sábado, 20 de noviembre de 2010

EL CICLO HISTORICO SE REPITE
EN EL CENTENARIO DE LA REVOLUCION MEXICANA
La única ley inconmovible es la ley del cambio. De la mano de las leyes de la dialéctica todos los pueblos de la tierra –unos más pronto y otros más tarde- transitan la ruta de los profundos cambios y transformaciones sociales; la rueda de la historia es imparable. Las generaciones actuales están sintiendo en carne propia la conmoción del presente que dará lugar al porvenir.
El detonante de esos cambios cualitativos en esta etapa de la evolución histórica, es sin lugar a dudas la explosión del modelo económico neoliberal en el orbe entero, mismo que derivó en la catástrofe financiera que sacude todos los basamentos teóricos que sostienen al caduco orden económico internacional. El desempleo y la hambruna crecen al mismo ritmo que la contracción de las economías; la privatización de la ganancia y la socialización de las pérdidas, como piedra angular de las políticas neoliberales, ha conducido a la sobreexplotación de la clase trabajadora y mermado sensiblemente sus conquistas históricas. Ha quedado demostrado a lo largo de la historia, que cuando las relaciones de producción entran en contradicción insalvable con el desarrollo de las fuerzas productivas se han desencadenado los procesos sociales de más grande envergadura.
Sin embargo, el camino de los pueblos hacia su liberación nunca ha sido libre de obstáculos y resistencias; una y otra vez se ha tenido la necesidad de vencer en fieras batallas a las fuerzas retardatarias que se oponen a la marcha de la historia.
En nuestro país, la gran pregunta es cómo se resolverán las profundas contradicciones sociales que se han ido acumulando a lo largo del reinado de la dictadura neoliberal; no podemos saber si será a través de una gran convulsión social la que abra el camino a los cambios cualitativos de manera súbita, o será mediante una emancipación pacífica institucionalizada. Si los cambios serán violentos o no depende de la resistencia que ofrezcan las clases privilegiadas ante la liberación del pueblo. Hay que decirlo, resolver las contradicciones mediante los mecanismos de la democracia formal es una ruta que cada vez se ve más lejana, sobre todo después del fraude electoral del 2006. El altísimo grado de abstencionismo electoral es una muestra de que el ciudadano no se siente representado en sus intereses por los partidos políticos actuales, y es claro que ese descontento popular está buscando otras vías para expresar su inconformidad. La idea de que con el voto se resolverán las contradicciones sociales se ha ido alejando cada vez más de la población; el acto de sufragar es percibido más como un acto para legitimar y conservar, no para cambiar.
Revisemos brevemente las contradicciones sociales que originaron el estallido social de 1910. ¿Qué fue la Revolución Mexicana? La vía de la violencia armada como única alternativa, porque todos los demás cauces se habían cerrado a la solución de contradicciones profundas que se acumularon en el seno de la sociedad mexicana. Contradicciones insalvables entre las comunidades indígenas y los campesinos que habían perdido todo, tierra y libertad, frente a los hacendados; contradicciones profundas entre el proletariado rural y los hacendados, porque los primeros carecían de todo derecho y vivían en constante zozobra ante la inestabilidad del trabajo y la brutal represión de las acordadas.
Contradicciones profundas entre los hacendados de mentalidad avanzada, partidarios de la agricultura moderna, frente a los señores feudales, dueños de la mayor parte del territorio nacional, que basaban su riqueza en la explotación inmisericorde de los campesinos y los trabajadores rurales; contradicciones entre los obreros, capa social todavía sin fuerza desde el punto de vista numérico, pero ya con claridad respecto del futuro de México, frente a los dueños de las industrias, que reconocían como única ley la obtención de altas utilidades, a costa del trabajo intensivo de sus trabajadores; y contradicciones insalvables entre una nación que quería desarrollar sus fuerzas productivas y la presencia de poderosas empresas monopólicas que aplicaban su propia ley en nuestras industrias o en los territorios que controlaban, y que nunca cedieron técnica alguna para el desarrollo del país.
El carácter de estas contradicciones fue lo que determinó el contenido de la revolución misma, y de la poderosa alianza de fuerzas que la hicieron posible. Por eso fue una revolución popular, porque respondía a los anhelos de justicia de millones de campesinos y del proletariado rural; por eso fue una revolución antifeudal, porque se orientó a destruir el monopolio de la tierra, obstáculo principal para el desarrollo de las fuerzas productivas; por eso fue una revolución democrática, porque se orientaba a la obtención de derechos democráticos elementales; y por eso fue una revolución nacionalista y antiimperialista, porque se propuso recuperar para la nación las riquezas nacionales que usufructuaban sin límites y sin normas los capitales extranjeros. Y por esas razones fue una fuerza incontrolable que aplastó toda resistencia, porque movilizó a los millones de mexicanos marginados y dispuestos a modernizar el país, en el sentido de ubicarlo al ritmo de las transformaciones técnicas que operaban en el mundo en esos días, en función fundamentalmente de los problemas principales de la nación.
El proceso revolucionario en nuestro país está plenamente vigente, sigue su marcha. La teoría de la armonía entre las clases sociales -entendidas éstas como categorías económicas en que se divide la sociedad- sólo será posible en la medida en que desaparezca la causa que les dio origen, la propiedad privada.
A pesar de quienes piensan que el hablar del proceso revolucionario es anticuado y fuera de moda, por el hecho de que la actual clase política gobernante sacó de su vocabulario habitual esas palabras profanas y obscenas que ofenden los oídos de las clases opulentas, no es así, todo el proceso histórico y nuestra vía nacionalista de desarrollo están hoy más vigentes que nunca.
Cada vez hay más mexicanos descontentos, las contradicciones sociales van en aumento; ésta realidad concreta está organizando el campo de batalla donde habrán de colisionar las fuerzas en pugna. Cuando el abismo que separa la sociedad es tan profundo que no deja lugar más que para muy pobres o muy ricos; cuando las clases medias se proletarizan y son obligadas por su precariedad a hacer causa común con los marginados, entonces hay que prepararnos y tomar posiciones, porque lo que viene no es precisamente la “armonía” entre las clases sociales que pregona muy seguido la derecha en el poder, ni los huecos y cursis promocionales de la H. Cámara de Diputados, que ofenden la inteligencia del pueblo con el estribillo que afirma que “todos somos México”; lo que viene es el rompimiento de lo que ya está roto y la separación de lo que ya está separado, porque con las contradicciones insalvables que se viven la política no puede unir lo que la economía divide.
Para resumir y sintetizar esta idea, podemos afirmar que vivimos la conmoción del presente, el cual dará su lugar al porvenir. Para nuestro país esto significa la construcción inaplazable de la cuarta etapa del proceso revolucionario; una transformación social, política y económica de tal envergadura y profundidad como lo fueron las tres etapas que le precedieron, a saber: la Revolución de Independencia, La Reforma, y la Revolución Mexicana.
Justo en el Centenario de la Revolución Mexicana el ciclo histórico se repite. La oligarquía nacional unida al capital transnacional se alzaron con la victoria sobre la generación posrevolucionaria, arrebataron el carácter del Estado surgido de la revolución para ponerlo al servicio exclusivo de sus intereses, valiéndose de la derecha conservadora y su partido, el PAN. De ser ´´benefactor´´ de las clases débiles se transformó en el Estado benefactor exclusivo de las élites económicas. Mientras se lleva a cabo el remate del patrimonio público se agrede por todas las vías a los que generan con sus manos la riqueza, la clase trabajadora, culpándola de la crisis sistémica que vivimos.
El resultado incuestionable de la tiranía brutal con que gobierna la derecha es que en México se vive mayor violencia hoy que en la antesala del estallido social de 1910, con el porfirismo, de eso sí pueden vanagloriarse. La responsabilidad sólo recae en esas clases directoras y en nadie más. Para muestra baste un botón: un promocional del régimen pregona que durante el calderonato la policía Federal Preventiva aumentó de 12 mil a 36 mil efectivos. ´´para que tú puedas vivir en paz y tranquilidad´´, insistiendo en la idea de que a mayor cantidad de policías mayor será la seguridad. Una idea absolutamente errónea y descalificada por las mismas cifras oficiales, pues a medida que han ido aumentando los cuerpos policiales y sus efectivos en esa misma medida han aumentado los grados de violencia y conductas antisociales.
Vivimos ya en un país militarizado, a pretexto del combate al crimen organizado. Y se insiste en el mismo camino para tratar de apaciguar la violencia; Calderón acaba de presentar una iniciativa para reclasificar al personal de las fuerzas armadas y disponer de más efectivos para su guerra demencial. Personal de escritorio, médicos, enfermeras, ingenieros, etc., estarían obligados a participar en batalla contra los que él llama ´´enemigos de México´´. Y como la estructura económica y las clases beneficiarias no serán tocadas por el régimen, es un hecho que la violencia seguirá en aumento y no le alcanzarán los efectivos militares y policiales para controlar el país, entonces el siguiente paso será reclutar civiles para nutrir sus brazos armados. Como en los tiempos finales del porfirismo, ´´la gleba´´ será utilizada nuevamente para llevar civiles a las filas del ejército neoporfirista del régimen de derecha.
Una violencia inadmisible, que sobrepasa los 30 mil muertos, entre los que se incluyen 15 presidentes municipales y un candidato a gobernador, este es el marco histórico en que florece el centenario de la Revolución Mexicana, ¿acaso no es esta una manifestación de la repetición del ciclo histórico que resulta de las tiranías cada cien años? Cada revolución –por supuesto- adopta las particularidades de su tiempo, la presente no será igual que la de 1910, lo único que falta a la de hoy, es unir el grado de violencia y descontento social al hilo conductor que ha guiado nuestro proceso revolucionario, es decir, darle sentido al derramamiento de sangre que ya es un hecho cotidiano, recoger ese mensaje del pueblo y traducirlo en hechos. Los nuevos conductores de esta lucha ya nacieron y están en los frentes de batalla, el drama social los ha engendrado, es la actual generación de mexicanos a la que corresponde construir la cuarta etapa de nuestro proceso revolucionario. ¡VIVA LA REVOLUCION Y MUERA EL MAL GOBIERNO!
San Luis Río Colorado, Sonora. 20 de noviembre de 2010. Día de la Revolución Mexicana.

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