martes, 10 de marzo de 2009

SUICIDIOS Y DESEMPLEO MASIVO
LAS ESTADISTICAS DEL CAPITALISMO SALVAJE
Los últimos estertores del caduco e injusto orden económico internacional están a la vista de todos, es ya inocultable; el pánico y la zozobra son el pan de todos los días, lo mismo para los culpables que nos han conducido al desastre como a las víctimas de este colosal cataclismo financiero y económico que arrasa los pueblos. La gigantesca torre de Babel construida sobre la base de la especulación desmedida y la avaricia de los mercados llegó muy alta para dominar al capital productivo, sólo para desplomarse desde esas alturas con la misma fuerza con que se elevó.
Los reyes del agiotismo y la usura están perdiendo sus montañas de dinero acumulado, la gran industria y la empresa mediana cierran sus puertas ante la contracción del mercado y, los trabajadores despedidos ya no tienen motivos para sentarse a la mesa. La economía informal se formaliza como la única alternativa para sobrevivir en el caos y la incertidumbre. El orden económico es un cadáver a punto de sepultarse, su muerte estaba anunciada, se suicidó a sí mismo. Imposible sostenerse erguido ante el abismo social resultante de la aplicación de sus políticas.
Mientras una elite conformada por un puñado de directivos de la dictadura monopolista y financiera con asiento en New York se embolsó 46 mil millones de dólares en sólo un año, millones y millones de trabajadores en el mundo tuvieron que aumentar su “productividad”, trabajando jornadas de hasta 12 horas con raquíticos salarios, a pan y agua, como esclavos, apurados a rendir más y más cada día ante la amenaza del amo de marcharse a buscar mano de obra más barata en cualquier otra economía emergente. Para mantenerse sana, la especulación excesiva del capital demandaba la explotación desmedida de los trabajadores; a tal grado llegó, que la sangre y el sudor de las masas laboriosas exhaustas ya no pudieron rendir más para seguir sosteniendo la enorme burbuja especulativa que cargaba sobre sus espaldas y calló estrepitosamente. De la Torre de Babel financiera no queda más que sus escombros y el pánico de sus constructores.
Desde financistas que se suicidan, hasta otros que fingen hacerlo, millonarios arruinados han cometido una amplia gama de actos desesperados ante la peor crisis económica desde la Depresión de los años 30. En ocasiones, la desesperación es abrumadora. Tres días antes de Navidad, y luego de escribir cartas de despedida, René-Thierry Magon de la Villehuchet se suicidó en su oficina del centro de Manhattan. El aristócrata francés, de 65 años de edad, un inversionista profesional, había perdido 1.400 millones de dólares tras poner su fortuna y la de sus clientes en manos de Bernard Madoff.
Se estima que Madoff, quien ha logrado eludir hasta ahora inclusive el arresto domiciliario ordenado por un juez, estafó a sus clientes en unos 50.000 millones de dólares. Es, casi con seguridad, el fraude más grande en la historia de Estados Unidos.
Amigos y familiares del inversionista francés dijeron que se sentía profundamente avergonzado y deprimido por el fraude que acabó con sus ahorros y los de sus clientes, muchos de ellos amigos personales. Por lo tanto, el 22 de diciembre de 2008 ingirió una letal dosis de píldoras, colocó un cesto de basura debajo de su brazo derecho, y se abrió las venas con una cuchilla, de esas utilizadas para cortar cajas de cartón.
En el último año, se han registrado más de 10 de ese tipo de incidentes, tanto en Estados Unidos como en otras naciones, cometidos por personas cuyas finanzas se han desintegrado. Sólo en enero, tres financistas se suicidaron. El multimillonario alemán Adolf Merckle, que perdió una fortuna al caer las acciones de la Volkswagen, se arrojó bajo un tren. Patrick Rocca, un inversionista irlandés que perdió millones de dólares al colapsar el mercado inmobiliario, aguardó a que su esposa llevara a sus hijos a la escuela para pegarse un balazo en la cabeza. Y en los suburbios de Chicago, otro multimillonario, Steven L. Good, inversionista en bienes raíces, fue hallado muerto en su Jaguar, con un balazo en su cuerpo.
Hoy sacude a la madriguera de los monopolios una epidemia similar de suicidios de inversionistas como en la década del treinta, tras derrumbarse la bolsa de valores de Nueva York. Inclusive existe en la mente de muchos norteamericanos la imagen de corredores de bolsa cayendo de las ventanas de sus oficinas como la lluvia tras el "crash" de 1929.


En 1933, el momento álgido de la Gran Depresión, cuando un 25% de los norteamericanos estaban desempleados, la tasa de suicidio entre los estadounidenses pasó de 14 a 17 por 100.000. Fue la tasa de suicidios más alta de la historia de este país.
Pero no sólo insensatos especuladores sienten que el piso ha desaparecido debajo de sus zapatos. También sus víctimas han sufrido una bancarrota emocional. La tasa de desempleo ascendió en EU al 8,1% en febrero, la más alta desde fines de 1983, al perderse 651.000 empleos, informó el gobierno yanqui. El informe del Departamento de Trabajo reveló que continúa la ola de despidos masivos, en el intento desesperado de los empresarios de reducir sus costos.
La pérdida neta de 651.000 puestos de trabajo sobrevino tras las reducciones de la nómina en los dos meses anteriores, de acuerdo con las cifras actualizadas. La economía perdió 681.000 empleos en diciembre y 655.000 en enero. Los patronos reducen sus plantillas a un paso alarmante y buscan otras maneras de reducir costos a costa del salario, tales como reducir las jornadas laborales, congelar o reducir los sueldos, porque la recesión merma las ventas y ganancias. Los consumidores en todo el mundo reducen sus gastos, a medida que la crisis global afecta a todos.
Desde que comenzó la recesión en diciembre del 2007, la economía de los EU ha perdido 4,4 millones de empleos, más de la mitad en los últimos cuatro meses. Por ello, el desempleo nacional pasó al 8,1% del 7,6% en enero, el mayor nivel desde diciembre de 1983, cuando la tasa se situó en el 8,3%.
El número total de desempleados alcanzó 12,5 millones. Además, el número de personas obligadas a trabajar a tiempo parcial "por razones económicas" aumentó en 787.000, llegando a 8,6 millones. Ese sector desearía trabajar a tiempo completo pero sus jornadas laborales fueron reducidas o no pudieron encontrar empleos a tiempo completo. Mientras tanto, el promedio laboral semanal se mantuvo en febrero en 33,3 horas, igualando la marca de diciembre.
Allá donde los sacerdotes del capitalismo preparan las recetas económicas para el mundo, la pérdida de empleo fue generalizada en febrero. Las empresas de la construcción eliminaron 104.000 empleos, las fábricas 168.000 y los negocios detallistas casi 40.000. Los servicios profesionales y empresariales suprimieron 180.000, con 78.000 perdidos en las agencia de trabajo temporal. Las empresas financieras redujeron sus plantillas en 44.000. Las de viajes y hoteleras borraron 33.000 empleos.
La desaparición del empleo y la evaporación de los patrimonios personales y empresariales, debido a la contracción del valor de la vivienda, los planes de ahorro para la jubilación -basados en inversiones con postergación fiscal- y otras inversiones, hicieron que los consumidores redujeran sus gastos y las empresas acortaran sus plantillas. Es un círculo vicioso en el que las consecuencias negativas de la economía se muerden la cola, lo que a su vez empeora la contracción económica.
La industria y el comercio parecen aniquilados porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas no sirven ya al desarrollo de la civilización burguesa y sus relaciones de propiedad; por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo. Y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa, amenazando sus propiedades y su existencia misma.
Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno, lo que dará como resultado el inevitable surgimiento de una nueva etapa en las relaciones productivas, un nuevo orden económico internacional y la ascensión hacia un nuevo estadio en la evolución histórica de la sociedad. Ya Carlos Marx lo sentenciaba de esta manera en el Manifiesto del Partido Comunista: “Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesa de propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros”gacetaproletaria@gmail.com

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