lunes, 9 de febrero de 2009

EL CONSTITUYENTE DE QUERETARO

EL CONSTITUYENTE DE QUERETARO

El pasado 5 de febrero del presente año se celebró el 92 aniversario de la Constitución que promulgó el Constituyente Mexicano reunido en la ciudad de Querétaro al calor de la primera revolución social del siglo XX. Una resonante victoria de las masas populares que sigue levantando hasta nuestros días encono y vituperios por parte de la oligarquía y las fuerzas conservadoras.
La celebración de un aniversario más de nuestra Carta Magna se llevó a cabo en uno de los momentos más difíciles de nuestra historia, sólo comparable a los graves escenarios previos al estallido social de 1910. Difícil, porque la contrarrevolución despacha desde Palacio nacional: los mayores enemigos de la reforma agraria y el sector campesino de México, los enemigos históricos de la clase trabajadora y sus justas demandas; los enemigos de la educación pública, laica y gratuita y, los enemigos de la participación del Estado en la economía nacional, se han encaramado en el poder para continuar beneficiando a las clases privilegiadas.
El Comandante en jefe de las fuerzas reaccionarias, Felipe Calderón, aprovechó el discurso en el Teatro de la República, en el aniversario del Constituyente, para fustigar a las voces realistas que hablan de la catástrofe económica que campea en el país. El no está de acuerdo, son “catastrofistas” -dijo-, espantan las inversiones. No quiere que se queje aquél que está desempleado y tiene hambre. Por su parte, Eduardo Bours, el cacique mayor en Sonora, representante de la oligarquía empresarial y dueño del llamado “PRI Sonora” un apéndice ideológico del PAN, en su discurso del 5 de febrero, dijo -entre otras barbaridades-, que la Constitución “no pasa de ser un catálogo de buenos deseos”. Malo es que lo diga un ciudadano cualquiera, pero peor, es que lo diga un gobernante en ejercicio de sus funciones, que juró cumplir y hacer cumplir la Constitución para hacer realidad sus postulados. En fin que, los vituperios hacia la Carta Magna se vierten hoy por boca de quienes dicen presidir la marcha del país, y el colmo, utilizan las celebraciones de su aniversario.
Es un hecho que quienes gobiernan hoy y la critican desde el poder, son los mismos detractores de ayer, las mismas fuerzas conservadoras y oligárquicas derrotadas en los campos de batalla. Por el contrario, quienes militan en el sector revolucionario del país siguen sosteniendo que, el primer hecho que caracteriza a la constitución de un país, es el de que tiene su origen en una revolución popular victoriosa, como resultado de una ley histórica, porque toda constitución es en su esencia más que un hecho jurídico, un hecho de poder, determinado por las fuerzas operantes decisivas que existen en determinado país. Las constituciones tienen validez en tanto que reflejan esos factores, esas fuerzas políticas decisivas en la vida de una sociedad humana. Así ha ocurrido en nuestro país a lo largo de su historia. México ha tenido tantas constituciones cuantos han sido los cambios de los factores imperantes en el seno del pueblo. El fruto político más importante del movimiento revolucionario de 1910 fue la nueva Constitución de la República, que entró en vigor el primero de mayo de 1917.
Los detractores de la Revolución siempre han afirmado que la Constitución de 1917 fue un documento improvisado. En cierta forma han repetido los argumentos esgrimidos contra la de 1857, y contra la capacidad y la preparación de los diputados constituyentes, cargos semejantes a los que sufrieron sus predecesores. El argumento principal era el de que la constitución de 1917 fue la misma que la de 1857 con parches que contradicen su fisonomía liberal, inspirados en doctrinas exóticas o utópicas, y que las nuevas instituciones no tenían justificación en la realidad social mexicana. Estas afirmaciones eran y siguen siendo falsas. Así como los planes, proclamas, bandos, y decretos de los insurgentes y las constituciones anteriores a la Revolución de Ayutla, fueron los antecedentes de la de la Constitución de 1857, del mismo modo, los planes y los programas revolucionarios anteriores a la Constitución de 1917, deben considerarse como las premisas de la Carta Magna en vigor.
Sería imposible hacer la lista completa de esos documentos. Pero he aquí los principales: el programa del Partido Liberal, del primero de julio de 1906; el Plan de San Luis, del 5 de octubre de 1910; el Plan de Ayala, del 28 de noviembre de 1911; las adiciones al Plan de Guadalupe, del 12 de diciembre de 1914; el Decreto sobre Terrenos Petrolíferos, del 3 de agosto de 1914; el Decreto creando el descanso semanal obligatorio y la duración de la jornada, del 23 de agosto de 1914; el Decreto sobre abolición de las deudas de los peones, del 3 de septiembre de 1914; el Reglamento de la Comisión Agraria, del 13 de octubre de 1914; el Decreto relativo al proletariado rural, del 9 de septiembre de 1914; el Decreto sobre el salario mínimo, del 9 de enero de 1915; la ley del 6 de enero de 1915, que ordenó la restitución y dotación de tierras a los pueblos; el pacto entre el jefe del Ejército Constitucionalista y la Casa del Obrero Mundial, del 17 de febrero de 1915; el Decreto sobre tierras expedido en nombre del jefe de la División del Sur, el 28 de febrero de 1915; el Decreto sobre el patrimonio familiar del 15 de abril de 1915.
Estos planes y decretos no fueron producto de la fantasía. Encerraban exigencias concretas del pueblo que se había levantado en armas para lograrlas. Eran reivindicaciones que surgían de la realidad viva. Cuando el Congreso Constituyente se reunió en Querétaro el primero de diciembre de 1916, los diputados le entregaron ese patrimonio del pueblo para que le sirviera de norma. Por eso los debates tuvieron gran importancia. ¿Se trataba de liberales del siglo pasado?, ¿cual fue la filosofía social predominante en la asamblea? Los diputados que intervenían con mayor autoridad en los debates se llamaban así mismos liberales, pero agregaban: "no somos ya los liberales de ayer; somos liberales avanzados; somos liberales que llegan casi al socialismo". Esta fue la declaración de los que formaron el grupo llamado renovador, que tuvieron en sus manos la redacción de los preceptos nuevos de mayor trascendencia: el Art. 27 y el Art. 123.
Lo más interesante del Congreso es que el proyecto de Constitución enviado por el jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, se hallaba en abierta pugna con las demandas concretas de los diputados, que podríamos calificar de izquierda, comparados con los otros, y que se sentían apoyados por el Gral. Álvaro Obregón. La iniciativa de Carranza no entrañaba ninguna novedad, era la misma Constitución de 1857, con la agravante de que se pedía un mayor poder político para el ejecutivo, a expensas del Poder Legislativo. No había en ese documento nada que pudiere llamarse derecho social o reivindicaciones nacionales. Pero del debate surgieron las modificaciones al proyecto y numerosas iniciativas. La presión del ala izquierda obligó al Congreso a recoger las reivindicaciones populares de carácter progresista y las demandas nacionales tendíentes a salvaguardar la soberanía de México, y a confirmar y ampliar las Leyes de Reforma.
¿Cuales eran las reivindicaciones populares más importantes? Entre las económicas, el problema de la tierra. La historia de México, desde el año de 1521 en que desembarcaron los conquistadores en la Costa del Golfo, hasta hoy, en su parte medular fue la historia de la lucha por la tierra. No es ésta la oportunidad para recordar el proceso de la reivindicación de la tierra por las masas populares; pero durante los trescientos años del régimen colonial la mayoría de las sublevaciones -que fueron muchas- tuvieron ese origen.
El único pueblo en el mundo que tuvo más revoluciones agrarias que el nuestro, fue el pueblo Chino. A los pocos días de haber llegado Cortés y de haber instaurado su cuartel general en Coyoacán, surgió dentro de sus propios soldados la primera rebelión contra la monarquía Española que consideraba suyas todas las tierras ocupadas y descubiertas, en tanto que los conquistadores las reclamaban para ellos. Pero son, naturalmente, los indígenas despojados de sus tierras los que se sublevan en verdad. Los nativos que se niegan a entrar en las encomiendas, trabajar casi gratuitamente en las minas, abandonando sus pobres hogares y sus labores del campo; los negros esclavos, las castas y, finalmente, los criollos, porque en un país en que la única rama de la producción destinada al mercado interior era la agricultura, la tierra adquirió el valor de garantía única para la subsistencia y de medida para los privilegios sociales.
Y como ni la Revolución de Independencia ni la Revolución de Reforma variaron la estructura económica del país, y durante la dictadura porfirista se llegó a la concentración de la tierra a un grado patético, la Reforma Agraria, junto con las reivindicaciones de los trabajadores se convirtieron en el objetivo central de la Revolución Mexicana y su mayor fruto, la Constitución General de la República, promulgada en 1917, en vigor todavía hasta nuestros días.
Al cumplirse un año más de la promulgación de la Carta Magna, lo revolucionario es defenderla del embate que sufre por parte de la oligarquía criolla en el poder, que pretende seguirla modificando en beneficio de sus intereses y del capital financiero internacional. Tiempos vendrán en que por la misma naturaleza dialéctica del derecho la Constitución tenga que desembocar en un nuevo constituyente, cuando la correlación de fuerzas favorezca verdaderamente a las fuerzas democráticas y nacionalistas en el seno del congreso; ahora no es el momento de modificarla, es el momento de defenderla.

1 comentario:

Unknown dijo...

"Es un hijo de un crápula..."

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