del ingeniero Alfredo Robles
Domínguez. Las condiciones de zapata no podrían ser más razonables: retiro
de Figueroa, nombramiento de Raúl Madero y una pálida mención al problema
de la tierra: "Se dará una ley agraria procurando mejorar la condición del
trabajador del campo". En una decisión que a la postre lamentaría, Madero
lo conmina a "rendirse a discreción y salir del país... su actitud de
rebeldía está perjudicando mucho a mi gobierno".

Es el momento del rompimiento. Días más tarde, zapata describe a
Gildardo Magaña la esencia de su discordia: "Yo, como no soy político, no
entiendo de esos triunfos a medias; de esos triunfos en que los derrotados
son los que ganan; de esos triunfos en que, como en mi caso, se me ofrece,
se me exige, dizque después de triunfante la Revolución salga no sólo de mi
estado, sino también de mi patria... Yo estoy resuelto a luchar contra todo
y contra todos sin más baluarte que la confianza, el cariño y el apoyo de
mi pueblo".

Los "triunfos en que los derrotados son los que ganan" tenían para
Zapata un nombre: traición. Zapata era un hombre de convicciones absolutas.
Por eso no pudo interpretar las reticencias de Madero para repartir la
tierra y su debilidad para imponerse a De la Barra y Huerta, más que como
una traición en el sentido bíblico del término, como el pecado que incluye
todos los pecados, como la falta de Iscariote que provocó la muerte del
redentor.

A aquél último intento conciliador de Madero, Zapata respondió: "Ya
puede ir contando los días que corren pues dentro de un mes estaré en
México con 20 mil hombres y he de tener el gusto de llegar a Chapultepec
y... colgarlo de uno de los sabinos más altos del bosque". Aquel
desencuentro entre dos hombres de fe seria uno de los momentos trágicos de
la Revolución. El propio Madero lo reconoció en sus últimas horas ante
Felipe Ángeles. Quizá entonces la actitud de Zapata le pareció
comprensible: tenía siglos de esperar.

En este 90 aniversario luctuoso de la muerte del general Emiliano
Zapata, es momento propicio para que las generaciones actuales nos
preguntemos si hemos sido capaces de defender las conquistas logradas para
los agraristas mexicanos y el pueblo en general, en base a la sangre
derramada por el caudillo del sur y sus hombres. Ahora que somos gobernados por la derecha y por los nuevos hacendados que gobiernan igual que Porfirio
Díaz, hagamos conciencia de nuestra responsabilidad histórica en defensa
del legado zapatista y los principios de la Revolución Mexicana. El
espíritu de Emiliano zapata debe cabalgar de nuevo!

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