sábado, 23 de mayo de 2009

LAS REFLEXIONES DE UN COMANDANTE
VOZ DE LOS SIN VOZ
Y PARADIGMA DE SOLIDARIDAD INTERNACIONAL

Es para mí una honda satisfacción leer los artículos de Fidel Castro, el estadista revolucionario de más experiencia en la actual etapa de la evolución histórica que nos ha tocado vivir. El podrido idealismo burgués al servicio de la explotación del hombre por el hombre y el saqueo de los pueblos colonizados y dependientes, se ha estrellado una y otra vez ante la fortaleza de las ideas libertarias que proclama el comandante, mismas que expone en sus artículos de una manera magistral. Sabe cómo responder a las campañas mediáticas patrocinadas por el imperio económico del norte que buscan desprestigiar a la Revolución Cubana; sabe debatir y analizar a profundidad la descarnada realidad que se vive en los supuestos paraísos de la democracia que caminan de la mano de Washington. Fidel Castro es la voz de los sin voz.
El capital financiero sabe perfectamente que para derrumbar a la Revolución Cubana, tendría que establecer en Cuba una sucursal de Televisa para que desempeñara en la isla el mismo papel que jugó en México durante el proceso electoral de 2006. Lo que el pueblo ya sabía lo acaba de confirmar Carlos Ahumada con la publicación de su libro “Derecho de Replica”, en el cual delata a los organizadores de la estrategia que implementaron los representantes del capital financiero para evitar la llegada de López Obrador al frente de un nuevo régimen al poder, contrario al interés de las clases privilegiadas.
En la página 154 del citado libro el autor admite: “Salinas, Diego Fernández de Ceballos y el gobierno federal, de común acuerdo con Televisa, decidieron conjuntamente dar a conocer primero el video del Niño Verde el lunes 23 de febrero de 2004, y dejar que se quemara esa noticia toda la semana. Una semana después daban a conocer mis videos, el primero de marzo el video de Ponce, y el miércoles 3 de marzo el fulminante video de René Bejarano. Es decir -dice Carlos Ahumada- , se implementó toda una estrategia mediática para los fines que en ese entonces convenían al gobierno federal, a Salinas y a Televisa”.
Los resultados de la implementación de esa estrategia ya la sabemos, fue la que hizo posible el despojo de la victoria electoral que las fuerzas progresistas ya tenían en sus manos, y con ello se materializó la continuidad de la derecha neoliberal al frente del poder en perjuicio de los intereses del pueblo. Este es el mejor ejemplo del poder que ejerce la clase social reaccionaria en el poder a través de sus herramientas mediáticas, las que elevadas a su máxima expresión son capaces de despojar de su conciencia colectiva a todo un pueblo.
Tal es la “bendita libertad de expresión” que opera en México a favor de la supuesta normalidad democrática, y tal es la que se quiere imponer al pueblo cubano soñando con derrumbar a la Revolución Cubana. Si el capital financiero y los consorcios mediáticos no pueden instalar una empresa como Televisa que sirva a sus intereses en Cuba, ah, entonces no hay libertad de expresión, dicen. Afortunadamente el pueblo de José Martí ha aprendido en medio siglo de revolución que la libertad de expresión es un componente de la lucha de clases; se ha entendido perfectamente que, bajo los ropajes de ese derecho que reclaman los enemigos, lo que se persigue es la restauración del capitalismo voraz. Los cubanos saben perfectamente que la única transición posible será del socialismo al comunismo.
Ante este panorama, me voy a permitir traer de manera textual a este espacio un artículo de Fidel Castro, publicado el pasado 8 de mayo por el diario Juventud Rebelde, en el cual se ilustra perfectamente la situación que aquí se anota. El mismo comienza así: “Otra vez la Podrida OEA”: El líder de la Revolución Cubana afirma que "cabe preguntarle a esa desvergonzada institución que si nosotros fuimos expulsados de la OEA por proclamar nuestras convicciones y no somos miembros de esa institución, ¿qué derecho tiene a juzgarnos?" y señala que la OEA debiera saber que hace rato no formamos parte de esa iglesia, ni compartimos su catecismo.
La agencia cablegráfica alemana DPA divulgó ayer que la CIDH de la OEA aprobó un informe, señalando que Cuba “siguió transgrediendo” los derechos fundamentales al mantener las “restricciones” a los derechos políticos y civiles de la población, a la par que continuó siendo el “único” país de la región donde no hay libertad de expresión alguna.

¿Es que en esa podrida institución existe una CIDH? Sí, existe, me respondo. ¿Y cuál es su misión? Juzgar la situación de los derechos humanos en los países miembros de la OEA. ¿Estados Unidos es miembro de esa institución? Sí, uno de sus más honorables miembros. ¿Ha condenado alguna vez al Gobierno de Estados Unidos? No, jamás. ¿Ni siquiera los crímenes de genocidio cometidos por Bush, que han costado la vida a millones de personas? No, ¡nunca!, cómo va a cometer esa injusticia. ¿Ni siquiera las torturas de la Base de Guantánamo? Que
nosotros sepamos, ni una palabra. Conseguimos por Internet copia del acuerdo contra Cuba. Basura pura. Se dedica a la chismografía contrarrevolucionaria. Es largo, al estilo de los del Departamento de Estado, paradigma político y jefe de la OEA. ¡Con cuánta razón Roa la llamó Ministerio de Colonias yanqui!

Cabe preguntarle a esa desvergonzada institución que si nosotros fuimos expulsados de la OEA por proclamar nuestras convicciones y no somos miembros de esa institución, ¿qué derecho tiene a juzgarnos? ¿Haría lo mismo la OEA con la República Popular China, Vietnam y otros
países que proclamaron como Cuba su adhesión a los principios marxistas-leninistas?
La OEA debiera saber que hace rato no formamos parte de esa iglesia, ni compartimos su catecismo. Partimos de posiciones diferentes. Si hablamos de libertad de expresión, debemos recordarle que en nuestro país no se reconoce la propiedad privada sobre los medios de
comunicación. Fueron siempre los propietarios de estos los que determinaron qué se escribía y quiénes escribían, qué se transmitía o no, qué se exhibía o no. Los analfabetos y semianalfabetos no pueden hacerlo, y durante cientos de años, en tanto reinó el colonialismo y se desarrolló el sistema capitalista desde que fue inventada la imprenta, las cuatro quintas partes de la población no sabían leer ni escribir, ni existía la educación gratuita y pública.

Los modernos medios de comunicación lo han transformado todo. Hoy solo a través de gigantescas inversiones se puede disponer de los centros que divulgan las noticias por todo el planeta y solo quienes los manejan deciden qué se divulga y cómo se divulga, qué se publica y
cómo se publica.

Son evidentes los esfuerzos que realiza el Pentágono para monopolizar la información y las redes de Internet. A nuestro propio país se le bloquea el acceso a esas fuentes. Sería mejor que la CIDH diera cuenta al mundo de los recursos que gasta su burocracia en tonterías, en vez de analizar estas realidades e informar a los países de América Latina de los gravísimos peligros que amenazan la libertad de expresión de todos los pueblos del planeta.

Para cuestionar el papel de Cuba en ese terreno, tendría que empezar a reconocer, sin ambages, que esta ha sido la nación que más ha hecho por la educación, la ciencia y la cultura, entre todos los pueblos del planeta, y su ejemplo es seguido hoy por otros gobiernos revolucionarios y progresistas. Si tienen duda alguna, pueden preguntárselo a Naciones Unidas.

En este hemisferio los pobres jamás tuvieron libertad de expresión, porque nunca recibieron la educación de calidad y los conocimientos eran reservados únicamente para las élites privilegiadas y burguesas. No culpen ahora a Venezuela, que tanto ha hecho por la educación después de la Revolución Bolivariana, ni a la República de Haití, abatida por la pobreza, las enfermedades y catástrofes naturales, cual si esas fuesen las condiciones ideales para la libertad de expresión
que proclama la OEA. Hagan lo que hace Cuba: ayuden primero a formar masivamente personal de salud de calidad, envíen médicos revolucionarios a los más apartados rincones del país, que contribuyan en primer lugar a preservar la vida, transmítanles programas y experiencias de educación; exijan que las instituciones financieras del mundo desarrollado y rico envíen recursos para construir escuelas, formar maestros, producir medicamentos, desarrollar su agricultura y
su industria, y después hablen de los derechos del hombre”. Fidel Castro Ruz, Mayo 8 de 2009.
Hasta aquí el citado artículo. La estatura moral y política del comandante, la sombra del pensamiento y el peso de su pluma que se proyectan a nivel internacional, hace ver la pequeñez de sus detractores.

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