viernes, 10 de octubre de 2008

LA CRISIS

LA CRISIS DEL CAPITALISMO JAMAS VISTA
¿ES EL FIN DE LA HISTORIA?

Cuando en 1989 caía el muro de Berlín, después la desintegración de la Unión Soviética y el colapso del campo socialista a principios de los noventas del siglo pasado, el asesor financiero de la Casa Blanca, Francis Fukuyama, elaboró su teoría que llamó “el fin de la historia”, mediante la cual sostenía que, sin oposición al frente y con el colapso de los países que construían el socialismo, el triunfo del capitalismo capitaneado por los Estados Unidos era definitivo y estaba destinado a prolongarse a perpetuidad por los siglos de los siglos.
Hoy, después de pocos años de borrachera triunfalista de los ideólogos de los mercados financieros y el sistema expoliador del capitalismo salvaje la euforia ha terminado. Los comunistas condenados por aquel ideólogo norteamericano a desaparecer de la faz de la tierra pueden sentenciar objetivamente que la crisis actual del sistema financiero internacional será más pronto que tarde el colapso total del capitalismo, y con él, el fin de la historia profetizada por el asesor financiero de la Casa Blanca, pero al revés. El modo de producción económica sentenciado a muerte hoy es otro.
Quiérase o no, estamos ante el umbral de una nueva etapa en la historia de la humanidad, seguramente más luminosa y próspera para los pueblos, porque la convulsión actual obligará a precipitar el porvenir. Cuando la noche es más negra es porque está a punto de un nuevo amanecer. Una nueva etapa que se construirá sobre la misma globalización que nos ha dejado el progreso de la ciencia y la técnica, sólo que ahora será en beneficio de los pueblos y no de los explotadores y saqueadores de los pueblos subyugados.
Las bolsas de valores y el sistema bancario internacional están en caída libre, sin ningún poder sobrenatural que los salve de la catástrofe. En los Estados Unidos, la recesión económica y la crisis de 1929 serán una etapa de progreso comparada con los devastadores escenarios que afrontará el pueblo norteamericano y el mundo entero, pero especialmente los países subdesarrollados con capitalismo dependiente. Ni los cuadros de inteligencia financiera forjados en las altas escuelas del imperialismo norteamericano, como son las universidades de Harvard y la de Yale, en Washington, han sabido explicarse objetivamente el porqué no ha cesado la incertidumbre entre los dueños del dinero, a pesar de que el gobierno de Bush acudió generoso al rescate y llamado de auxilio con 700 mil millones de dólares, con cargo a los impuestos que paga el pueblo. Ni rescates voluminosos a favor del agiotismo y la especulación -que algunos por ignorancia llaman “nacionalizaciones”- ni bajas en los tipos de interés han logrado calmar el pánico de los mercados. Los expertos financieros están fracasando y no encuentran la explicación del terremoto financiero.
La campaña mediática que da a conocer esta crisis está en su clímax, la caja de resonancia aturde a los pueblos con los problemas que hoy afronta el mundo financiero. Se habla mucho y de forma parcial del problema de liquidez del capital especulativo, pero de la infame crisis que vive la clase trabajadora desde hace más de 20 años, soportando sobre sus espaldas una criminal política salarial restrictiva, los accionistas de las bolsas nunca se han acordado, para ellos la crisis apenas ha comenzado. No cabe duda de que en esta lucha de clases cada quien entierra a sus muertos, porque la clase poseedora es sensible sólo al dolor propio, pero insensible ante el ajeno.
A los banqueros y bolsistas los gobiernos neoliberales los rescatan y les resarcen sus pérdidas, ellos no pierden, mientras que los esclavos del salario mínimo lo único que los salva de seguir sufriendo es la tumba. El saqueo de los pueblos se llevará hasta el límite para salvar a los negociantes particulares; en los pueblos la irritación y la violencia social crecerá ante los despojos que sufrirán sus mermados bolsillos. El tiempo de las transformaciones mundiales ha llegado ya.
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