sábado, 25 de octubre de 2008

¿Sólo una crisis financiera?

¿Crisis financiera o crisis del modelo económico?
¿Quién rescatará a los pobres?

“Los inversionistas huelen la recesión mundial”, decía una nota informativa, refiriéndose al terremoto financiero que sacude al mundo; los cuadros de inteligencia del imperialismo dicen que se superará tan pronto los gobiernos retomen su papel regulador. Encerrados en la discusión del problema en términos técnicos financieros olvidan reflexionar sobre el contexto general en que se desarrolla la economía mundial, el proceso histórico y la evolución de las instituciones económicas. Cual náufragos encerrados en una isla sin conexión alguna hacen del problema financiero una cuestión técnica sin conexión con la realidad objetiva. Si la falta de regulación del Estado para prevenir los desastres financieros es un efecto, entonces la causa es el modelo económico neoliberal.
Es el agotamiento natural de un modelo de la economía el que está en crisis. Recordemos que la teoría del neoliberalismo se nutre del liberalismo económico surgido en los siglos XVII y XVIII, como una demanda revolucionaria y justiciera enarbolada por la naciente burguesía. El grito libertario de la clase burguesa buscaba barrer con todos los obstáculos que imponía el caduco y decadente sistema feudal para el desarrollo de la industria y el comercio; los estancos las alcabalas y toda suerte de restricciones hacían imposible el desarrollo de las fuerzas productivas. La libertad de comercio y la libre concurrencia como piedras angulares de la teoría del liberalismo económico, una vez conquistadas, enterraron para siempre el sistema de producción feudal y nació el capitalismo.
El triunfo definitivo del capitalismo podríamos decir que se dio con la Revolución Industrial del siglo XVIII. El surgimiento del telar mecánico y la máquina de vapor, entre otras, sustituyeron la industria artesanal y surgió la producción en serie, y con ella, surge al escenario de la historia el proletariado como clase social, con necesidades e intereses propios. Al mismo tiempo que se sientan las bases para la concentración del producto del trabajo y la exportación de capitales, dando lugar al surgimiento del fenómeno de los monopolios.
Ya en el siglo XX, en los años treinta, particularmente en los Estados Unidos, el capitalismo afronta su primera gran crisis que pone de manifiesto sus grandes contradicciones internas. Un desastre económico que cubrió de pobreza el suelo norteamericano, mismo que no sería superado hasta después de la II Guerra Mundial. La victoria aliada contra el fascismo alemán comandado por Hitler fue el oxigeno que alimentó la recuperación de la economía norteamericana y del capitalismo en boga
Pero el imperialismo, como fase superior del capitalismo, y la fuerza política y económica de los monopolios –corporaciones multinacionales- no sería tal sin el surgimiento a principios de los años ochenta de lo que hemos dado en llamar Revolución Científico-Técnica. Un verdadero salto cualitativo producido por los portentosos avances en la ciencia aplicada a la tecnología. Surgen las tecnologías de punta, entre ellas la robótica, la cibernética, y se inicia una nueva etapa de superproducción de bienes y servicios; la capacidad industrial instalada actual es tal que puede surtir otros tres o cuatro planetas igual al nuestro, lo mismo en ropa, electrodomésticos o automóviles. La informática se expande con el internet y la antes inmensidad del mundo se reduce hoy a una aldea global.
Esos cambios de calidad surgidos de la Revolución Científico-Técnica traen como resultado la era de la globalización. El mundo se hace pequeño y la economía mundial se conecta bajo un solo mando, el de los monopolios y los centros financieros. Debido a la interconexión financiera global surgen los llamados efectos “domino”, que se encargan de trasladar hasta los confines del planeta lo mismo el optimismo que el pesimismo de los dueños del capital; las economías del mundo exportan en cuestión de segundos la euforia que hace subir las bolsas lo mismo que los terremotos financieros que no respetan fronteras geográficas. Otro de los frutos de la llamada globalización es la economía ficticia y especulativa, compuesta de capitales golondrinos que saltan de país en país en busca de ganancias fáciles a través del mercadeo de acciones, los cuales tienen la capacidad de desequilibrar la economía de cualquier país.
En lo político, la Revolución Científico-Técnica y su producto la globalización neoliberal produjo la derechización del mundo. La mega industrialización, la fuerza económica de los monopolios y los centros financieros catapultaron a los partidos políticos de derecha y tomaron el poder en casi todo el mundo. El campo socialista colapsó y la Unión Soviética se desintegró. Surge entonces la etapa actual en la que nos encontramos: el mundo unipolar, dominado por la hegemonía del imperialismo norteamericano. Un orden económico dominado por la potencia del norte que gobierna el mundo sin contrapesos que puedan equilibrar los intereses multilaterales de los pueblos. Una dictadura monopolista global que impone un modelo concentrador de la riqueza; que promueve la desigualdad social y la pobreza; que impone las políticas del mercado, los acuerdos de libre comercio, y el modelo político sostenido por la democracia de mercado.
Con todas estas reflexiones previas ya podemos sostener que la actual crisis financiera no surge por sí sola ni se da por generación espontánea. Esta crisis que arrastra a la economía del mundo al precipicio es uno de los efectos devastadores de una crisis general del modo de producción capitalista. No es en modo alguno una crisis aislada, sino que tiene que ver con todo el contexto general del desarrollo de la economía.
Recordemos sólo tres crisis que se han juntado en una sola al mismo tiempo. Primera. A principios del año estalló la crisis alimentaria; crisis a la que nos ha llevado el abandono presupuestal del campo, el desmantelamiento de las instituciones oficiales que se encargaban de la producción del campo (Fertimex, Conasupo, Etc.,), dejando la política de la producción de alimentos en manos de las corporaciones multinacionales. El abandono del campo y de nuestra soberanía alimentaria trajo sus consecuencias; se dejó sentir el alza generalizada de los artículos de la canasta básica de consumo popular y la caía general de la economía.
Sólo por citar algunos incrementos tenemos los siguientes: el precio de la tortilla ha aumentado en 42 por ciento; el pan 60 por ciento; la leche 35 por ciento; el huevo 80 por ciento; el fríjol 100 por ciento; la lenteja 130 por ciento; el arroz 130 por ciento; el aceite 113 por ciento; la carne de res 60 por ciento; la carne de cerdo 50 por ciento; el café 65 por ciento; el azúcar 40 por ciento; las pastas para sopa 62 por ciento; la gasolina 10 por ciento; el diesel 18 por ciento; el gas 20 por ciento; y la luz, sólo en lo que va del año, 100 por ciento. El Banco Mundial estimó en enero pasado, que a la cifra actual de mexicanos en pobreza extrema, se le sumarían otros 7.5 millones más como producto de la crisis alimentaria.
Segunda. Hay que sumar a ese panorama la crisis energética, vinculada estrechamente con el capital especulativo que se mueve en las bolsas de valores alrededor del mundo. El precio del barril de petróleo crudo llegó a cotizarse hace unos meses en cerca de los 150 dólares, y ahora mismo anda por debajo de los 60 dólares por barril. La crisis energética es otro elemento desestabilizador de las economías emergentes.
Y tercera. A este panorama devastador se le suma el estallido de la crisis financiera, la cual comenzó en los Estados Unidos con los terremotos bursátiles y grandes bancos declarados en quiebra - dicen allá- por el problema inmobiliario. El pueblo norteamericano se declaró en quiebra porque no puede pagar su tarjeta de crédito, sus casas ni sus automóviles, por insolvencia económica total de la clase trabajadora del vecino país del norte.
Aquí es donde debemos aclarar que la quiebra económica de los Estados Unidos no surgió hace un mes, sino que ha ido a la baja de manera sostenida desde hace por lo menos diez años, desde el final de la bonanza clintoniana. Esa debacle financiera se debe en buena parte al fenómeno de la globalización; las grandes corporaciones multinacionales, la gran industria y hasta parte de la agricultura, fueron empujadas a producir fuera del territorio geográfico de los Estados Unidos, en busca de mano de obra barata, casi esclava, infraestructura gratuita y condonación de impuestos, en los países subdesarrollados, para mejorar lo que ellos llaman “competitividad en la producción”. En ese proceso la clase obrera norteamericana se queda sin trabajo, porque sus empleos se los llevan a otros lados; se declaran insolventes para pagar sus deudas, y el gobierno tiene que desembolsar más dinero en los programas sociales y cubrir el desempleo.
Además, por si fuera poco, hay que recordar que el déficit fiscal del gobierno de los EU es el más grande del mundo, con cerca de 800 mil millones de dólares. Es la norteamericana una economía ficticia, irreal, especulativa, que gasta más de lo que produce, y que tarde o temprano estallaría la mega crisis financiera que estamos viendo. Lógicamente que, siendo EU la cabeza del caduco y obsoleto orden financiero internacional, en su caída estrepitosa se lleva por delante a las economías del mundo; es el efecto dominó que opera por medio de la interconexión financiera del mundo globalizado.
Las bolsas de valores del mundo ya venían desplomándose desde hace meses, he aquí solo unos datos. De enero a la fecha, Londres ha registrado a la baja pérdidas por el 39 por ciento; París, 43.4 por ciento; Francfort, el Dax, 43.6 por ciento; Nueva York, el Dow Jones, 38.9 por ciento; Hong Kong, 46.8 por ciento; Tokio, el índice Nikkei, 45.9 por ciento. Ante el cataclismo financiero y el pánico de los especuladores y agiotistas, de inmediato se reunieron en los grandes foros la alta representación del sistema financiero y los gobiernos neoliberales; el G7, el G20, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Eurogrupo. Acordaron inmediatamente disponer de los erarios públicos y el saqueo de los pueblos para resarcir las grandes pérdidas privadas. Sólo los gobiernos de los países europeos anunciaron planes de apoyo al sector bancario por la cantidad de 2.2 billones de dólares; al mismo tiempo que el Banco Mundial anunciaba el paquete financiero por la ridícula cantidad de 1200 millones de dólares para apoyar a las economías emergentes, a afrontar la pobreza que producirá la crisis financiera.
Algunos han dado en calificar esos escandalosos rescates con fondos públicos como “nacionalizaciones”, lo que es un total contrasentido, un barbarismo. Nunca podrá equipararse –por ejemplo- la nacionalización del petróleo o de la industria eléctrica, verdaderas reivindicaciones patrimoniales a favor del pueblo, con un vulgar saqueo a favor de intereses particulares, como lo fue y sigue siendo el desafortunado Fobaproa.
Las grandes cadenas informativas del imperialismo dan cuenta del estallido de la crisis financiera que inició hace unas semanas, para ellos apenas comienza, pero habrá que recordarles que la clase obrera tiene más de 20 años sufriendo sobre sus espaldas una infame y criminal política salarial restrictiva; el salario mínimo oficial es apenas de 52 pesos por jornada, pero ésta crisis que viven las grandes mayorías de la población no les interesa. Los trabajadores ya están hartos y cansados de vivir en esta esclavitud oprobiosa, por eso ven en la presente convulsión, no una amenaza a su precaria existencia, sino una oportunidad de precipitar la construcción de un porvenir más justo y luminoso para todos los seres humanos.
Comentarios: gacetaproletaria@gmail.com
Gacetaproletaria.blogspot.com
.

No hay comentarios: