sábado, 31 de enero de 2009

La Inconformidad Social y Sufragio

ANTE EL DESPLOME DE LA ECONOMIA MUNDIAL
EL REPUDIO POPULAR SE VOLCARA EN LAS URNAS ELECTORALES
Las noticias sobre el colapso de la economía recorren el mundo. El nerviosismo paraliza los mercados de capitales, quiebras financieras en todos los niveles, miles de industrias lanzando obreros a la calle y aumentando la presión social existente. Salvo honrosas excepciones, los analistas hablan del tema en términos técnicos financieros, ciñéndose estrictamente a las evaluaciones aritméticas, como si la agudización de los problemas económicos que vive el mundo se estuvieran dando por generación espontánea y sin paternidad a quien reclamar.
Los defensores del evangelio del absolutismo del mercado ahora reclaman la intervención del Estado con cargo al erario público para salvar sus negocios. Actitud comprensible de los agiotistas y usureros, sólo si nos atenemos a la interpretación marxista que nos dice que el Estado es la violencia organizada de la clase social en el poder. Tan cierta es la interpretación científica del gigante de Tréveris, que el reclamo de auxilio estatal por parte de los hombres de negocios, es porque consideran de su propiedad esa maquinaria que se constituye en calidad de Estado mayor de la clase social explotadora.
El Fondo Monetario Internacional, el mismo artífice de la recesión económica mundial, el que ha impuesto sus recetas depredadoras al mundo, el verdadero culpable y cuyos resultados desastrosos salen a la vista, nos sale con la novedad de que “el mundo vive una etapa de profunda desaceleración”. En su informe denominado Panorama Económico Mundial, sentencia y condena a la economía global a sufrir un desplome generalizado durante el presente 2009, cuyo crecimiento global será de apenas el 0.5 por ciento, la peor tasa registrada desde la Segunda Guerra Mundial.
Según los sacerdotes del capitalismo que trabajan como analistas al servicio del FMI, los decrementos en la economía afectarán a todos los países: Estados Unidos caerá 1.7 por ciento; la zona Euro un 2.0 por ciento; Japón un 2.6 por ciento; Reino Unido un 2.8 por ciento, y Rusia un 0.7 por ciento. China e India, a pesar de la crisis, seguirán siendo los principales motores del crecimiento mundial -según el reporte- pues el gigante Chino, gobernado por su partido comunista, crecerá un 6.7 por ciento, y el Indio un 5.1 por ciento. Latinoamérica crecerá durante 2009 un raquítico 1.1 por ciento, sobresaliendo modestamente Brasil con un crecimiento de 1.8 por ciento.
Ante ese panorama de angustia e incertidumbre se están revelando los pueblos en todos los continentes. En los Estados Unidos, madriguera de los centros financieros y los monopolios, mismos que han conducido al mundo a la actual debacle, el repudio popular a la nefasta era bushiana se volcó a las urnas y llevó al poder a Barack Obama buscando una solución a sus problemas. Desde el momento mismo de su toma de posesión se observó el tratamiento de los problemas económicos bajo una óptica liberal y más cercana a la teoría burguesa del Estado, concebido como un ente ubicado por encima de la lucha de clases “para favorecer a todos por igual”.
El gobernante Obama, en apoyo a su programa de rescate económico, mismo que implica la aprobación del Congreso de un paquete por 825 mil millones de dólares que serán utilizados para reducir impuestos, crear empleos y ayudar a las familias en peligro de sucumbir a los embargos hipotecarios, ha dicho: “el año pasado se perdieron 2.6 millones de empleos en EU, y éste lunes nada más, nos enteramos de otros planes para recortar otros 55 mil plazas laborales; ésta es una llamada de atención a Washington de que la gente nos necesita y quiere que actuemos inmediatamente. Duplicaré -dijo Obama- nuestra capacidad para generar energía renovable, se bajará el costo de los cuidados de salud y se mejorará la calidad de los servicios, se modernizarán miles de salones de clase y enviaremos a más jóvenes a las universidades. Además, insertaremos miles de millones de dólares en los bolsillos de las familias trabajadoras por medio de recortes tributarios de aplicación inmediata”.
Mientras una esperanza de salvación cobija al pueblo norteamericano desde La Casa Blanca, en Francia, el descontento popular por las consecuencias de la crisis económica y por la política gubernamental insensible ante los reclamos se volcó a tomar las calles, en una clara muestra unitaria de la clase trabajadora de aquel país. El pasado 29 de enero se realizó la más grande manifestación de los últimos 20 años, dos millones quinientos mil ciudadanos inconformes tomaron las calles en 200 ciudades. En París, los cuatro kilómetros que separan las plazas de la Bastilla y de la Opera vieron desfilar al mayor número de manifestantes del país, con unos trescientos mil participantes en la jornada unitaria de sindicatos. El reclamo multitudinario se dejó escuchar en sus gargantas, todos a una sola voz, contra la sangría de los puestos de trabajo y contra el deterioro del poder adquisitivo a que los ha conducido la derecha gobernante. Las pancartas más leídas durante la conglomeración parisina reclamaban: “una ayuda para los trabajadores similar a la que han dado para salvar a los bancos”; “el dinero de los banqueros debe venir a nosotros”; “ellos son el problema, nosotros la solución”.
Similar al repudio y descontento del pueblo francés mostrado en sus multitudinarias manifestaciones, en nuestro país el conductor de los reclamos sociales es Andrés Manuel López Obrador, el único conductor de masas que sigue llenando el Zócalo capitalino con un pueblo insurgente que escucha con atención su programa reivindicatorio. Lo que Obama hace ahora mismo en los Estados Unidos, lo propuso antes Obrador en su campaña presidencial, y fue calificado por la derecha reaccionaria y su candidato como irresponsable, pues bajo la óptica gerencial los recursos públicos sólo deben servir a las necesidades del sector privado y no para resolver las necesidades de la población.
Guillermo Ortiz, el titular del Banco de México, acaba de informar que nuestro país decrecerá el 1.8 por ciento en 2009, y se prevé que mes tras mes irá anunciando previsiones a la baja, como para no asustar a los inversionistas, igual que lo ha hecho desde el año pasado. Desde luego que tales previsiones hechas públicas no le gustaron a Felipe Calderón; de inmediato lo mando regañar a través de los medios calificándolo de “catastrofista”
Las tiranías impuestas por la globalización neoliberal se están derrumbando ante el empuje de los pueblos y, es evidente que el gobierno calderonista tiene miedo de perder el poder, sabe muy bien que la devastación económica que sufre el pueblo repercutirá definitivamente en el actual proceso electoral que se vive. El repudio popular, la angustia y la creciente pobreza buscan a los culpables de la desgracia, y ya los ha ubicado, despachan como gobernantes en Palacio Nacional y Los Pinos. Los escenarios del castigo popular ya tienen fecha, es el próximo 5 de julio, día de las elecciones. El sufragio de tanta gente engañada por el régimen del Bien Común hablará por sí mismo.

sábado, 24 de enero de 2009

Combatiendo al neoliberalismo de derecha

SALVEMOS A MEXICO
DE LA RESISTENCIA PACIFICA A LA OFENSIVA ELECTORAL
El Partido Popular Socialista (PPS), ayer con registro y hoy sin él, ha librado desde su fundación en el año de l948, una gran lucha por los grandes objetivos programáticos del pueblo, basados fundamentalmente en nuestros Principios ideológicos e históricos y la aplicación correcta de la Línea Estratégica y Táctica trazada magistralmente por el Maestro Vicente Lombardo Toledano, misma que preconiza la indispensable Unidad de las Fuerzas Democráticas, Patrióticas y Antiimperialistas para hacer avanzar a México por la vía del progreso, la democracia y la soberanía e independencia nacionales.

Hoy más que nunca, cobra vigencia el pensamiento y la acción revolucionaria del Maestro Vicente Lombardo Toledano cuando afirma que: “Hemos declarado que en este estadio de la evolución de México es posible la alianza circunstancial no permanente ni orgánica, de todas las fuerzas democráticas y patrióticas, para la solución de los grandes problemas del pueblo y la nación.”

Nuestra patria vive una de las etapas más complejas y difíciles de su historia contemporánea, porque su enemigo histórico, el imperialismo yanqui profundiza sus mecanismos de explotación, saqueo y control político al convertirnos en un apéndice más de su mercado y, a su vez, porque México, fue tomado por asalto por la derecha reaccionaria y su brazo electoral el PAN, aliados -desde luego- a los enemigos tradicionales que han venido aplicando servilmente las políticas económicas dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, en el contexto de la globalización neoliberal.

La trinchera lombardista ha sido siempre una firme defensora del patrimonio nacional y en particular de la industria eléctrica y petrolera nacionalizadas; los resultados a favor del pueblo y la nación por su permanente activismo junto a las demás fuerzas progresistas y nacionalistas están a la vista en la reciente intentona calderonista de privatizar el sector energético. La autoridad moral y política del Partido se han elevado y esto le ha permitido llamar a las diversas fuerzas políticas y sociales a fortalecer la unidad de las fuerzas democráticas y patrióticas para derrotar a la derecha en el poder y la reacción interna.

Asimismo, se ha insistido para que, sin distingos de concepciones políticas e ideológicas, se constituya un amplio frente nacional democrático y patriótico con el objetivo fundamental de que estas fuerzas políticas obtengan la mayoría en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión en el proceso electoral de 2009.

Con éstas fuerzas políticas y sociales, se acordó recientemente –como Partido sin registro- constituir una gran coalición nacional para participar en las elecciones federales electorales del presente año, poniendo de relieve que la gran alianza “Salvemos a México” pactada con los partidos del Trabajo y Convergencia, del FAP, se dio fundamentalmente con base en las coincidencias programáticas a favor del pueblo y de la patria mexicana. Al no participar el PRD en esta alianza se depura el movimiento de las facciones colaboracionistas con el gobierno de derecha.

Se sabe de antemano que todo proceso electoral sea del ámbito federal o local, constituye una magnífica oportunidad para profundizar en una gran escuela de educación política de masas para orientar al pueblo, basándose en el programa de lucha común y en el propio, y que nos sirve, para foguear, con lo que tengamos y como podamos, a toda la estructura y membresía del Partido, y, consecuentemente fortalecer la trinchera en todo el país; también es una de las grandes manifestaciones de la lucha de clase por el poder político.

Por los motivos anteriores, el 146 Pleno del Comité Central del PPS, celebrado en la ciudad de México, durante los días 17 y 18 de enero, resolvió, entre otros asuntos importantes: coadyuvar al fortalecimiento de la Unidad de las Fuerzas Democráticas y Patrióticas en un gran Frente Nacional en las próximas elecciones federales electorales de 2009, para derrotar a los enemigos internos y externos de México, basados en las coincidencias programáticas comunes.

Asimismo, se facultó a la Dirección Nacional para que intensifique el diálogo con las diversas fuerzas políticas y sociales del Frente Amplio Progresista (FAP) para la consolidación de la coalición nacional electoral “Salvemos a México” en todos los distritos y circunscripciones electorales del país. Con el concurso de las diversas fuerzas participantes se inicia una nueva etapa en la historia contemporánea del país; la resistencia pacífica se transforma en ofensiva electoral para ganar la correlación de fuerzas en el Congreso de la Unión. Una verdadera ofensiva legislativa encaminada –en principio- a frenar la carestía de la vida; eliminar los topes salariales que restringen el bienestar y la nacionalización de las pensiones. La tarea de construir el camino de la victoria para responder a las demandas más apremiantes del pueblo es una obligación moral y política.

El mundo sigue cambiando

EL COLAPSO DEL IMPERIO YANQUI
FINALIZA LA ETAPA DEL MUNDO UNIPOLAR

Las leyes de la dialéctica son inexcusables, el mundo sigue cambiando. Después de la II guerra mundial surgió la guerra fría y el mundo bipolar. Por un lado se fortalece el campo socialista liderado por la Unión Soviética, y por otro, el imperialismo norteamericano se afianza en la economía e instrumenta el Macartismo como política exterior para perseguir y detener el avance de los partidarios del nuevo régimen social.
Esa bipolaridad en las relaciones internacionales termina en los años noventa con la desintegración de la URSS, y comienza la etapa unipolar comandada por los EU, la cual está por finalizar en la presente década. La irrupción de los nuevos escenarios a partir de ahora dará como resultado un mundo multipolar que sepultará la aplastante hegemonía estadounidense que se mantuvo durante los últimos años.
El colapso del imperio yanqui no es una invención o un simple deseo subjetivo de sus adversarios ideológicos, es una realidad prevista por sus propios cuadros a su servicio. Permítanme comentar con ustedes un reporte de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos, la cual emitió sus previsiones a nivel planetario. En ese análisis se sostiene que antes del año 2025 estallarán grandes conflictos por el dominio de mercados y materias primas. El reporte, divulgado recientemente por el Consejo de Inteligencia Nacional, es el cuarto documento de esta naturaleza emitido en Washington para tratar de perfilar los posibles escenarios internacionales futuros.
Los analistas estadounidenses auguran un superpoblado y complejo mundo multipolar, sumamente fragmentado, donde Estados Unidos tendrá una mermada influencia. Tal dictamen implica que el orden internacional que resultó después de la Segunda Guerra Mundial tendrá una mutación y aparecerán en escena nuevos protagonistas como: Brasil, Rusia, India y China, los que podrán imponer otras reglas de juego, a partir de su creciente influencia.
Un aspecto crucial del documento es la advertencia de que si la desigualdad entre los países del Norte y del Sur sigue profundizándose y especialmente si se agudiza la situación de crisis interna en Estados Unidos, aumentará la presión social y pueden ocurrir estallidos populares sin precedentes.
A partir de dicha tesis, es previsible la repetición de escenarios similares a los vividos durante la presidencia de Franklin Delano Roosvelt, donde las protestas populares por el desempleo y la miseria le obligaron a tomar medidas “populistas” que eran vitales para evitar la hecatombe de todo el sistema capitalista en aquella época.
El informe expresa que ya pasó a la historia la era en la cual el predominio norteamericano se daba por descontado, argumenta que en la nueva situación mundial el sistema occidental perderá todo su esplendor a mediano plazo y pronostica que la Unión Europea estará muy dividida, lo que impactará negativamente en el poderío militar que hoy detenta la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en esa región.
La comunidad de inteligencia se pregunta cómo sería una página del diario de quien ocupe la presidencia de Estados Unidos en el año 2020, en caso de que la ciudad de Nueva York sea blanco de un potente huracán, quede inundada y fuese necesario evacuar a millones de personas, incluidos los miembros de la Asamblea General de ONU.
Al describir la posible respuesta del hipotético mandatario, contextualizada en los males causados por el calentamiento global y la contaminación ambiental, el documento señala que el pueblo norteamericano pagará un muy elevado precio en vidas humanas.
A la tragedia contribuirá la acumulación de desastres naturales, ocurridos de forma casi consecutiva por el acelerado deshielo de los polos, y el consiguiente bajo rendimiento agrícola de la nación, lo que significa menos alimentos para cada vez más número de seres humanos.
Otra característica importante del nuevo pronóstico es la ausencia de la tradicional excesiva confianza en que las reservas petrolíferas aún no explotadas alcanzaban para satisfacer la demanda de los próximos 100 años, afirmación que apareció más de una vez en estimados de la administración Bush. Todos los analistas serios han desechado las fantasías bushianas y están intentando poner en la opinión pública los escenarios reales del desastre energético -y por lo mismo económico- que apenas comienza.
La población del planeta se incrementará en mil 500 millones de habitantes, lo que aumentará la ya elevada presión sobre los hoy menguados recursos energéticos, alimentarios y acuíferos, y desatará una espiral de implicaciones impredecibles, todo eso agravado por la eventual proliferación descontrolada de pandemias peligrosas para toda la humanidad.
Estas predicciones en realidad no son nuevas. Desde 1997 uno de los principales estrategas norteamericanos se pronunció a favor de una guerra contra Rusia y China para evitar que la hegemonía de Estados Unidos decayera en el siglo XXI, como se pronostica oficialmente en el estudio de la comunidad de inteligencia.
En su libro "The grand chessborad", Zbigniew Brzezinski estima que "desde que los continentes comenzaron a interactuar políticamente hace unos 500 años, el verdadero centro del mundo ha sido la región conocida como Eurasia, un imaginario territorio que va desde el este de Alemania y Polonia, extendiéndose a través de Rusia y China hasta alcanzar el Océano Pacifico".
El mapa de esta zona incluye también al Medio Oriente y a casi toda la India. Similar concepto geopolítico fue repetido por el presidente Bush en su alocución al Congreso unos días después de los atentados del 11 de septiembre, de ahí que no resulta casual el despliegue masivo de fuerzas norteamericanas en centenares de nuevas bases militares en la región, con el evidente objetivo principal de intimidar a Rusia y China.
La correlación de fuerzas y los escenarios geopolíticos en que tendrá que actuar el gobernante demócrata Barack Obama serán por demás complicados, porque quiérase o no, después del desastre financiero iniciado en 2008 en su país y sus amplias repercusiones a nivel mundial, además de las sucesivas rebeliones de los pueblos hambrientos, tendrá que ser el primer presidente de la nueva etapa multipolar que se vivirá en el mundo. La fuerza arrolladora de las expectativas positivas que ha levantado en su propio pueblo y fuera de él, lo obligará a responder ante el juicio de la historia.

miércoles, 14 de enero de 2009

vamos por el referendo confirmatorio

EL COMANDANTE EVO MORALES
Y EL PROCESO REVOLUCIONARIO EN BOLIVIA
Por estos días el hermano pueblo boliviano avanza en la recta final hacia el referendo constitucional que se llevará a cabo el próximo 25 de enero. Dicha consulta popular decidirá sobre el proyecto de una nueva Carta Magna impulsada por el Movimiento al Socialismo (MAS), para refundar al país andino bajo una nueva Constitución de corte revolucionaria, defensora de la plurinacionalidad, los derechos humanos, las autonomías y el respaldo económico a niños y ancianos. Una norma que vendrá a instaurar una nueva etapa de combate a la desigualdad social y la concentración de la riqueza.
En esta lucha que se libra en Bolivia, participan junto al Movimiento al Socialismo, la Central Obrera Boliviana, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos y la totalidad de las organizaciones sociales del país.
Ante este hecho de trascendental importancia histórica para el pueblo de Bolivia y toda Latinoamérica, en esta colaboración especial abordaremos la vida y obra del conductor de ese proceso revolucionario que se vive ahí. (Juan Evo Morales Ayma; Isallavi, 1959) Político y líder del movimiento cocalero boliviano. Presidente electo de la república desde el 18 de diciembre de 2005, es el primer indígena en la historia de Bolivia que ha alcanzado la jefatura del estado, en un país en el que más de la mitad de la población es indígena.
Su victoria coincidió con un momento de giro a la izquierda en numerosos gobiernos de América Latina (lo que refuerza su protagonismo en el contexto histórico regional) y se produjo tras una serie de movilizaciones populares que tuvieron como objetivo reclamar el derecho histórico al cultivo de coca de los indígenas y promover un mayor beneficio de los recursos naturales del país para los bolivianos.
Nacido en la pobreza. Evo Morales fue el segundo de tres hermanos en una humilde familia aymara que residía en una pequeña aldea rural del altiplano boliviano. Dionisio Morales, María Aymara y sus hijos subsistían en condiciones de extrema penuria, con los pocos recursos que extraían de las labores agrícolas y ganaderas, en una vivienda minúscula de adobe y paja. El pequeño Evo compaginaba sus primeros años de formación escolar con las tareas de labranza y pastoreo. Entre los cinco y los siete años no estuvo escolarizado porque la familia se trasladó a Jujuy (Argentina) para trabajar en los cañaverales azucareros.


De vuelta en su pueblo natal, Evo retomó los estudios, aunque la miseria obligaba a sus padres a emprender viajes ocasionales en busca de sustento y el chico se ausentaba habitualmente de la escuela. Para cursar la secundaria se desplazó hasta Oruro, la capital del departamento, e ingresó en un colegio de estudiantes sin recursos. Logró pagar sus clases y su estancia en la ciudad con trabajos diversos como albañil, panadero e incluso trompetista, y en 1977 se graduó como bachiller. Aquel día fue, según testimonio del propio Morales, el último de su vida en que se vistió con el traje y la corbata de la clase dominante.
Cumplió el servicio militar en La Paz, donde sufrió episodios de discriminación manifiesta por su doble condición de indígena y pobre, y en 1980 regresó a Isallavi. Dos años después, la familia al completo abandonó la aldea y, junto a miles de emigrantes del altiplano, viajó hacia Cochabamba, huyendo de la precariedad y la miseria. Los Morales se instalaron en Puerto San Francisco (Chapare) y buscaron oficio en labores hortofrutícolas, primero como arroceros y después como cocaleros.
La familia logró cierta estabilidad laboral con el cultivo de la hoja de coca, uno de los más estables en la región por la demanda creciente del narcotráfico, y Evo comenzó a adquirir notoriedad como líder local entre el campesinado indígena. Desde muy joven había demostrado preocupación por la realidad social y política de su pueblo y por la lucha de los más desfavorecidos, así que decidió encauzar su activismo en las filas del sindicalismo agrario. Con la obra del intelectual marxista Fausto Reinaga (fundador del Partido Indio Boliviano) en el bolsillo, y la creencia de que había llegado el momento de implicarse en el indigenismo militante, Evo Morales ingresó en 1983 en el sindicato agrícola de San Francisco.
Su carrera sindical fue rápida. Primero asumió la secretaría de deportes; en 1985 ya ocupaba la secretaría general, y en 1988 fue elegido secretario ejecutivo de la Federación del Trópico de Cochabamba. Precisamente aquel mismo año, el gobierno conservador de Paz Estenssoro sucumbió a las presiones de la Administración estadounidense y logró sacar adelante en el congreso la ley que restringía la producción de hoja de coca.
La sustitución gradual de las cosechas por cultivos alternativos de dudosa rentabilidad y la destrucción forzosa de siembras sin derecho a indemnización, previstas en la ley, encendieron las protestas del movimiento cocalero que no estaba dispuesto a que los poderes públicos internacionales buscaran soluciones al narcotráfico criminalizando la labor del agricultor.
En 1989 y ya con el socialdemócrata Paz Zamora en la presidencia, la Federación del Trópico de Cochabamba, liderada por Morales, se movilizó contra los planes gubernamentales de reducir la superficie agrícola destinada al cultivo de coca y amenazó con responder de forma violenta si las fuerzas de seguridad del Estado trataban de imponer la ley en Chapare.
La lucha del movimiento cocalero por mantener su única fuente de recursos arreció en 1993 con la llegada de Sánchez de Lozada al palacio presidencial. El nuevo líder conservador, ferviente defensor de los planes de erradicación de cultivos de coca, encontró en los sindicatos agrícolas una fuente permanente de contestación. El verano de 1994 fue testigo de uno de los enfrentamientos más relevantes entre el gobierno del MNR (Movimiento Nacional Revolucionario) y el gremio cocalero.
Apoyado por la DEA (Agencia Antidroga) estadounidense, Sánchez de Lozada ordenó la ejecución del llamado plan "Nuevo Amanecer" con el objetivo de destruir un 10% de las cosechas de cocales en Chapare. La protesta de los agricultores fue masiva y la represión militar se cobró la vida de un joven campesino. Evo Morales, que por entonces presidía el Consejo Andino de Productores de Coca (CAPHC) y la Confederación de Productores de Coca del Trópico de Cochabamba, convocó una marcha multitudinaria hacía La Paz y, después de tres semanas de movilización, llegó a la capital con 4.000 campesinos para forzar una negociación con el Ejecutivo.
Las demandas del gremio cocalero traspasaron las fronteras de Bolivia en 1995 con la gira que su líder emprendió por diversos países europeos. Entretanto, las protestas campesinas continuaban convulsionando la vida política del país y, desde algunos despachos políticos, se impulsaba una campaña de desprestigio contra Morales.
El movimiento sindical entendió entonces que había llegado el momento de dar el salto a la arena política y participar en primera línea en la toma de decisiones para transformar Bolivia. Así, el 27 de marzo de 1995, un nutrido grupo de asociaciones indígenas y campesinas constituyeron la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP) y el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP). Alejo Véliz, un indio quechua, asumió la jefatura orgánica de la nueva formación.
La ASP-IPSP no logró el visto bueno de la Corte Electoral para inscribirse como partido, así que decidió concurrir a la primera cita electoral, las municipales de diciembre, integrada en las listas de Izquierda Unida (IU); una coalición progresista liderada por el Partido Comunista. En las generales de 1997, que devolvieron el poder al ex general golpista Hugo Bánzer, IU logró cuatro escaños en el Parlamento boliviano. Evo Morales ocupó uno de ellos.
Los problemas de liderazgo enfrentaron a partir de entonces a Véliz (ASP) y Morales (IPSP) y el pacto fundacional se rompió. Como el IPSP no conseguía el permiso oficial para registrarse como formación política, el líder cocalero buscó una marca electoral en la que integrar su proyecto. Negoció con David Añez, jefe del Movimiento Al Socialismo-Unzaguista (MAS-U), y en enero de 1999 Morales fue elegido presidente del nuevo IPSP-MAS, que simplificó de inmediato sus siglas y quedó reducido a MAS.

Evo Morales, primer presidente indígena. Durante el nuevo mandato banzerista se recrudecieron los enfrentamientos con el campesinado cocalero que, de forma general, respaldó las candidaturas del MAS en las municipales de diciembre de 1999. No en vano Evo Morales había incrementado su popularidad al frente de las masivas marchas, movilizaciones, paros, cortes de carretera y demás medidas de protesta emprendidas contra el llamado "Plan Dignidad" del gobierno que contemplaba la destrucción de 90.000 hectáreas de cocales, tipificadas como excedentarias. Morales denunció los episodios de represión militar y, desde su escaño, animó a los cocaleros a resistir frente a las fuerzas del Gobierno.
Pese a las advertencias de la Cámara, el líder aymara continuó defendiendo con vehemencia las reivindicaciones del campesinado cocalero. Durante 2001 las protestas en Cochabamba fueron continuas, más aún cuando el Ejecutivo decidió privatizar el agua e incrementar el precio de algunos productos básicos, y Morales amenazó con provocar el estallido de una guerra civil en el Chapare.
Finalmente en enero de 2002, días después de otra oleada de violentos enfrentamientos en la región, el Parlamento acusó a Morales de instigador e inició un proceso disciplinario contra el jefe del MAS. Evo Morales perdió su escaño con el voto favorable de una mayoría de diputados de las fuerzas políticas tradicionales, pero su popularidad subió como la espuma.
Hacia la presidencia. Con la certeza de que su líder había sido injustamente represaliado, el 5 de marzo de 2002, el movimiento indígena y campesino designó a Evo Morales candidato del MAS a las presidenciales. Celebradas las elecciones el 30 de junio y, a pesar de que los pronósticos aventuraban el triunfo del capitán retirado Manfred Reyes Villa, ex alcalde de Cochabamba y líder de la Nueva Fuerza Republicana (NFR), el candidato del MNR y ex presidente del país Sánchez de Lozada logró la victoria con el 22,4% de los sufragios.
Por detrás, y a escasa distancia, el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales se convirtió en la segunda fuerza más votada (20,9%). Como ninguno de los aspirantes logró la mayoría suficiente, la elección presidencial quedó aplazada a la votación del congreso y, después de algunas semanas de incertidumbre política, Sánchez de Lozada se aseguró la elección parlamentaria merced al acuerdo alcanzado entre su partido, el MNR, y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) del también ex presidente Jaime Paz Zamora. Ambas formaciones políticas suscribieron el llamado Plan Bolivia de Responsabilidad Nacional.
Los masistas, que también lograron convertirse en la segunda fuerza política en el congreso tras las legislativas, anunciaron una dura oposición. Junto a la tradicional reivindicación del mantenimiento del cultivo de cocales, la nacionalización del negocio del gas y la reforma del sistema político configuraron el trío de demandas esenciales en el ideario político de Morales.
En febrero de 2003, apenas cumplidos seis meses de mandato, Sánchez de Lozada ya tuvo que enfrentarse con una primera crisis política cuando el anuncio de la entrada en vigor de un impuesto sobre los salarios provocó una oleada de violentas protestas en las calles del país.
La policía boliviana, declarada en rebeldía, se sumó a las reivindicaciones ciudadanas y la intervención del Ejército derivó en enfrentamientos armados que se cobraron una treintena de víctimas en varias jornadas consecutivas de disturbios, saqueos y actos vandálicos. Presionado por la gravedad de los incidentes, el presidente retiró las medidas económicas que desataron la crisis, anunció un reajuste de su gobierno, con la incorporación de miembros del opositor NFR, y se comprometió a reducir el gasto público.
Las medidas presidenciales para apaciguar la crisis no surtieron efecto entre sus adversarios políticos que, con Evo Morales a la cabeza, exigieron su renuncia. Sindicatos, movimientos sociales y fuerzas de izquierda continuaron en pie de guerra con llamamientos diarios a la insurrección. Además, Sánchez de Lozada recibía advertencias directas de Washington. Los Estados Unidos, para evitar cualquier concesión a las demandas del MAS, condicionaban las cuantiosas ayudas económicas al mantenimiento de los planes de erradicación de los cultivos de coca.
Por si los problemas en el Palacio Quemado fueran pocos, la herida abierta en muchos sectores de la sociedad boliviana, desde que en la guerra de 1879 Chile arrebatara al país del altiplano su acceso al mar, se situó de nuevo en primera línea de la actualidad política en el otoño de 2003. La decisión del ejecutivo de exportar gas, principal recurso del país, a Estados Unidos, a través de un puerto chileno, actuó como catalizador de un nuevo estallido del descontento social. La represión de las asonadas callejeras se cobró la vida de más de setenta personas y precipitó, en pocas semanas, la caída de Sánchez de Lozada.
Abandonado por sus socios de gobierno y sin el apoyo de sus aliados exteriores, el 17 de octubre de 2003 el presidente huyó de La Paz y buscó refugio en Miami. Con el liderazgo de Morales ampliamente reforzado, el vicepresidente Carlos Mesa asumió la sucesión y anunció la formación de un nuevo ejecutivo independiente que instaurara la paz civil. Sin embargo, y tras algunos meses de tregua en los que Morales fue ratificado en la presidencia ejecutiva del MAS y en la candidatura a las presidenciales, regresaron las protestas a los escenarios habituales de confrontación.
Poco después de que las elecciones municipales de diciembre de 2004 colocaran al MAS como la fuerza política más votada del país, Mesa tuvo que afrontar el creciente desafío de las reivindicaciones autonomistas procedentes de la provincia de Santa Cruz y de los movimientos indígenas y cocaleros que reclamaban la nacionalización energética.
En el mes de marzo de 2005, el Parlamento aprobó la polémica Ley de Hidrocarburos; una medida que sólo paralizó las protestas de forma temporal. Las compañías petroleras, perjudicadas por la nueva norma, amenazaron con reducir sus inversiones al tiempo que los movimientos indígenas, campesinos y mineros reclamaban un endurecimiento de la ley que revertiera en beneficio de las arcas públicas.
Con este escenario y ante el temor de un rebrote de la violencia, políticos, empresarios y analistas coincidieron en señalar el adelanto electoral como la única salida a la crisis. Antes de concluir el mes de mayo, los trabajadores bolivianos tomaban diariamente las calles de la capital y ganaban credibilidad los rumores de asonadas en los cuarteles. Entretanto, los poderes ejecutivo y legislativo permanecían inmóviles ante el derrumbe de la economía boliviana que, con cada día de huelga y bloqueo, perdía alrededor de ocho millones de dólares. En un intento de apaciguar las protestas, el presidente Mesa anunció convocatorias electorales para elegir Asamblea constituyente y votar el referéndum autonómico, pero los líderes indigenistas rechazaron la propuesta y endurecieron las movilizaciones por todo el país.
En los primeros días de junio, Carlos Mesa presentó su renuncia y pidió a los representantes del Senado y de la Cámara de Representantes que facilitaran el adelanto electoral para evitar el más que previsible estallido de violencia en el país. El Parlamento aceptó la dimisión del jefe del estado y nombró sucesor, de forma interina, al presidente del Tribunal Supremo, Eduardo Rodríguez, quien, de inmediato, anunció la convocatoria de elecciones anticipadas.
Los bolivianos acudieron a las urnas el 18 de diciembre de 2005 y de forma mayoritaria respaldaron el marcado programa antiimperialista, anticapitalista y antineoliberal de Evo Morales. Dentro y fuera del país, la campaña electoral concentró una atención sin precedentes y discurrió de forma altamente polarizada entre la euforia de los adeptos al masismo, que auguraban para Bolivia una profunda transformación social, y el pesimismo de sus detractores, que intuían en el nuevo líder posiciones políticas muy cercanas a los postulados castristas y chavistas.
Con el lema "¡Somos pueblo, somos MAS!", Morales superó todos los pronósticos y ganó las elecciones con un triunfo histórico; más del 84% de los bolivianos con derecho a voto acudió a las urnas y, de ellos, el 53,7% eligió al líder aymara. El ex presidente Tuto Quiroga y su nueva formación Podemos (Poder Democrático y Social) reunió el 28,6% del escrutinio. La victoria en las legislativas tampoco dejó lugar a dudas y el MAS obtuvo la mayoría absoluta en la Cámara de los Diputados. Su rendimiento electoral fue menor en el Senado y en las prefecturas departamentales.
El 22 de enero de 2006 Evo Morales tomó posesión de la más alta magistratura del país. Un día antes, había sido investido como Jacha Mallku [Gran Cóndor], máxima autoridad de los pueblos indígenas, en una ceremonia celebrada en Tiwanaku, la capital aymara. La llegada al poder de Morales no ha estado exenta de dificultades porque ha tenido que enfrentar la resistencia de la oligarquía criolla aliada al imperialismo, la cual dispone de todo el dinero necesario para desinformar al pueblo y tratar de frenar su avance, pero una cosa es innegable, ha roto los códigos de exclusión social vigentes en Bolivia. El proceso revolucionario en ese país sigue su avance en la conquista de un porvenir luminoso bajo la conducción de su Comandante en jefe, el presidente Evo Morales.
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