sábado, 9 de enero de 2010

EL AÑO 2010, COMO EN 1910 Y 1810
HA LLEGADO EL TIEMPO DE DESATAR LAS FUERZAS DEL PUEBLO

Para el sector revolucionario y las fuerzas progresistas de México, el año que recién comienza deberá ser el tiempo de las acciones transformadoras. Los tiempos de los espectadores y las acciones puramente contestatarias deben quedar atrás para dar paso a la toma de posiciones de combate, para participar decididamente en la batalla por la liberación del pueblo de esta ignominiosa dictadura neoliberal que nos ha hundido en la zozobra más prolongada de los últimos tiempos.
El adagio popular nos dice que no hay mal que dure cien años ni pueblo que los aguante, y en efecto, la evolución histórica de nuestro país así lo confirma, es en los albores de cada siglo cuando se han desatado los movimientos sociales más importantes de nuestro proceso revolucionario. Las acciones a emprender por las fuerzas progresistas durante el año 2010, deben quedar unidas al mismo hilo conductor por el que han transitado las principales demandas y aspiraciones populares desde la Revolución de Independencia en 1810, la Reforma, encabezada por Benito Juárez y, la Revolución Mexicana iniciada en 1910. La lucha infatigable del pueblo y su experiencia histórica acumulada durante su evolución, nos muestra el camino que debemos de seguir recorriendo para alcanzar los objetivos fundamentales enarbolados por las generaciones de mexicanos que nos antecedieron, los cuales son: la plena soberanía e independencia nacionales, tanto política como económica; el establecimiento de un régimen democrático verdadero, que termine con la actual dictadura uniclasista que nos gobierna y, la elevación constante de los niveles de bienestar del pueblo. El dramático diagnóstico de la realidad actual así lo demanda.
La comunidad internacional observa con preocupación la tragedia que vive nuestro país en todos los ámbitos de la vida nacional, se pregunta cuál será el desenlace a los ingentes problemas que no admiten más postergación; cómo se resolverán las enormes contradicciones sociales en un escenario dominado por una alineación brutal entre la oligarquía, su comité encargado de gobernar, y las fuerzas políticas legitimadoras (PRI-PAN), que son de su propiedad también, quienes se niegan rotundamente a corregir el rumbo que nos lleva directo al precipicio.
Varios premios nobel de economía han advertido que, el régimen que encabeza Felipe Calderón camina a contracorriente de cómo lo hace el resto de las economías en el mundo para enfrentar la crisis financiera que ha provocado el colapso del modelo de capitalismo salvaje y depredador, el cual concibe al planeta entero y sus ocupantes como parte de la propiedad privada aprovechable sólo para las clases privilegiadas. El régimen de derecha al servicio de la oligarquía, por ceñirse a los dogmas fundamentalistas que promueven la globalización neoliberal ha hecho exactamente lo contrario a lo requerido para lograr un estado de bienestar.
El aumento de la pobreza y la desigualdad social causada por las políticas criminales y excluyentes de la derecha, han causado que la comunidad internacional tenga sus ojos puestos sobre lo que sucede en nuestro país. La última advertencia corrió a cargo de la prestigiada revista inglesa “The Economist”, pues en uno de sus artículos centrales sentenció que México es el país con más alto riesgo de turbulencia social en América Latina, dadas las políticas erróneas y la insensibilidad social con que se ha distinguido el gobierno panista.
Ha excepción de los economistas que trabajan para el gobierno reaccionario, todos los demás coinciden en que los niveles de bienestar aumentan en la población cuando la proporción del ingreso aumenta. Si ésta es una verdad ineluctable, entonces habrá que preguntarse ¿en qué libro de economía encontró Calderón y sus cortesanos la piedra angular y el sustento de sus programas para afirmar que, aumentar los impuestos y elevar el costo de las mercancías son medidas necesarias “para vivir mejor”, como lo pregona insistentemente en su propaganda ofensiva a la inteligencia popular?
El año 2010 ha iniciado con la prolongación de una dramática realidad que se acentúa día con día, y que abate las esperanzas de un pueblo que ya quiere ver el fin de su martirio para levantar la mirada hacia un mejor porvenir. El gobierno elevó los impuestos legitimados en el Congreso por las bancadas legislativas del prianato, al mismo tiempo que subió el precio de los energéticos, detonando con ello el alza a los transportes, la tortilla, el pan, la leche, el fríjol. Toda una cascada incontenible de aumentos generalizados que castigan severamente el bienestar del pueblo y anulan de inmediato el miserable aumento salarial dictado para este año. El trabajo es la única mercancía controlada por el gobierno, tal es la política oficial que ahoga al pueblo: por un lado, se ataca el poder adquisitivo del salario mediante la liberación indiscriminada de precios en bienes y servicios, y al mismo tiempo, se impone una política salarial criminal que restringe el crecimiento del ingreso de la clase trabajadora.
¿Y quiénes son los culpables de la tragedia que hoy vivimos? Desde luego que hay delincuentes de peso que decidieron la votación escondidos tras los ropajes de la democracia de mercado, pero los culpables que pueden ser juzgados a la vista del ciudadano común, son los que votaron –engañados o no- por Felipe Calderón.
Si éstos no pensaron en el daño que causarían al país votando por el partido de las “acciones irresponsables”, y hoy castigados en su bienestar material por el mismo gobierno por el que otorgaron su voto de confianza quieren reivindicarse, están a tiempo de hacerlo en la próxima sucesión presidencial de 2012. Los tiempos de los cambios cualitativos, incluidos los que suceden de manera súbita, ya están con nosotros; las grandes masas explotadas deben adquirir ya la conciencia de su condición para dejar de ser reserva de la plutocracia, y ése es el reto de las fuerzas progresistas, conducir esos cambios hacia la victoria definitiva.

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